Consagrar primaveras
Raquel García Tomás estrenó ‘Balena blava’ enfrentada al espejo de la ‘Consagración’ de Stravinski
Balena blava/Consagración de la primavera Intérpretes: Orquestra i Cor de l’Escola Superior de Música de Catalunya. Marta Angelat, narración
Director: Edmon Colomer Lugar y fecha: TNC. 14/IV/2018 A pesar de la modernidad, el ritual sigue presente en muchos rincones de nuestra sociedad; la celebración del cambio –sin explicitarlo a veces- aparece marcada por propuestas litúrgicas, o por situaciones diversas, propiciadas por el cambio en la naturaleza, o por el entramado publicitario que nos rodea. El ritual, la celebración de signos comunitarios, es parte de la estructura social, y muchas fiestas son manifestación de ello. Los cambios económicos inciden en las formas modificándolas y vaciándolas de contenido, pero otros rituales parecen sustituirlas. Celebrar la primavera es todo un acto vital. Y una amable alianza de colaboración entre la Esmuc y el Teatre Nacional parece haber animado esta circunstancia celebratoria, que dio lugar por un lado al estreno de una obra de la compositora Raquel García Tomás y a la interpretación –también por la Orquestra de l’Esmuc– de La consagración de la primavera , un verdadero ritual de paso para los estudiantes afrontado con gran profesionalidad.
La obra encargo para este concierto Balena blava de García Tomás (Barcelona, 1984) destacada compositora y vídeo artista, sobre texto de Victoria Szpunberg (Buenos Aires, 1973), se inspira en rituales de sacrificio que enlazan con un triste y macabro juego cibernético sobre la determinación de la muerte. Pero en cierto modo la música y el texto original –ambos trabajados conjuntamenteejercen una mediación purificadora, dotando a este monodrama de belleza artística, sin estridencia. Los recursos: generosa orquesta de cuerdas y percusión sutil, junto a un coro y una estupenda narración a cargo de Marta Angelat. Subrayo la narración ya que hay momentos de la obra en que la forma de decir establece un atractivo contrapunto con la escritura musical y la tensión. El episodio en que entra el coro es sutilmente subrayado por detalles de percusión que agregan color muy cálido. La cuerda trabaja por lo general con frases de notas largas que complementan el texto y variaciones –siempre de fondo surgen rasgos melódicos de la Consagración de Stravinski– muy sutiles, que lentamente ganan en componentes rítmicos.
Y de ahí a la verdadera Consagración, una piedra de toque para una orquesta que felizmente trabajó bajo la dirección de un experto y un artista como Edmon Colomer. Debió meterse en los entresijos de la partitura –llevada por jóvenes músicos ejemplares que en su mayoría la tocaban por vez primera– cuidando la tensión de los detalles que atan la trama con diferencias rítmicas muy rápidas e insalvables si no se atienden. Muy buen trabajo de los solistas, con la difícil frase del fagot, como en general de toda la madera; fortaleza en la cuerda y en metales y buena presencia de la percusión que –debido al escenario– debían a veces tocar de lado. La puesta escénica bordó la ocasión.