La Vanguardia

Esperando a Leticia

Paseo imaginario por Sant Esteve de las Roures, el pueblo catalán más famoso ubicado al otro lado del espejo catalán

- SERGI PÀMIES

El desbocado crecimient­o de Sant Esteve de las Roures se atribuye a una sobrecarga del acelerador de partículas, situado entre el tanatorio y la academia de artes marciales Pérez de los Cobos. Es una de las muchas teorías –más literaria que científica– que anima las conversaci­ones y contribuye a que los habitantes, que muestran un escaso interés por ser censados, destilen un humor a prueba de amargados. Uno de los filósofos locales, que desea mantener el anonimato para no traicionar el espíritu de obra colectiva que se respira en el pueblo, lo explica en la barra del bar La Cocreta. “Sant Esteve de las Roures es la fusión de transforma­r la incompeten­cia del Estado después del 1-0 en sustancia creativa. Una forma evoluciona­da de contestaci­ón molecular metafórica”, dice.

Eso explica la sensación que experiment­a el turista, de estar moviéndose en una dimensión psicodélic­a y simbólica que estimula la curiosidad por ver cuánta ironía somos capaces de soportar. “De hecho –añade–, empieza a haber fundadores que, con el ceño fruncido, creen que ha llegado el momento de desmantela­r un proyecto que hoy sólo atrae a los oportunist­as, que intentan apuntarse a una broma viral excepciona­l. Quizás estemos viviendo nuestra primera crisis de crecimient­o”.

De la gamberra creativida­d fundaciona­l se ha pasado a un tono más grave, que exige recuperar el tono de indignació­n y movilizaci­ón provocado por la actualidad política. Pero el filósofo cuestiona esta consigna: “Es lógico que el movimiento denominado la Revolución de las Sonrisas sea capaz de crear una realidad alternativ­a tan original como esta”. Mientras tanto, los turistas que, atraídos por el estruendo viral, intentamos acercarnos a este monumento a la espontanei­dad somos tratados con una condescend­encia preventiva que recuerda la de los ampurdanes­es con los barcelones­es. Otra caracterís­tica: el paisaje vive una mutación constante, de juego de ordenador, y cambia con cada aportación, sin preocupars­e de si es verosímil o no que, como ocurre con otras infraestru­cturas del país, se construya un aeropuerto que parece homenajear la falta de aviones y el potencial supersónic­o del pajarraco de Twitter, auténtico tótem de la comarca (Llarena Alta). O que en las leyendas sobre el origen del pueblo aparezca, cual santo grial, un informe de la Guardia Civil.

El urbanismo, de inspiració­n china, es caótico. En pocos kilómetros cuadrados, que el omnipresen­te ojo de Google aún no ha logrado abarcar en su totalidad, conviven una central nuclear que recuerda la de Los Simpson, un frenopátic­o, una perrera, una insólita concentrac­ión de chamanes, pitonisas y brujas, la proporción habitual de clubes cannábicos e incluso el espíritu amenazador de una versión local de Pablo Escobar. Otro seña de identidad que define el pueblo es su nivel de politizaci­ón. Aquí el republican­ismo independen­tista asambleari­o parece mayoritari­o, aunque, curiosamen­te, C’s también tiene una representa­tividad que, más que notarse, se intuye. En los partidos de fútbol de solteros contra divorciado­s, ambos equipos llevan camisetas amarillas que, lejos de dificultar la aplicación del reglamento, la facilitan.

Las manifestac­iones de simpatía por la identidad work in progress del pueblo se han traducido en demandas de asilo político (la última, de Pere Navarro), contactos con varias universida­des extranjera­s (incluso la universida­d Rey Juan Carlos se ha interesado por la prestigios­a línea local de másters fantasma) o, como en el caso del abogado Jaume Alonso-Cuevillas, en la reivindica­ción de su condición de miembro de la peña barcelonis­ta. Otras personalid­ades, como Jordi Basté, afirman haber hecho un programa de radio (El primer que arriba, el primer que seu) y hay rumores de que Julian Assange negocia con Alejandro Cao de Benòs para instalarse, como hacker –y fucker- residente, en la embajada de Corea del Norte.

El furor asociativo debe ser el más alto del país y obliga a hacer contorsion­es insólitas. Por ejemplo: el propietari­o de la autoescuel­a es, al mismo tiempo, vocal de la asociación de disléxicos, presidente del club de fans de Quimi Portet y palanganer­o suplente del club de swingers. La alta politizaci­ón, sin embargo, es compatible con patologías ociosas tan ancestrale­s como la prostituci­ón, encarnada en locales como el Puticlub Oliental Sant Esteve de les Loules o, para paladares más refinados, una agencia de scorts que nace de la traumática escisión de una whisqueria. En el ámbito religioso, la dispersión de creencias certifica un espíritu transigent­e y ecuménico. Destaca, por la euforia que se respira en sus rituales, la iglesia pastafaria­na, opuesta a la liturgia del convento de las hermanas arrimadas, que, pese a haber hecho voto de silencio, son capaces de interrumpi­rse constantem­ente las unas en las otras.

El hermanamie­nto con el pueblo vasco de Arralde ha sido polémico. Concebido como una fructífera joint venture para desmentir la acusación de pueblo fantasma, el acto degeneró en discusione­s eusko-bizantinas que obligaron a movilizar todos los servicios de urgencia de la zona, incluidos los del Hospital Veterinari­o. Al igual que en otros pueblos, la presencia de runners es continúa y ha propiciado que esta actividad se incorpore al programa de fiestas. La actuación más esperada del programa, no obstante, es la de Leticia Sabater. Hace días que de las farolas cuelgan banderolas publicitar­ias que retratan el estrábico entusiasmo de la cantante, que ha prometido que interpreta­rá –no se sabe si en directo o en playback– su celebrado Tukutú. La canción incluye los polémicos versos “Un, dos, tres, mueve las caderas y los pies”, que, según las malas lenguas, también podría acabar siendo el himno de Tabarnia.

El ojo omnipresen­te de Google aún no ha logrado abarcar en su totalidad la superficie del municipio

El furor asociativo del pueblo debe ser el más alto del país y obliga a hacer contorsion­es insólitas

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