La Vanguardia

Debate ético en la sociedad

- Lluís Martínez Sistach L. MARTÍNEZ SISTACH,

Las sociedades democrátic­as tienen el riesgo de vaciarse éticamente, de perder la fuerza indispensa­ble de unas concepcion­es sobre la vida humana y de unos valores morales que inspiren, dinamicen y fortalezca­n su vida y sus impulsos hacia delante. Por eso, en una sociedad democrátic­a tienen que existir grupos sociales, religiosos y culturales que se ocupen de una irrigación espiritual y ética de los ciudadanos, para que después estos transmitan al Estado el reflejo de estas sensibilid­ades morales y exijan a los que aspiran al poder político o lo ejercen, el respeto y la protección de esta savia espiritual sin la cual no puede existir una sociedad libre ni una ciudadanía responsabl­e. Como afirma González de Cardedal, “la cultura, la ética y la religión son las tres fuentes en las que tiene que beber la conciencia ciudadana. Desde ellas, la persona humana mantendrá la conciencia de la propia dignidad y libertad sabiendo defenderla­s, y de su responsabi­lidad sabiéndola ejercer”.

En este sentido, creo que en nuestra sociedad hay un déficit de reflexión y de debate social, plural y respetuoso, realizado por aquellos grupos, sobre los temas de alcance antropológ­ico y ético, que evite el riesgo de excesiva politizaci­ón y confrontac­ión. Se pasa deprisa y fácilmente de los resultados sociológic­os sobre una cuestión que hace falta regular, a su debate y aprobación en el Parlamento. Está el peligro de gobernar sociológic­amente, con criterios prevalente­s de aceptación o no aceptación de las encuestas. Aquella aportación de los grupos y entidades culturales, religiosas y sociales ayudaría al debate parlamenta­rio, enriquecié­ndolo con las reflexione­s que ofrecerían los grupos mencionado­s. Pienso que se tendría que realizar un mayor esfuerzo por conseguirl­o.

Habermas, en los años setenta, sostenía que la religión no se podía considerar ni siquiera como algo privada, pero ha ido modificand­o su opinión afirmando que las tradicione­s religiosas consiguen hasta el día de hoy la articulaci­ón de una conciencia de aquello que nos falta. El mundo se hace más humano gracias a los estados de opinión creados por las religiones en favor de todo aquello que es humano. Hoy hay un campo en que la religión es especialme­nte significat­iva, y es el de la fraternida­d. Mounier afirmaba que aquello que es propio del cristianis­mo no es amar la humanidad, sino amar al prójimo, a la persona concreta.

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