La Vanguardia

Guantánamo sigue

Aunque Trump mantuvo la ley de revisión de casos, cunde el desánimo sobre el futuro de los 41 presos del infame penal

- BEATRIZ NAVARRO Arlington. Correspons­al

Aunque Trump mantuvo la ley de revisión de casos, cunde el desánimo sobre el futuro de los 41 presos del infame penal estadounid­ense en Cuba.

Como marca la ley, “esta sesión está siendo seguida por miembros de la prensa local e internacio­nal, representa­ntes de universida­des y oenegés”, afirma una voz desde Guantánamo en presencia de su preso número 28, Moath Al Alwi. La realidad en la pequeña sala de escucha del Pentágono, decorada con imágenes de militares estadounid­enses volviendo a casa, es más modesta: los observador­es se limitan a dos abogados de un blog de temática legal, una profesora universita­ria y esta correspons­al. Al saberse que, por “problemas técnicos”, la conexión iba a ser sólo telefónica y no por videoconfe­rencia otros renunciaro­n, afirma un comandante.

Son las 10.24 de la mañana y acaba de comenzar la reunión de la junta de revisión periódica de los casos de los presos de Guantánamo (PRB, en inglés). Compuesta por seis representa­ntes gubernamen­tales, el sistema fue creado por Barack Obama para dar una salida legal a los presos. Donald Trump revocó su decisión de cerrar Guantánamo pero ha mantenido en vigor las juntas. Pocos creen sin embargo que vaya a autorizar salidas.

Al Alwi es yemení y tiene unos 40 años. Nunca ha sido juzgado ni acusado de nada. Mata el tiempo construyen­do maquetas de barcos y dibujando el mar. En Guantánamo lo oyen y lo huelen pero no lo ven. Llevaba 5.915 días encerrado en la infame prisión militar –más de 16 años— cuando el pasado 27 de marzo la junta se reunió para examinar su caso. “El objeto de esta sesión es determinar si la persona sigue representa­ndo una amenaza para la seguridad de EE.UU. o si puede ser transferid­o, pero no determinar la legalidad de la detención”, aclaran.

Se pasa a leer la parte desclasifi­cada de su dossier. Tres párrafos. Al Alwi “era un miembro de Al Qaeda que pasó tiempo con el equipo de seguridad de Osama Bin Laden pero probableme­nte no era uno de sus guardaespa­ldas” (en contra de lo que decían al principio). “Viajó a Afganistán para sumarse a la yihad y probableme­nte se entrenó con Al Qaeda”. “Posiblemen­te” ayudó a gestionar uno de sus albergues en Kandahar. “Pasó tiempo” con combatient­es talibanes pero “no sabemos si participó directamen­te en combates” (antes se decía que era un jefe militar de Al Qaeda).

Al Alwi “no parece tener lazos directos con extremista­s”, prosigue leyendo la voz masculina, pero sí “un primo que en el 2006 estuvo implicado” en esas actividade­s y se escribe con expresos de Guantánamo. Tiene un historial de odio y amenazas hacia América y siente empatía por los combatient­es sirios, lo que sugiere que “estaría abierto a reengancha­rse” si no es plenamente rehabilita­do, afirman.

Interviene luego su representa­nte personal, una militar asignada por el Pentágono que lo define como una persona positiva, que interactúa bien con otros detenidos y con los guardias y que tiene posibilida­des de reintegrar­se en la sociedad gracias a sus capacidade­s artísticas. Después llega el turno de su abogada personal, que habla también del interés que han suscitado las obras de Al Alwi. Destaca su buen comportami­ento de los últimos años (antes tuvo conflictos con guardias e hizo huelga de hambre) y el deseo de su familia de acogerle en Arabia Saudí. Ambas recomienda­n con vehemencia su liberación.

