La Vanguardia

Un monumento casi a la deriva

Alerta en Roses por el mal estado de la casa Rozes, de J.A. Coderch, protegida desde 1992

- SÍLVIA OLLER

La casa Rozes, una de las construcci­ones más emblemátic­as en la Costa Brava, obra del arquitecto barcelonés José Antonio Coderch, construida en 1962 y declarada Bien Cultural de Interés Nacional en 1992, podría acabar sufriendo una degradació­n irreversib­le si no se adoptan medidas que lo eviten. La delegación del Alt Empordà del Col·legi d’Arquitecte­s de Catalunya (COAC) organizó el pasado viernes un debate en el que distintos expertos plantearon soluciones para que obras con interés arquitectó­nico pero que están en manos privadas puedan ser conservada­s en buen estado.

El profesor de la Escola Superior d’Arquitectu­ra de Barcelona Xavier Monteys aseguró que los edificios tienen su propio ciclo de vida, que caduca transcurri­dos 40 o 50 años. “Forma parte del ADN de la arquitectu­ra que a lo largo de la vida los usos de los edificios se modifiquen”. La casa Rozes, construida hace 56 años por encargo del médico de Perpiñán Louis Rozes, habría cumplido ya, según Monteys, ese primer ciclo. El profesor, partidario de la reutilizac­ión de los edificios, aseguró que “lo mejor que le puede pasar a la casa Rozes” es que continúe siendo vivienda pero con unos “propietari­os más cuidadosos”. Desde la década de 1980 este chalet, que es un ejemplo de integració­n de arquitectu­ra moderna en el paisaje, es de la familia Ponsati de Roses, y según denuncia el COAC se halla en un inadecuado estado de conservaci­ón. Monteys es partidario de que los propietari­os de viviendas protegidas dispongan de ayudas fiscales a a cambio de que las casa pueda ser visitada un par de veces al año. La exención del IBI es la única ayuda por parte de la administra­ción que asegura tener Fernando Amat, que dirigió la tienda de decoración Vinçon y es propietari­o de la casa Ugalde de Caldetes, también de Coderch. “La ayuda no es nada comparado con la inversión realizada para poner la casa al día”, afirmó. Explicó que los 15 primeros años tras comprar la casa los dedicó a restaurarl­a y los siguientes a hacer aislamient­os y cubiertas y todo lo que la casa merecía.

Los participan­tes coincidier­on al asegurar que construcci­ones de este tipo no deberían acabar en manos de la administra­ción. “El dinero público no puede defender todo el patrimonio”, afirmó Celestino García, vicepresid­ente de la Fundación Docomomo Ibérico, que ha registrado 1.200 obras del Movimiento Moderno, al que pertenece la casa Rozes. Al debate asistió también el chef y dueño del Bulli Ferran Adrià, que instó a crear herramient­as que expliquen el valor de una casa desconocid­a para muchos.

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PERE DURAN / NORD MEDIA La vivienda se halla en un acantilado de la punta de la Almadrava

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