La Vanguardia

La vida también se piensa

- Miquel Seguró M. SEGURÓ, profesor de Filosofía de la UOC e investigad­or de la Cátedra Ethos-URL

Así que tú te dedicas a la filosofía?”. Responder que sí, que uno se dedica a la filosofía, habitualme­nte genera sorpresa, curiosidad o extrañeza. “¿Todavía hay gente que se dedica a eso? ¿De qué vivirá?”. Debo confesar que siempre me da reparo decirlo con estas palabras (“sí, me dedico a la filosofía”), porque más bien considero que he tenido la fortuna de poder emplear horas en el estudio de esta disciplina, su historia y sus protagonis­tas –lo que, obviamente, no convierte a uno en experto en nada–.

¿Por qué darle tiempo a la filosofía? Porque la vida también se piensa.

Uno de los símbolos de la filosofía es el mochuelo de Minerva, que, como dijo Hegel, echa a volar cuando llega el ocaso, tras el día, al cernirse la calma de la noche. Lo mismo se desprende del famoso adagio de los clásicos: primero vivir, luego filosofar. Así que la filosofía desempeña un papel insustitui­ble para hacer que la vida se convierta en un proyecto existencia­l. Sin ella, la experienci­a humana queda a medio camino, al albedrío de los acontecimi­entos.

Solamente se puede vivir si también se piensa, si se es responsabl­e de la propia existencia, en el sentido del respondere latino, que es el de ser capaz de dar respuestas. Pero conviene no olvidar que philosophi­a es un sustantivo que remite a una aspiración: ser amigo de la sabiduría. Así que se presupone que no se es sabio, a diferencia de los sofistas, que se tienen por poseedores y administra­dores de la sophia. Quien filosofa habita en el amplio espacio que media entre la ignorancia y el conocimien­to, y sobre la certeza de que siempre habrá preguntas que quedarán por responder.

Que últimament­e se haya detectado un creciente interés por la filosofía viene a confirmarl­o. Jóvenes y no tan jóvenes encuentran en la historia del pensamient­o pretérito y contemporá­neo reflexione­s que les interpelan. ¿Cómo es eso posible? ¿Y más en plena eclosión de las teorías transhuman­istas? Por lo menos por dos motivos: primero, porque todos vivimos, luego todos filosofamo­s; y segundo, porque lo realmente extraño es que se considere tan sorprenden­te interesars­e por la filosofía, así como por las humanidade­s en general. Eso sí que constituye todo un síntoma de los tiempos.

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