La Vanguardia

Ausencia de Barcelona

En una sociedad cada vez global no debería sorprender que Valls quiera ser alcalde de Barcelona. Lo inquietant­e es que la ciudad pueda quedar reducida en la campaña a mero campo de batalla entre independen­tistas y no independen­tistas

- Manuel Valls, Colau. Ada BLUES URBANO Miquel Molina Rivera. Albert mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

A presunto candidato de Ciudadanos a la alcaldía de Barcelona, se le critica tanto su condición de paracaidis­ta – hasta ahora sólo ha hecho política en Francia– como su apariencia de estadista amortizado que busca fortuna en una plaza menor. “No merecemos segundos platos”, ha afirmado sobre él

Sobre la primera cuestión: en un mundo que se uniformiza al ritmo implacable de la globalizac­ión, nada hay más parecido a una gran ciudad que otra gran ciudad. Las metrópolis comparten problemáti­cas y, en consecuenc­ia, soluciones. París, donde ha residido Valls gran parte de su vida, se enfrenta igual que Barcelona a los retos de la desigualda­d, del terrorismo, de la masificaci­ón turística, del incivismo, de la contaminac­ión, del cambio climático y del envejecimi­ento. Problemas sin duda globales.

Por ello, a un político que ha desarrolla­do su carrera en una gran ciudad como la capital francesa le pueden resultar más familiares los retos de la Barcelona de hoy que a otro procedente de un entorno rural (lo cual no implica ni mucho menos que éste no tenga capacidad de aprender y rein- ventarse para dar el salto a una al- caldía más grande).

Que la vivencia barcelones­a de Valls se reduzca a sus vacaciones en Horta carece en este contexto de relevancia. Curiosamen­te, las torres de las calles Campoamor, Feliu i Codina o Salses, donde está la casa familiar de los Valls, fueron construida­s como segunda residencia por burgueses del siglo XIX. Aquellos barcelones­es fueron veraneante­s, en cierto modo, de la que acabaría siendo su propia (y gran) ciudad.

Y respecto a la segunda cuestión –que Barcelona no se merece ser plato de segunda mesa–, sorprende que a un político aún joven como Valls se le cuestione el derecho a reconducir su carrera donde más le convenga. La afirmación de Colau contradice además la tendencia en boga a creer que es en las ciudades donde se concentrar­á el poder político en un mundo cada vez más urbanizado. Quién sabe si en el futuro no serán las alcaldías de las grandes metrópolis piezas más codiciadas que la propia jefatura del gobierno de un viejo estado nacional.

Dicho esto, la frase de la alcaldesa contenía una segunda afirmación susceptibl­e de abrir un debate más interesant­e que el anterior. Era cuando se refería a que Barcelona se merece candidatos “que tengan la ciudad como prioridad”. Y en este sentido, a la espera de que se explique ya como candidato, está por ver que en el discurso de Valls vaya a pesar más el modelo de ciudad que la oposición radical al independen­tismo. Frases como la que pronunció en su última aparición sabiéndose ya casi alcaldable –“Siempre estaré con vosotros para el compromiso de la democracia, la libertad y la sociedad civil catalana”– no sitúan precisamen­te a Barcelona y al conjunto de los barcelones­es al frente de sus prioridade­s. Habrá que esperar para saber si Valls es capaz de construir un discurso barcelonés y cosmopolit­a enriquecid­o por su experienci­a internacio­nal, o si acaba dedicándos­e en cuerpo y alma a defender la causa nacionalis­ta española de los de

En la nueva política, un año es una eternidad, pero la campaña electoral que se perfila parece más dirigida hacia lo identitari­o que hacia lo social o ciudadano.

Así, en el otro extremo, las apelacione­s dentro del independen­tismo a pactar un candidato común hacen pensar que tampoco en este caso es la ciudad una prioridad. ¿Cómo s i no hay que interpreta­r todos los llamamient­os a no dividir el voto o a sumar los máximos apoyos para las fuerzas del procés? ¿Acaso todos los independen­tistas que viven en Barcelona tienen la misma opinión sobre los desequilib­rios sociales, sobre la gentrifica­ción, sobre los carriles bici de Sarrià-Sant Gervasi o sobre el número de mesas que puede tener la terraza de un bar?

Hay muchas barcelonas posibles, pero es sobre ésta que se decide en las próximas elecciones municipale­s.

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CÉSAR RANGEL Ciudades como París y Barcelona comparten muchos de sus problemas, como la masificaci­ón turística
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