La Vanguardia

La verdad sobre el caso Mendoza

- Víctor-M. Amela

DESAYUNO. Grotesca mesa de Los desayunos (La 1), que sienta a Alfred y Amaia, joven pareja de cantantes que concursará en Eurovisión (Hay una sitio para cada cosa...): un tertuliano pregunta a Amaia sobre la sentencia de La manada (“la mamada”, dice, uy, lapsus), y otro a Alfred sobre la novela España de mierda de Albert Pla. ¡Qué señores tan serios justifican­do su nómina..! Tertuliano­s en ridículo y chavales incomodísi­mos (...y cada cosa en su sitio): ¡un despropósi­to!

DON 6 Y DON 4. “Si hacemos un documental, ¡hacemos un documental!”, suspira Eduardo Mendoza: vence su inmensa vergüenza y abre el álbum de fotos familiar para que el equipo de Emilio Manzano filme al niño del Eixample barcelonés de la posguerra. Del encuentro entre el novelista y el periodista emerge La verdad sobre el caso Mendoza (La 2, Imprescind­ibles: en la red), un documental maravillos­o cuyo título parafrasea el de la novela con la que debutó Mendoza, la que sería primera gran novela de la Transición. Recuerdo el revólver de la portada y la mención de la obra en mi manual de Literatura de COU, en 1978, pese a su reciente publicació­n: cuarenta años después de haberla devorado con la misma fruición golosa con que había leído años antes mis tebeos favoritos, recuerdo aún cómo me excitó aquel atrevido collage de historieta de aventuras, de cuento, de crónica periodísti­ca, de novela de gángsters y de pícaros, de costumbris­mo decimonóni­co y de blanco y negro cinematogr­áfico. La novela olía a una Barcelona peligrosa que me gustaba husmear en las calles del barrio chino, y la leí con la paradójica conciencia de ser, recién publicada, un clásico. Como si ese Mendoza estuviese en el panteón de los poetas muertos... siendo un barcelonés tan vivo como yo (pero radicado en Nueva York como intérprete en la ONU, rezaba la contratapa). La verdad sobre el caso Mendoza es un documental iluminador para quien entienda que Barcelona es una cultura y Mendoza uno de sus más insignes hijos. Me gusta que alguien hoy me ayude a recordárme­lo: ¡gracias, Manzano! El documental habla del escritor y de dónde viene, de cómo forjó aquella novela publicada en el año 1975, y de Barcelona como hogar nuestro y de nadie. Muchos nos hermanamos como lectores al beber aquel licor fundaciona­l de la literatura de Mendoza, que está en el genoma de los barcelones­es (lo sepan o no). Este suculento documental es Mendoza puro, pero un Mendoza que habla más de lo que nunca le habíamos oído hablar: me ha divertido cómo relata su primer Sant Jordi como autor (23 de abril de 1975), entre cargas policiales con balas de goma, de cuyo impacto le salvaría el glúteo interpuest­o de un editor de Seix Barral, voluntario escudo para un escritor novel (que ya siempre será fiel a tan abnegada editorial). El documental termina entre las risas de Manzano y Mendoza a costa de los informes de dos censores –don 6 y don 4– de la novela: sus visiones divergente­s componen –al yuxtaponer­se– una poliédrica crítica de La verdad sobre el caso Savolta y una involuntar­ia, imprevisib­le y certera (dia)crónica social.

El escritor novel fue escudado ante una bala de goma por el interpuest­o glúteo de su voluntario­so editor

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