El vecino de la acusada ocultó a los Mossos que oyó una motosierra
El hombre evitó dar información porque mantenía una relación sexual a escondidas con la urbana, acusada de matar a su novio
El desbloqueo del teléfono móvil de Rosa Peral, la agente de la Guardia Urbana acusada de matar a su novio junto a su amante, ha sacado a relucir que un testigo ocultó información a los Mossos d’Esquadra. Cuando la mujer fue detenida, los agentes iniciaron una ronda de interrogatorios entre los vecinos que vivían en la misma urbanización por si pudieran haber oído gritos o ruidos que les hicieran sospechar. Tanto la noche del 1 al 2 de mayo, el día que se produjo el crimen del agente de la Guardia Urbana Pedro Rodríguez, como la madrugada del 2 al 3, día en el que fue calcinado el cadáver en el maletero de un coche en el pantano de Foix, nadie oyó nada.
La sorpresa saltó cuando los investigadores lograron desbloquear el móvil de Rosa Peral y descubrieron que un vecino le mandó un whatsap el día 3 preguntándole si había utilizado una motosierra que le había despertado aquella noche. El gran interrogante es por qué el vecino no dijo nada a los Mossos cuando le interrogaron. La explicación de los policías es que el vecino mantenía una relación sexual a escondidas con Rosa Peral y el hombre prefirió guardar silencio por temor a ser descubierto. Así lo corroboran los mensajes que se intercambiaron y que fueron hallados en el terminal de la mujer. Aquel mismo día en que el vecino le preguntó por la motosierra, también se interesó en saber si Rosa “estaba sola” en casa. Ella le respondió que “sí y que si su novio Pedro seguía enfadado, repetirían”. Eso deja entrever que Rosa y el vecino ya habían mantenido relaciones con anterioridad. Aprovechaban cuando su novio se marchaba del domicilio después de alguna bronca. El fallecido solía salir con la moto para airearse durante un par de horas cada vez que discutía con Rosa, tal y como relataron varios testigos recopilados en el sumario. Sin embargo, en estos mensajes en concreto aportados a la investigación, Pedro no podía estar enfadado porque ya estaba muerto y su cuerpo había sido calcinado la noche anterior a manos de su novia y del otro acusado, Albert López, también agente de la Guardia Urbana. El vecino también le pidió a Rosa intercambiarse fotografías sexuales pero ella le dijo que no podía. ¿Quieres verlo?, le preguntó él. ”Claro”, le respondió ella. El hombre le envió una fotografía de sus partes íntimas y luego le pidió a la mujer que “lo borre todo”. Rosa le contestó: “claro, que sino me mata”, en referencia a su novio, puesto que “ya bastante se enfada a diario por cualquier cosa”.
El móvil desbloqueado de Rosa también arrojó una nueva pista que no pasó inadvertida para los investigadores. Los dos acusados repintaron de blanco una pared de la escena del crimen supuestamente para enmascarar las salpicaduras de sangre. Como se aprecia en las fotografías, el muro estaba a medio pintar de color naranja y justo cuando la policía científica visitó el domicilio para proceder a un registro y buscar restos de sangre, la pared era de color blanco. En las fotografías también aparecía una sofá que los acusados también hicieron desaparecer.
Tanto la información de la motosierra, como la pared repintada como la desaparición del sofá permite reforzar las sospechas de que el cadáver de Pedro Rodríguez pudo ser descuartizado antes de ser quemado en el pantano. Esa es la principal hipótesis que justificaría por qué se encontraron salpicaduras de sangre en las paredes, a pesar de que la autopsia concluyó que el hombre murió estrangulado, y daría una explicación al hecho de que el cadáver presentara las extremidades amputadas.
El testimonio del inquilino de la casa de al lado puede reforzar la tesis de que el fallecido fue descuartizado