La Vanguardia

¿Todo el mundo está loco?

- JOSÉ RAMÓN UBIETO,

Las personas van y vienen por la vida, a ratos liadas en su trabajo, sus relaciones o su familia. Otras, perdidas en sus cosas y, a veces, desorienta­das en sus deseos y con dificultad­es para apañársela­s con su pareja, su oficio o la convivenci­a social. Algunas de ellas se hacen oír en su queja ruidosa y otras, en cambio, pasan discretame­nte con su malestar y sus limitacion­es ordinarias.

Eduardo trabaja hace años de jefe de recepción en una empresa y cada día se ocupa de verificar que todo quede bien cerrado y en su sitio. Cuando no ha podido ir al trabajo, por motivos de fuerza mayor, ha llamado insistente­mente para asegurarse que todo está correcto. No lo hace por cobrar más, ni por recibir compensaci­ones. Es su trabajo y también su vida. Sin ese lugar en el mundo “no sería nadie”, explica. Vive soltero, con su madre anciana. Allí piensa “cosas extrañas” que no comenta con nadie, son “sus manías”. Cosas que lo angustian y lo entristece­n pero le salva pensar que a la mañana siguiente volverá a su puesto de trabajo y las ideas se evaporarán.

Como han señalado muchos autores contemporá­neos (Bauman, Han, Sennett), la exigencia de rendimient­o que nuestra sociedad, más que ninguna otra antes, pone en primer lugar termina cansando al sujeto. La ruptura de los vínculos, la soledad, la angustia, el recurso a tóxicos u otras adicciones o el burn-out en el trabajo son algunos de los síntomas de nuestra época y de las repercusio­nes en los individuos contemporá­neos.

El psicoanáli­sis orientado por la enseñanza de Jacques Lacan propone una conversaci­ón a aquellos y aquellas que quieran defenderse y saber algo más de su sufrimient­o, de eso que les pasa en el cuerpo, que los angustia y altera su humor. Para ello hace

El psicoanáli­sis abre una conversaci­ón con aquellas personas que quieren saber algo más de su sufrimient­o

falta establecer un vínculo que pase por la palabra –a eso le llamamos transferen­cia– y que les ayude a “leer” su realidad para, a partir de allí, decidir qué quieren cambiar de su modo de estar en el mundo y con los otros.

La primera “solución” la encuentra siempre cada uno, como Eduardo. Es su solución singular, distinta a la de otros. Una solución que es como una invención, hecha con los materiales que tiene cada uno y que ha ido recibiendo y recogiendo en su vida y con los otros. Para algunos es el trabajo lo que les da un lugar en el mundo, para otros es la vida familiar, el cuidado y disciplina del cuerpo, el estudio o simplement­e un hobby, compartido o no. Estas soluciones no son para siempre, a veces se producen desenganch­es y desconexio­nes de las personas y es necesario un tiempo de conversaci­ón con un psicoanali­sta para “producir” un nuevo anudamient­o que les ayude a seguir con sus vidas.

Lacan decía que “todo el mundo es loco” sin por ello suponer que hubiera una psicosis generaliza­da. Lo que quería decir es que cada uno debe ocuparse de sus fragilidad­es y para ello producir sus invencione­s más o menos logradas. Invencione­s un tanto delirantes para conciliar su cuerpo con una satisfacci­ón que no lo aísle del mundo y de los otros.

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