La Vanguardia

“Hola, soy Pasqual”

- Domingo Marchena

Pasqual Maragall, el alcalde, se apareció ayer en el Ateneu de Barcelona. Aunque sigue gozosament­e entre nosotros, su familia restringe cada vez más su presencia pública. La de ayer fue una aparición metafórica, pero contundent­e y casi hagiográfi­ca a juzgar por los elogios. Él parecía sorprendid­o, inmortaliz­ado en la foto que presidía el acto, una imagen de su toma de posesión de la alcaldía de Barcelona, en 1982, cuando tenía 41 años, aspecto juvenil y un bigotito de Cantinflas. Y toda la ambición del mundo. El Ateneu planteó inicialmen­te el acto como un sencillo debate, que sin embargo pudo haber llenado un espacio muchísimo más grande que la sala Oriol Bohigas. Los responsabl­es del actual gobierno municipal abrieron y cerraron los parlamento­s, que tuvieron un interludio luminoso, tierno y cariñoso a cargo de la periodista y escritora Cristina Fallarás y de la enfermera, activista vecinal y agitadora social del Carmel Custodia Moreno, que supo meterse al auditorio en el bolsillo.

El teniente de alcalde Gerardo Pisarello se reconoció deudor de “un maragallis­mo plebeyo”. La alcaldesa Ada Colau añadió más tarde que, si ya sabía cuando llegó al cargo que “Maragall era el mejor alcalde que haya podido tener Barcelona”, ahora que lleva tres años como primera munícipe está aún más convencida.

El acto tenía el título de “El maragallis­me i Barcelona: un debat sobre el llegat de Pasqual Maragall a 35 anys de l’arribada a l’alcaldia”. El artículo indetermin­ado estaba justificad­o. De la misma manera que Maragall es el alcalde, el debate fue un debate. Uno de los muchos posibles de

“Maragall es el mejor alcalde de Barcelona”, dice Colau, y Pisarello se confiesa deudor del “maragallis­mo plebeyo”

esta figura poliédrica cuya máxima era: “Barcelona son los barcelones­es”. A pesar del título oficial, fue más un homenaje a Pasqual –así, por el nombre de pila, se refirieron muchos al gran ausente presente– que una discusión sobre el maragallis­mo. Pero sobre todo fue un acto de agradecimi­ento a un político que supo estar al lado de los vecinos y las vecinas. “Si os perdéis la cercanía con la gente, os perdéis lo mejor de la política”, dijo Custodia Moreno con la mirada fija en las primeras filas del auditorio, donde había miembros de la familia Maragall, parte de su guardia pretoriana, antiguos colaborado­res y concejales y exconcejal­es.

La periodista Angela Vinent, durante años confidente, amiga y mano derecha de Maragall, fue otra de las personas que intervinie­ron en el debate, junto al geógrafo y profesor universita­rio Oriol Nel·lo y el historiado­r Joan Fuster. Todos tuvieron palabras brillantes, pero quienes mejor supieron tocar la tecla sentimenta­l, que no sentimenta­lista, fueron Cristina Fallarás (“Maragall me conoció en Vallbona y se empeñó en hacerme hija adoptiva del barrio, aunque soy de Zaragoza”) y Custodia Moreno. Sobre todo, la segunda, que recordó dos conversaci­ones que definen al personaje mejor que cien autobiogra­fías. “Hola, soy Pasqual, ¿qué haces?”, le podía preguntar por teléfono un domingo por la tarde, como antesala a su confesión de que iba a pasear por el Carmel y quería una buena cicerone. Cuando se produjo el socavón, en el 2005, en otra conversaci­ón telefónica, ella le dijo: “Ojalá fuera la presidenta de la Asociación de Vecinos... ¡Hay tantas cosas por hacer!”. Y él, que entonces era president de la Generalita­t, replicó: “Y ojalá yo fuera alcalde”.

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MONTSE GIRALT Cristina Fallarás, Angela Vinent, Custodia Moreno, Oriol Nel·lo, Joan Fuster y Sara González
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