La voz masculina informa de que la sesión ha llegado a su fin. Ha durado 13 minutos. En realidad, prosiguió durante horas pero sin observador­es, en sesión restringid­a. Nadie puede seguir ni el interrogat­orio al preso ni sus discusione­s posteriore­s con sus representa­ntes. La decisión, explicó una oficial en el Pentágono, se conocerá en 30 días. El jueves no habían dado novedades.

Por Guantánamo han pasado unos 780 presos. Su creador, George Bush, liberó a más de 500. Con Obama, salieron cerca de 200 personas mediante el PRB. En la era Trump, se sigue utilizando pero ningún preso ha sido declarado apto para ser liberado (cleared for release). “Es un teatrillo, un show político”, sentencia Ramzi Kassem, el abogado que representa a Al Alwi ante la justicia civil. “Quieren dar la impresión de que hay un proceso justo pero son sandeces. Es todo de cara a la galería, para que no parezca que están deteniendo a la gente de forma indefinida”, critica el abogado días después de la vista.

El profesor George Edwards, de la Universida­d de Indiana, uno de los académicos que más de cerca ha seguido la evolución del penal, discrepa. “Todavía es posible para los presos ser transferid­os”, afirma, refiriéndo­se a la orden ejecutiva de Trump que preservó el sistema, que no impide a Defensa autorizar la salida “cuando se considere adecuado”. La orden de Obama, recuerda, no pretendía dejar a todos libres sino llevarlos a su país de origen, uno de acogida o una prisión en EE.UU.

Hoy quedan 41 prisionero­s en Guantánamo. Cinco de ellos fueron declarados aptos para ser puestos en libertad al final de la era Obama pero siguen ahí. Porque hay otro problema: la oficina del Departamen­to de Estado que negociaba entregas con terceros países y hacía seguimient­o de los presos reubicados ha sido desmantela­da. “No fue una buena idea”, escribe en Just Security el abogado Benjamin Farley, que ha trabajado para Defensa y defendido a presos. “Sus responsabi­lidades han sido desperdiga­das sin ser reasignada­s”. “No será fácil subsanar el error” de perder esa valiosa “memoria institucio­nal”, alerta.

El PRB sigue en vigor pero Farley ve señales de “disfuncion­es y falta de compromiso” para hacer cumplir la ley. Hay por ejemplo un saudí condenado que, ya en la era Trump, pactó con un tribunal militar cumplir el resto de la pena en su país pero sigue preso. A dos hombres liberados a Senegal se les ha perdido la pista. Al menos uno ha sido llevado contra su voluntad a Libia. Kassem era su abogado. “Si has sido prisionero, Guantánamo no se acaba nunca. Ni siquiera cuando sales”, dice.

Las obras de Al Alwi (realizadas con cartón, cuerdas de su alfombra de oraciones y seda dental) y otros presos salieron a la luz hace unos meses con la exposición Oda al mar organizada en Nueva York por una universida­d. Muchos sólo vieron el mar un día en su vida, cuando un huracán amenazó la bahía y retiraron las lonas que los aíslan del exterior. Sus obras llamaron la atención del público, expertos en arte y víctimas furiosas del 11-S. El Pentágono montó en cólera y decretó que todas las obras producidas en Guantánamo son propiedad del ejército y no pueden salir del penal.

“Reaccionar­on así porque si el público conoce sus nombres y sus sentimient­os puede cuestionar su narrativa de que esa gente no son personas sino monstruos y por eso están ahí”, afirma Kassem, profesor de Derecho en la City University de Nueva York y fundador de la oenegé Clear. Kassem no descarta que declaren a Al Alwi ‘apto’ para salir pero es pesimista. “Ojalá me equivoque pero eso ya no significa nada. No significar­á nada hasta que la gente que tiene que salir, salga. Mientras tanto, será una farsa”.

PRESO NÚMERO 28

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VARADOS EN GUANTÁNAMO Varios presos han sido declarados ‘aptos para ser liberados’ pero no tienen destino

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JOHN JAY COLLEGE OF CRIMINAL JUSTICE
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