La Vanguardia

Toni Batllori, secretos de un dibujante

El ‘ninotaire’ cierra con su nuevo libro un Salón del Cómic que repite 118.000 visitantes

- JUSTO BARRANCO

El Salón del Cómic cerró ayer su 36.ª edición repitiendo la cifra de visitantes de los dos últimos años: 118.000, con un sábado espectacul­ar que agotó las entradas anticipada­s y un domingo por la mañana más tranquilo, en el que algunos de sus potenciale­s visitantes estaban en la vecina manifestac­ión en el Paral·lel y, al revés, algunos manifestan­tes se dieron un garbeo por el Salón con banderas esteladas caladas como una capa de superhéroe. Una jornada de cierre en la que hubo multitud de conferenci­as y clases magistrale­s de las cuáles la penúltima fue una mezcla de ambas: el ninotaire Toni Batllori, dibujante de las tiras políticas de La Vanguardia, presentó nuevo libro, Dibuixa’m una patata (Libros de Vanguardia). Una obra breve en la que desvela con humor sus secretos como dibujante, los mezcla con su vida e, incluso, por si alguien en un momento lo necesita, incluye un anexo ilustrado sobe cómo cultivar de verdad una patata.

Porque en este libro sobre la magia de dibujar y que reivindica ir a lo esencial, la imagen central de la que parte es la patata, ese círculo mal hecho, lo que les sale a los niños cuando intentan por primera vez hacer una forma cerrada, su primera circunfere­ncia. Una forma primigenia e irreverent­e. “Todo esto comienza porque uno se hace mayor y tiene ganas de explicar lo que había aprendido dibujando”, aseguró ayer en el Salón del Cómic mientras una cámara proyectaba en una gran pantalla los dibujos que iba trazando: mesas voladoras, la caída de una pluma, patatas que al dibujarlas encima de una mesa se transforma­n en agujeros, agujeros que son blancos y no negros como los de Stephen Hawking, ríe. También dibuja alegóricam­ente ninots que hacen de funambulis­tas sobre hilos cuyo extremo aguantan ellos mismos... o que piden un rotulador para continuar dibujando la cuerda floja sobre la que caminan.

Quería contar en el libro, recordó, cómo se hace que en la página una cosa quede delante de la otra, o detrás, o encima... pero también quería discutir algunas ideas de grandes creadores sobre el dibujo que a él le enervan. “Iba dándole vueltas y me encontraba entre dos extremos para explicarlo: una cosa totalmente pesada y de método para aprender a dibujar, o una cosa muy filosófica, hablando de Magritte y de si una pipa dibujada es una pipa o no. Hasta que encontré la patata, que me permitió mezclar la explicació­n de cómo se dibuja con la más filosófica, en la que estaba muy motivado por un libro que me pone un poco de los nervios que se llama Punto y línea sobre el plano, de Kandinski. En un momento de euforia revolucion­aria al inicio de la URSS, él se creyó con suficiente autoridad como para explicar cómo se dibuja. Decía que si coges un punto y lo pones aquí arriba quiere decir que se aleja, si haces una línea helicoidal así quiere decir que baja, y así que sube... El libro es interesant­e, pero es intentar lo imposible, que es quitar la parte de expresión artística y sentimient­o y alma a este trabajo, dejar el arte en algo matemático, frío. Yo tenía tantas ganas de discutir la prepotenci­a de Kandinski de pensar que se podía explicar el arte en 150 páginas, que pensé en titular mi libro Patata y línea sobre el plano”, sonrió. “Al final, aunque El principito también me pone un poco de los nervios, en el libro él le pide al piloto que le dibuje un cordero. Y de ahí salió mi título”, desveló.

Y afirmó que en este libro ha hecho “funambulis­mo entre lo que he aprendido haciendo de ninotaire y mis neuras y mi biografía y recuerdos. Hay oficio y memoria. El tercer capítulo, Huevo frito y patatas fritas, comienza hablando de mi abuela y los veranos”. Su técnica narrativa, explicó, “ha sido que una cosa lleve a la otra, como en las tiras, de hecho he intentado que sea como una tira, corto, que la gente no se canse, y que esté bien cerrado sobre él mismo ”. Un trabajo, el de las tiras humorístic­as, que, rió, “se tendría que valorar más: para hacerlo, estás toda la vida desordenán­dote la cabeza para intentar explicar las cosas de manera sorprenden­te y no acabas aprendiend­o nunca nada”.

En realidad, algo sí ha aprendido. “Dibujar para mí esencialme­nte es sugerir, se trata de no hacer pornografí­a sino erotismo”, apuntó. Y añadió que es necesario además “tener claro que igual que Magritte dibujó una pipa fantástica muy bien dibujada y puso debajo ‘Esto no es una pipa’, esa es la madre del cordero de todo, que no nos tenemos que

desesperar. De pequeños hacemos dibujos fantástico­s, luego uno quiere dibujar bien a los diez años y, como no le sale, dimite de dibujar. Pero es que sólo es una representa­ción, podéis seguir dibujando lo mal que queráis”, exhortó. “También quería también transmitir la magia del dibujo y explicar que es algo muy personal: si hicieran una rueda de reconocimi­ento con todos los dibujantes de Barcelona y sus dibujos delante, reconocerí­amos bastantes”. aseguró. Y además de un manual de ninotaire, concluyó Batllori, “el libro es un homenaje a los niños, que dibujan sin manías, y a personajes como Miró, que quizá no era un gran dibujante, y quizá incluso era malo, pero fue capaz de mantener esa pureza instintiva de los niños y explicarse con cuatro cosas”.

PATATA, OFICIO Y MEMORIA

“En el libro hago funambulis­mo entre lo aprendido de ‘ninotaire’ y mis neuras y recuerdos”

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Toni Batllori ayer en la presentaci­ón de Dibuixa’m una patata
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ANA JIMÉNEZ

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