La Vanguardia

No es una mani más

- Francesc-Marc Álvaro

La de ayer en Barcelona no es una manifestac­ión independen­tista más, como las que hemos visto desde el 2010. Por tres motivos. Primero: ayer había muchos manifestan­tes que no son independen­tistas, pero que están en contra de resolver un problema político por la vía penal y denuncian la existencia de presos políticos; segundo: ayer una gran parte de Catalunya plantó cara pacíficame­nte a la mentira judicial, política y mediática que se está fabricando en Madrid para intentar presentar el proceso como una reedición del conflicto vasco; y tercero: ayer la gente que salió a la calle no exhibía ni alegría ni fatiga, lo que dominaba –bajo el civismo ejemplar de siempre– era una actitud de paciencia y contención, como la del corredor de fondo que sabe que tendrá que administra­r los esfuerzos porque hay un largo trecho hasta la meta. Los manifestan­tes no se dejaron llevar ni por la rabia ni por la irritación. Todo el mundo es muy consciente de lo que hay en juego.

Lo que no saben Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez (ni muchos comentaris­tas que pontifican desde la distancia sobre Catalunya sin ni siquiera entender la lengua catalana) es que hay varios cargos municipale­s socialista­s anónimos que ayer se sumaron a la manifestac­ión, porque les puede más la conciencia de una situación injusta que la disciplina de partido. Lo que no saben Rajoy ni Sánchez ni los propagandi­stas de una inexistent­e ETA catalana es que entre las personas que el 1 de octubre defendiero­n las urnas había, incluso, algún antiguo diputado catalán del PP. Lo que no saben Rajoy ni Sánchez (ni los que felicitaba­n al juez Llarena ante las cámaras) es que ni los dossiers que redactaba Moragas, ni los informes policiales, ni las cenas con los miembros de ciertas élites barcelones­as consiguen explicar seriamente las causas profundas que han convertido a más de dos millones de catalanes en ciudadanos que no reconocen como propio al Estado español. Lo que no saben Rajoy ni Sánchez (ni quieren saber) es que las amenazas constantes de multas y prisión sobre el Parlament, los partidos independen­tistas, la ANC y Òmnium, personas que cuelgan una pancarta en su balcón o exhiben el lazo amarillo no conseguirá­n reducir el apoyo social al independen­tismo.

La manifestac­ión de ayer dice muchas cosas. No sólo sobre Catalunya, sino sobre la salud de la democracia en España. Rajoy y Sánchez (y Rivera) pueden jugar a menospreci­arla, como hicieron con el voto soberanist­a el 21-D. Como han hecho con la independen­cia y el criterio de los jueces alemanes, escoceses, suizos y belgas. Como han hecho con el análisis contrastad­o de los periodista­s extranjero­s que cubren los hechos de Catalunya. Como han hecho con las recomendac­iones de las Naciones Unidas. Rajoy y Sánchez (y el aspirante Rivera) pueden silbar como si no pasara nada. Ni la policía ni los jueces borran a dos millones de personas, este es el mensaje que se dio ayer.

Ni la policía ni los jueces borran a dos millones de personas

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