Barcelonas
Hay más de una Barcelona, hay diversas barcelonas: la tuya, lector/a, la mía, la de Juan Marsé, la de aquel argelino, vecino del Raval, la de la señora Degollada de Poch, vecina de la Dreta de l’Eixample, la marca Barcelona… y la Barcelone de los Bouquins, la célebre colección de la editorial francesa Robert Laffont, una Barcelone de 992 páginas (32 euros), con su historia, sus paseos, su antología de textos –Marsé, Vázquez Montalbán, Orwell, Genet, Bolaño, Rodoreda, Vila-Matas…– y un diccionario temático –de la A de Ferran Adrià a la Z de Pedro Zarraluki– con todas las informaciones esenciales e irrisorias sobre una Barcelona que el director del volumen, Pierre Ducrozet, define como “una ciudad de ensueño, algo más que un paradís sur mer; una ciudad revoltosa, excéntrica, eléctrica, una permanente llamada a la libertad”.
Déu-n’hi-do.
Hojeo el diccionario. “Presse catalane”, cuatro páginas. Empieza con una “paradoja”, la de que “en una región que reivindica de manera tan expresiva y voluntaria su autonomía, dominen ampliamente los diarios en lengua española. Los grandes periódicos madrileños,
ABC, El Mundo, El País, tienen sucursales en Barcelona” y –otra “paradoja”– “sus ediciones barcelonesas dedican mayor espacio a las noticias catalanas que La Vanguardia, diario fundado en Barcelona, aunque en lengua castellana (si bien existe una versión en catalán)”. Toma castaña. ¿Quién firma esas líneas? Pues la señora Fabia P. Guillén, “antigua alumna de la École Normale Supérieure de FontenaySaint-Cloud, hispanista e historiadora que investiga las sociedades urbanas del Mediterráneo ibérico en la edad media, con una especial atención hacia los marginados y las minorías sociales y religiosas”, según leo en la biografía de las personas –14 en total– que han colaborado en la edición. Pues, la verdad, no sabía yo que en el ABC se ocupasen más de las noticias catalanas que en
La Vanguardia. Por cierto, en uno de los paseos por Barcelona que firma la señora Fabia P. Guillén, me entero de que dicha señora tiene un tío, el tío Miguel, que había trabajado de tipógrafo en La Vanguardia ,“qui lui a ravi (arrebatado) deux doigts de la main gauche, écrasés par la presse”. Vaya por Dios.
Sigamos. A mi padre, el escritor Josep Maria de Sagarra, lo tratan muy bien. El señor Ducrozet dice que él, Pla y Espriu son los grandes escritores catalanes del siglo XX, algo que cabreará a los moletes (del comisario Joaquim Molas, la pareja de Josep Maria Castellet). Lástima que luego diga que “escribió sus memorias bajo el título Vies privées” (Vida privada, 1932). Pues no, señor Ducrozet: Vies privées es una novela; las memorias, con el título Memòries, las publicó mi padre en 1954. Disparates como este he pillado más de uno. Hablando de Gil de Biedma, el señor Ducrozet dice que “se formó junto a su hermano Joan, el poeta Gabriel Ferrater y el editor Carlos Barral”. Gil de Biedma no tenía ningún hermano que se llamase Joan. Seguramente ese Joan debe ser Joan Ferraté, el hermano de Gabriel Ferrater (que así se firmaba). Pero lo más divertido viene ahora, cuando el señor Ducrozet cita a los “principales representantes del noucentisme: Pompeu Fabra, Eugeni d’Ors, José Ortega y Gasset, Josep Puig i Cadafalch i Josep Carner”. ¡José Ortega y Gasset! ¿Es que acaso no tienen correctores en Robert Laffont?
En el diccionario aparecen, cómo no, el Liceu, el Palau de la Música, el Molino y algún que otro escenario del Paral·lel, pero se silencia el Romea (donde habían actuado Louis Jouvet y otras figuras de la escena francesa), el TNC (estrechamente vinculado a Josep Maria Flotats, pensionnaire de la Comédie Française) o el Lliure (cofundado y actualmente dirigido por Lluís Pasqual, que fue director del Odéon- Théâtre de l’Europe, de París, caballero, como Flotats, de la Légion d’Honneur). Ni Flotats ni Pasqual ni Núria Espert figuran en el diccionario. Tampoco aparece la nova cançó, pero sí Joan Manuel Serrat, del que se dice que es “el jefe de fila de la nova cançó”. Curiosamente, aparecen dos pelis, sólo dos: Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar, y Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen, y también la Monumental. Uno, que es aficionado a los toros, espera que el señor Ducrozet mencione a Manolete o a algún que otro famoso torero, pero no, tan sólo menciona el combate de boxeo entre Arthur Cravan y Jack Johnson y los conciertos de Los Beatles, de los Rolling Stones, de Bob Marley, de Tina Turner y Bruce Springsteen.
Abundan los políticos. La alcaldesa Colau goza de 48 líneas, cuatro más que Jordi Pujol y casi el doble que Pasqual Maragall (25 líneas). ¡Olé! La literatura está muy bien tratada. Dominan Marsé, Vázquez Montalbán y Vila-Matas, que no en balde son tres de los escritores catalanes más populares en Francia. Con alguna que otra sorpresa: Henry de Montherlant se lleva 39 líneas, catorce más que Terenci Moix, y Josep Palau i Fabre, traductor de Rimbaud y Artaud, no figura en el diccionario. Tampoco figura Copito de Nieve, pero sí Messi, las tapas y el Chupa Chups (29 líneas, cuatro más que el alcalde Maragall). Y Carmen Amaya, a la que, agárrate, lector, el diccionario dedica… ¡Seis páginas! (Texto de la señora Fabia P. Guillén).
Compré el libro en la librería Jaimes (València, 318), la librería francesa de Barcelona, la cual no figura en el diccionario. En la voz “Librairies”, el señor Ducrozet escribe: “Sólo hay una à nos yeux: La Central”. Y remata: “Evidentemente hay muchas otras librerías en Barcelona, pero, por el momento, ninguna ha conseguido destronar La Central”. De acuerdo, La Central es una gran librería, pero en un diccionario “con todas las informaciones esenciales” para un público francés, de lengua francesa, sería razonable que se mencionase la Jaimes, la librería francesa de Barcelona. Vamos, digo yo.
A mi padre lo tratan muy bien; dicen de él que, junto a Pla y Espriu, son los grandes escritores catalanes del siglo XX