Una oleada de solidaridad
El hashtag que da voz a las víctimas suma 250.000 tuits en sólo dos días
La gran mayoría de las mujeres que en las últimas horas han narrado sus historias de abusos y agresiones sexuales bajo el hashtag #cuéntalo lo han hecho por primera vez. A media tarde de ayer, la etiqueta sumaba en Twitter más de 250.000 relatos en 48 horas, algunos escalofriantes, que no han hecho más que evidenciar que existe una epidemia, una costumbre perpetuada de actitudes, abusos y agresiones sexuales contra las mujeres que muchas nunca se atrevieron a denunciar hasta ahora.
Lo que está pasando estas últimas horas en las redes sociales tras el impacto causado por la sentencia de La Manada ha hecho aflorar lo que durante años han advertido muchos analistas de la seguridad pública: que existe una realidad tapada de delitos contra las mujeres que no tiene reflejo en las estadísticas porque nunca se llegan a denunciar.
Ha sido la periodista y escritora Cristina Fallarás la que el jueves creó el hashtag #cuéntalo, que ha dado voz a las mujeres que se han sentido victimizadas y que ha desatado una avalancha de testimonios y una oleada de solidaridad. El jueves por la tarde Fallarás recuperó en su cuenta de Twitter un artículo de la codirectora de Público, Virginia P. Alonso: “La ‘no violación’”. En su historia, la periodista relataba en primera persona cómo fue manoseada por una turba de hombres en el piso superior de un autobús británico cuando tenía 14 años.
Aprovechando esa confesión, Fallarás abrió un hilo en su Twitter animando al resto de mujeres a crear entre todas el relato inexistente de una realidad desconocida. Anoche, la escritora reconocía sentirse emocionada, desbordada y orgullosa. Su iniciativa ha puesto en evidencia, entre otras cosas, el desconocimiento que existía sobre una realidad paralela que algunas sobrellevan en silencio y con angustia. Pero Fallarás consiguió que al levantar la voz otras muchas que habían guardado el secreto se atrevieran a dar el paso, al comprobar que no habían sido las únicas en sufrir determinadas conductas.
Esa era una de las coletillas más utilizadas por las mujeres que han escrito en el #cuéntalo: “no sabía que esto también le había pasado a tantas otras”. Y eso iba desde mirar hacia atrás siempre que una camina sola por una ciudad hasta ir con las llaves preparadas en la mano metros antes de llegar a casa o hasta los episodios más graves de agresiones.
Es muy difícil elegir entre los 250.000 relatos que a última hora de la tarde se habían compartido en las redes sociales. Pero si hay un dato revelador, que también confirman las estadísticas policiales sobre la violencia sexual, es la gran cantidad de testimonios de agresiones y abusos, iniciados entre los 8 y los 14 años y cometidos a veces por quienes debían cuidar a
Miles de mujeres han compartido vivencias traumáticas que se han viralizado en las redes sociales
las víctimas: sus padres, sus abuelos, sus tíos, sus hermanos. Evidentemente esos relatos conforman una minoría de los 250.000, pero están y fueron los más compartidos, por duros.
Algunas se atrevieron a compartir ese dolor por primera vez, con sus nombres y apellidos. Sin miedo. Uno de los primeros y que generó una reacción en cascada de otros muy parecidos fue el de Paula Borja. “Tengo 32 años y me despierto con miedo cuando se me cae el edredón por las noches. Cuando era pequeña me pasaba igual. El hombre que más tenía que haberme querido tiraba el edredón al suelo y ahí empezaba todo”.
Los relatos evidencian las consecuencias de esos actos, los efectos secundarios y las secuelas que las víctimas arrastran. Las que en estas últimas horas se han atrevido a gritar a los cuatro vientos lo que les pasó se han sentido “liberadas”, según han escrito ellas mismas. Al contarlo, al arrancarlo de ese fondo del cajón de la memoria que nunca se logra cerrar, se acaba con ese otro castigo bilateral que acarrea, el de la culpa. Como cuenta Fallarás, muchas de las mujeres que están compartiendo sus relatos, en el fondo, se sentían culpables.
Elisa Maza también se sumó al #cuéntalo con esta vivencia: “Fue mi padre, y empezó antes que mi memoria. ¿Dos, tres años?, ¿menos? Acabo de cumplir 41 y hace unos meses volví a terapia porque, aunque creía que sí, no lo he superado. Depresión crónica, ataques de ansiedad, pesadillas... Nunca tuve pareja. Sola me siento segura”.
El torbellino de mensajes que aglutinó Twitter no fue espontáneo. Fue precisamente el caso de La Manada, tras la denuncia, y la fase de instrucción, cuando se supo que la defensa había contratado a dos detectives para seguir a la víctima, cuando se empezaron a alzar voces cada vez más firmes contra lo que estaba ocurriendo con las mujeres.
Movimientos que en los Estados Unidos tuvieron como reflejo el #Metoo, liderado por las principales actrices norteamericanas que señalaron en voz alta a sus acosadores y agresores. El pasado ocho de marzo, centenares de miles de mujeres se manifestaron en las principales ciudades y pueblos de la geografía española ocupando un espacio y asumiendo un relato desconocido. Sin esas protestas y los debates que generaron, el #cuéntalo de estas últimas horas quizás no habría existido.
Muchos hombres se sumaron al movimiento #cuéntalo, mostrando su solidaridad con las víctimas y su asombro con la dimensión del problema. “Hay cosas que los hombres no podemos comprender ni imaginar siquiera. Por eso debemos escuchar a las mujeres y creerlas”, tuiteó Ángel Sanchidrián.
Mucho ha removido la polémica sentencia de La Manada para que, apenas tres días después, mujeres con renombre y anónimas se atrevan a compartir sus historias. Aquí va uno más, para cerrar esta crónica, de Rocío Romero Otero: “Caminar por la noche por la calle sola, oír un chico que te dice: “¿A dónde vas?”. Ignorarlo y apurar. Escuchar que te sigue y te vuelve a preguntar...”.