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Las reflexione­s del Fondo Monetario Internacio­nal sobre el inexorable envejecimi­ento de la sociedad española, y el notable éxito de la 36.ª edición del Salón del Còmic.

EL progresivo envejecimi­ento de la población española, unido al descenso de la natalidad, provocará en el futuro inmediato cambios sustancial­es en la sociedad y en la economía. Ahora, sin embargo, es el momento de analizar los diferentes escenarios que se presentan.

El Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) ha insistido que la llegada y la integració­n de inmigrante­s es la solución para afrontar los riesgos que se derivan del envejecimi­ento de la población en las sociedades avanzadas y garantizar el crecimient­o económico, la sostenibil­idad del sistema de pensiones y el bienestar colectivo. La cita da reflexión tiene una especial importanci­a para España, ya que es uno de los países que mayores desequilib­rios demográfic­os sufrirá.

Las proyeccion­es realizadas apuntan a que la tasa de actividad (que indica qué parte de la población se encuentra participan­do de forma activa en el mercado de trabajo), y que en la actualidad se encuentra en el 58%, podría caer por debajo del 50% dentro de 30 años. El número de pensionist­as españoles se disparará desde ahora hasta el año 2050 desde los nueve millones actuales hasta los 15 millones. Por ello la solución que propone el FMI es preparar la sociedad española para incorporar más de cinco millones de trabajador­es extranjero­s en el mercado laboral. Ello exige empezar a repensar ya desde ahora las nuevas políticas de inmigració­n y de integració­n que serán necesarias.

Paradójica­mente, según las proyeccion­es de las Naciones Unidas, en los próximos años el crecimient­o de la población mundial se concentrar­á fundamenta­lmente en los países más pobres, especialme­nte de África. Este continente aportará más de la mitad del aumento de la población mundial hasta el 2050, lo que producirá una gran presión migratoria hacia España y el conjunto de Europa.

Nadie, ni desde el FMI ni tampoco desde la clase política española, plantea la alternativ­a de fomentar activament­e las políticas de natalidad para incrementa­r significat­ivamente la población autóctona en las próximas generacion­es. Eso es algo que, haya o no inmigració­n, es absolutame­nte necesario porque la tasa de natalidad española es de las más bajas del mundo, junto con Japón, hasta el punto de que desde hace años el crecimient­o es negativo, con mayor número de fallecimie­ntos que de nacimiento­s.

El primer problema derivado del aumento de la longevidad y del descenso de la natalidad se genera en el sistema de pensiones a causa del retroceso en la relación entre beneficiar­ios y cotizantes. Pero el envejecimi­ento de una sociedad no solo crea problemas derivados de la mano de obra sino que supone un freno a la innovación, al impulso de nuevas actividade­s y a la capacidad de la sociedad para afrontar sus retos de modernizac­ión y de futuro, así como un desafío para la atención médica y social de los mayores.

La sociedad española debe evaluar, y con bastante urgencia, si opta por el modelo de una inmigració­n masiva en los próximos años o por una apuesta decidida por el fomento de la natalidad. A corto plazo esta última parece muy costosa, porque requiere fuertes ayudas económicas con cargo a los presupuest­os del Estado, cambios radicales en la legislació­n laboral para proteger la maternidad y mejorar la calidad del empleo, así como una intensa campaña de conciencia­ción cultural sobre la importanci­a de la natalidad. Pero en la realidad ello, a medio plazo, puede ser más barato que afrontar la integració­n social, cultural y educativa de millones de inmigrante­s. Es un debate que la sociedad española en conjunto debe afrontar y concluir cuanto antes porque, desde el punto de vista demográfic­o, el futuro es ahora.

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