Rubianes, esquina Joan de Borbó
El humorista ya da nombre a una calle a la que encontraría, por lo menos, un defecto
Empapados por la lluvia, el sábado los operarios municipales recorrieron la calle Almirall Cervera para cambiar sus placas. En ellas ahora se lee Pepe Rubianes. El humorista, que murió hace 9 años, ya da nombre al lugar de la Barceloneta donde vivió. “Pepe qué... Do you speak English?”, respondía ayer con una pregunta la dependienta de la tienda de alquiler de bicis eléctricas del número uno, la misma finca en que vivió Rubianes, cuando se le preguntaba si conocía al personaje al que estaban a punto de homenajear. No sabía de quién le hablaban.
De todas las placas de la calle, que cruza numerosos callejones, los operarios sólo cubrieron con una pequeña lona la más cercana al mar para que la destapara la alcaldesa Ada Colau. El acto fue el colofón a una celebración popular en la que no faltaron las bromas por la cercanía de las calles Pepe Rubianes y Joan de Borbó, de la que se hubiese burlado el humorista galaico-catalán. Ayer, bajo un sol espléndido (alguien señaló también que a Rubianes le hubiera hecho gracia ver a tanto público “cara al sol”), cantaron en directo Èric Binaixa y Joan Manuel Serrat. Y le dedicaron unas palabras desde su hermana Carmen Rubianes hasta Joan Lluís Bozzo, Manel Fuentes, Andreu Buenafuente, Francesc Orella, Joan Gràcia, el pare Manel y otros amigos íntimos. Varios de ellos señalaron que con su verborrea, hoy el cómico estaría en el punto de mira de jueces y fiscales. Y la propia alcaldesa lamentó, refiriéndose al cómico y a otros personajes de la Barceloneta que han desaparecido, como Paco Camarassa, “¡¿Por qué coño muere siempre la gente buena?!”. Colau celebró el relevo de Rubianes al almirante Cervera, al que tildó de “facha”.
En los comercios de la calle, algunos no tenían ganas de fiesta. En el restaurante Salamanca, Alfonso Gómez lo decía claro: “No veo que este hombre hiciera nada por el barrio; lo he visto sólo de paseo, y hay gente que ha hecho mucho más que él”. Personas, detallaban en la Bodega Jordi los hermanos Cristina y Jordi Òdena (tercera generación al frente del negocio), como mosén Pau, que se volcó con la gente sin recursos. “No tenemos nada en contra de Rubianes, todo lo contrario”. Cuentan que solían servirle un vermut y una anchoa, especialidad de la casa. Pero no entienden por qué él antes que otros y por qué tanta prisa, cuando a ellos nadie les ha consultado. Lo mismo opina la gallega Nieves Blanco, quien le despachó más de un café en el bar La Cepa. “En realidad no me parece ni bien ni mal porque es demasiado tarde para opinar. Pero me he gastado el dinero en tarjetas que ahora tendré que tirar. ¿Y por qué no homenajear al cantautor Bernardo Cortés o a un escritor del barrio? Todos lo merecen,
En el bautismo del vial se recordó que hoy el cómico estaría en el punto de mira de jueces y fiscales
y lo correcto hubiera sido una placa para cada uno y no cambiar el nombre de la calle. Menudo lío”.
Sunil Mirpuri, de la tienda Soni Club, cuenta que su padre mantenía largas conversaciones con Rubianes cuando se acercaba a comprar pilas o una radio. “Merece un homenaje, pero para los que tenemos negocio es un follón de cara a los proveedores y nos obligará a hacer gestiones”. Según Mirpuri, podrían ser tan resolutivos “para atajar el problema de los 800 manteros que ocupan el barrio cada fin de semana”. Con peor humor lo suelta Sonia Pulgar, del bar Iguazú, que no conocía al humorista y a quien la idea no le hace ni pizca de gracia: “Me parece una chorrada que gasten en cambiar las placas y fiestas que las pagarán con lo que nos roban”. Nada que ver con lo que opina Pilar Gil, quiosquera y fan incondicional de Rubianes. “Le vendía el diario cuando iba de camino al desaparecido bar Emilio, donde le gustaba desayunar”. Cuenta que era un hombre inteligente y fantástico que decía muchas verdades. “Su valentía y su voz nos hace más falta que nunca”.