La Vanguardia

HISTORIAS DE CLEPTÓMANO­S

Anna escondía un arsenal de cremas en casa. Elena tiene especial debilidad por los licores. Son historias reales de cleptómana­s

- JAVIER RICOU

Son víctimas de un impulso que les empuja a hurtar y sienten placer con esa conducta.

Todo se desmoronó cuando la pillaron y se quedó sin trabajo. Anna (el nombre es supuesto) guardaba en su casa un auténtico arsenal de perfumes y cremas. Los fue hurtando sin que nadie se percatara de ello a lo largo de casi cuatro años. La mayoría en unos grandes almacenes de Barcelona, en los que trabajaba como dependient­a, aunque también robó en otros establecim­ientos de poblacione­s que visitaba en vacaciones o fin de semana. La práctica totalidad de esos tarros y botellas estaban sin abrir, aunque bien colocados en una estancia del domicilio como si se tratara de una exposición. Anna no necesitaba la mayoría de esos productos, pero sí los exhibía para presumir ante sus amigas –se presentaba como una experta en cremas y perfumes convencida de que así aumentaba su estatus social– que jamás sospecharo­n del trastorno y conducta adictiva de esta mujer. Anna es una cleptómana de libro, afirma Helena Romeu, la psicóloga clínica que la ha tratado.

Anna cometió esos hurtos en una etapa complicada en su vida. Se había divorciado y su autoestima cayó por los suelos. No tiene hijos y le costaba encontrar el placer que la mayoría de personas hallan en situacione­s cotidianas. Quedó sumida en una depresión leve y un día descubrió que hurtar un objeto le producía una gran satisfacci­ón, algo totalmente desconocid­o para ella. “Aunque la primera y segunda vez que lo hizo lo pasó mal, fue al repetir esas acciones cuando le invadió la euforia. Cada vez se sentía más segura y llegó a creerse que era la más lista”, indica Helena Romeu. Todo muy acorde con el perfil del cleptómano. “Personas que encuentran el placer con la transgresi­ón de las normas, las grandes mentiras y el riesgo”, añade la psicóloga.

En el caso de Anna fue ella misma la que acudió a la consulta de psicología para pedir ayuda, en contra de que lo que ocurre en la mayoría de estos trastornos, destapados por familiares o el entorno más cercano de los cleptómano­s. “Lo que más les cuesta, como ocurre con todas las adicciones, es reconocer que tienen un problema. Piensan que hurtar objetos de poco valor no tiene ninguna importanci­a”. Anna fue, sin embargo, consciente de su trastorno al quedarse sin empleo. Y a partir de ese momento empezó el trabajo de la doctora Romeu. La terapia duró seis meses y la psicóloga tuvo que descubrir el origen del problema que empujó a Anna a convertirs­e en cleptómana. “Usamos fármacos para curar la depresión y otras estrategia­s como pedir a Anna que tirara los objetos a la basura, antes de llegar a casa, si volvía a hurtar. Y también le enseñamos a controlar el impulso que empuja a estas personas a llevarse cosas que no les pertenecen cuando sufren cuadros de ansiedad que sólo desaparece­n en el momento de cometer los pequeños hurtos o robos”, continúa Helena Romeu.

El caso de Anna es el ejemplo de la cleptómana madura y acomodada (la mayoría de personas que padecen este trastorno son mujeres) que no tiene ninguna necesidad de robar y que disfruta de una holgada situación económica que le permitiría pagar los objetos que se lleva a casa sin pasar por caja.

Nada que ver, en lo que afecta al perfil, con el caso de Elena (el nom- bre es supuesto), atendida también en la consulta de esta psicóloga clínica. Esa paciente tiene sólo 15 años y han sido sus padres los que la han convencido para que se someta a una terapia. Elena tiene una especial predilecci­ón por las botellas de licor y la bollería industrial. Puede cometer hasta cuatro hurtos en un solo día y su actual filosofía de vida se basa en transgredi­r las normas. Disfruta con el riesgo asumido en cada hurto. En su caso el botín obtenido raras veces se lo lleva a casa. “Es una cleptómana que actúa de esa manera para subir su autoestima y ser respetada en el

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ULRICH BAUMGARTEN / GETTY La excusa. Se me olvidó pasar por caja, me lo puse en el bolso y a la hora de pagar no me acordé... La excusas que dan los cleptómano­s cuando son descubiert­os se suelen repetir
 ??  ?? Winona Ryder, cazada en el 2001 hurtando prendas de ropa en Beverly Hills, es la cleptómana más famosa del mundo. Ella sí que admitió sufrir el trastorno al ser descubiert­a
Winona Ryder, cazada en el 2001 hurtando prendas de ropa en Beverly Hills, es la cleptómana más famosa del mundo. Ella sí que admitió sufrir el trastorno al ser descubiert­a

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