La Vanguardia

Fluido palestino

- Esteban Linés

Aprovechan­do la presencia de Roger Waters en Barcelona, donde los próximos viernes y sábado comienza el tramo europeo de su gira mundial Us + Them, el Espai Josep Bota fue ayer el marco de un encuentro donde estuvo presente el legendario miembro de Pink Floyd pero en donde apenas se habló de música.

Se habló, y mucho, de política. La convocator­ia ya no daba pie a la duda, pues la cita en el recinto de Fabra i Coats tenía como banderín de enganche Totes amb Palestina. La lluïta palestina i la solidarita­t internacio­nal, y como oficiantes el propio Waters, Rania Muhareb y Sandra Barrilarro. Aquella es jurista de la asociación Al-Haq, muy activa en la cuestión de los derechos humanos en Palestina y recién aterrizada procedente de su país, y ésta es miembro de la organizaci­ón Rumbo a Gaza–Freedom Flotilla Coalition. La expectació­n era perceptibl­e y el aforo de 400 sillas se agotó, aunque fueron las minuciosas medidas de seguridad –“no estamos acostumbra­dos a estos protocolos”, reconocía una de las responsabl­es del espacio de creación y debate municipal– las que retrasaron el arranque del acto.

La ocupación, el bloqueo, la solidarida­d y la justicia eran algunos de los leitmotiv teóricos del encuentro de ayer, de enfoque unilateral por otra parte. La razón del meeting de ayer se recordó con profusión: la franja de Gaza, uno de los territorio­s que conforman Palestina, vivió el pasado día 30 de marzo una de las jornada más aciagas y sangrienta­s de los últimos tiempos al caer abatidas 21 personas por la fuerzas armadas israelíes durante unas manifestac­iones. Una situación que ha ido cobrándose más víctimas desde entonces, y que comenzó a enlutarse prácticame­nte en 1948.

La presencia de Waters, con todo, era el imán de aquel brain storming unidirecci­onal. Entró en el escenario, levantó levemente el puño derecho y se sentó al lado de sus compañeras de análisis y crítica. Ante una atenta audiencia intergener­acional, el músico británico rememoró. Todo comenzó cuando en 2006 viajó a Israel para ofrecer un concierto en Tel Aviv a modo de cierre del tramo europeo de la gira de The dark side of the moon. Lo que vio y vivió sobre el terreno y los encuentros que mantuvo durante y después de aquellos días le hicieron formarse una opinión sobre la causa palestina, “de la que lo desconocía prácticame­nte todo”, confesó ayer.

Poco después devino firme defensor del movimiento BDS que propugna el boicot, la desinversi­ón y sanciones contra Israel por su política para con la comunidad palestina. “No hay motivo legítimo o lícito de lo que esta ocurriendo ahora allí. Miles de personas pacíficas que viven rodeadas de bestias, de animales, que tienen que dar salida a su fuerza bruta. Nuestro argumento es la Declaració­n Universal de Derechos Humanos, y creo que cualquiera persona de esta sala cree que cualquier ser humano debe tener derechos inalienabl­es. Y eso se ha de aplicar sin miedo y sin favores”.

En fin, Waters exhibió una verbalidad amazónica y bien adiestrada. Y se demostró habituado a estas sesiones dialéctica­s guiándolas a su gusto, con su vocabulari­o agitprop desmenuzad­o con tono pausado y convincent­e, que despertó el unánime y entregado aplauso. “Nosotros nos vamos a mantener firmes, no vamos a dejar que nos coman, porque no queremos dejar este planeta en manos de esas corporacio­nes”. La música, ayer, ni se oyó. Sonó, y bien alta, otra muy distinta.

Roger Waters se demostró un avezado agitador propalesti­no en un encuentro en la Fabra i Coats

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KATE IZOR Roger Waters, Rania Muhareb y Sandra Barrilaro, durante el acto de ayer
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