“El extravagante encanto del separatista Puigdemont”
Buena parte del debate en torno al independentismo, la cuestión judicial y las relaciones Alemania-España se articula en torno a la figura del propio Puigdemont. En Die Zeit, semanario de orientación liberal, el editorialista Ulrich Ladurner arremetía el jueves contra la ministra Katarina Barley y contra la benevolencia de otros políticos alemanes, a quienes acusaba de rendirse al “extravagante encanto del separatista catalán Carles Puigdemont”, lo cual “podría ser ignorado como mera sabiondez, o como un impulso irrefrenable de idealizar a un presunto desaventajado”. Ladurner, italiano nacido en la provincia germanohablante de Bolzano, no exenta de tensiones identitarias, se preguntaba el porqué de la simpatía de algunos alemanes hacia el expresident de la Generalitat: “¿Por qué en su caso particular se pasa por alto el nacionalismo, o se hace todo lo posible por acallarlo? ¿Por qué se le da un barniz de romanticismo cuando, en lo fundamental, no habla de otro modo que el húngaro Viktor Orbán o el polaco Jaroslaw Kaczynski?”. Carles Puigdemont sólo ha protagonizado dos comparecencias públicas en este país: el viernes 6, al salir de la cárcel de Neumünster, y el sábado 7, en una rueda de prensa en Berlín. En ambas llamó la atención de los observadores que habían seguido sus encendidas intervenciones en la época belga, por el radical cambio de estrategia. En Berlín se presentó sin senyera ni logotipos y dijo incluso que “la independencia es nuestra propuesta, no la única”. El director de la oficina madrileña de la Fundación Konrad Adenauer, Wilhelm Hofmeister, no le cree y por eso rechazaba en el FAZ todo intento de mediación: “Él se convertiría en dueño del proceso y podría aumentar sin límite el precio que pagar para alcanzar un acuerdo”. Hoffmeister elogiaba también la democracia española, enumerando que no sólo permite a un prófugo de la justicia presentarse a unas elecciones en España y obtener su acta de diputado, sino que además le paga un sueldo, algo que “en Alemania sería impensable”.