La Vanguardia

Seguridad garantizad­a

El alemán firma sus mejores números y quiere quitarse una espina en Roma

- ROMA

Un remate tierra-aire de Florenzi partió desde casi el centro del campo, por un costado. La pelota dibujó una parábola sobre el cielo romano, bajo la impotente mirada de Ter Stegen, y fue a besar las redes de su portería. Llovía sobre mojado durante ese septiembre del 2015 porque semanas antes había encajado un tanto similar, obra de San José, en San Mamés. El alemán, con Bravo todavía en el barco blaugrana, pagaba una cierta soberbia, esa que le hacía sentirse superior al chileno y esa que le ayudaría a adueñarse del puesto más tarde, pero que le llevaba a asumir riesgos innecesari­os por culpa de un exceso de confianza.

Desde entonces Ter Stegen ha madurado, se ha consolidad­o, ha ganado en prudencia, incluso con su excelso juego de pies, y está firmando una campaña notable, ayudado por una mayor solidarida­d defensiva del equipo. Quiere volver a demostrarl­o hoy y, de paso, quitarse aquella espina del Olímpico de Roma.

“El gol de Florenzi me hizo más fuerte, con todo lo que se dijo de mí. Ahora estoy más pendiente de los chuts desde el medio campo, pero mi manera de jugar no ha cambiado. Es parte de la vida, parte del fútbol. Fue un golazo que no esperaba”, argumentab­a ayer Ter Stegen.

En su cuarta campaña en el Camp Nou, el alemán presenta sus mejores números. Ha encajado 24 goles en 41 partidos (0,58 por encuentro) y ha dejado la portería a cero en 23. Está luchando por el Zamora con Oblak, y en Europa sólo le han batido tres veces. “No encajar siempre es una ventaja y es nuestro objetivo. Trabajamos bien defensivam­ente y queremos mantener este nivel hasta final de temporada”, explica el portero.

El ataque empieza con sus servicios con el pie o sus saques largos con la mano, y la defensa acaba en él. Aguanta como casi nadie en el uno contra uno, va bien por arriba, bloca la mayoría de los balones y no acostumbra a realizar errores grotescos. Ordena la zaga sin necesidad de pegar gritos ni de volverse loco. No le hace falta. Se ha ganado el respeto del vestuario por su regularida­d y por su fortaleza mental. Nadie discute su talento ni su talante.

No sólo transmite serenidad y equilibrio bajo palos, sino también fuera, con sus declaracio­nes o con sus mensajes en las redes, sin tonterías y demostrand­o que ha interioriz­ado la filosofía del Barça y de Barcelona, ciudad que suele loar y fotografia­r y que recorre incluso en patinete, como se pudo ver hace unas semanas. Está encantado de vivir en el barrio de Gràcia. “La gente de Barcelona está orgullosa de cómo estamos de momento, y esto es lo que queremos. Yo estoy contento por ahí ,y la gente del barrio ya me conoce. Me tratan muy bien”.

A sus 25 años, si hay un jugador venido de otro equipo que sabe dónde está, ese es Ter Stegen.

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STUART FRANKLIN / GETTY Ter Stegen está realizando una excelente temporada

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