El tono de la ciudad
Al hablar de edificios públicos solemos pensar en museos, estadios, estaciones… Es decir, en equipamientos donde el componente representativo importa, y que a veces se resuelven con propuestas vistosas, e incluso espectaculares. Pero hay, obviamente, otro sector de la construcción pública que dispone de recursos mucho más limitados. Que requiere gran esfuerzo e indesmayable capacidad de adaptación a los cambios sobre la marcha. Y que a la postre arroja resultados poco llamativos, pero no por ello menos apreciables.
Uno de los últimos ejemplos de lo dicho podría ser el Edificio JP, una promoción pública que combina cuatro funciones –viviendas protegidas para gente mayor, centro cívico, equipamiento de barrio y torre de viviendas concebidas inicialmente para la venta–, que se levanta sobre un solar estrecho e irregular, y en la que se han invertido diez años: la presentación del proyecto data de 2008 y la entrega de las viviendas se está efectuando estos días.
La volumetría del edificio, una única pieza integrada por un cuerpo de planta baja más cuatro y una torre de nueve niveles, venía dada por el planeamiento urbano previo. De modo que la labor del arquitecto, Enric Massip-Bosch, se ha limitado a hallar la mejor ordenación para el cambiante programa, buscar la transparencia en la planta baja que acoge los equipamientos comunitarios, distribuir con habilidad los pisos de 40 o 70 metros cuadrados y dotar el edificio con un agradable y generoso ritmo de ventanas. Además de revestirlo con unas placas prefabricadas de hormigón ligero que son de su diseño y dan cierta vibración vertical a la fachada, mejoran su rendimiento térmico y permiten al autor, gracias a la sutil ondulación de tales planchas, que evocan un telón, hablar en este caso de un “auténtico” muro cortina…
Los pocos recursos disponibles han propiciado acabados espartanos. Pero eso no tiene por qué empañar la buena labor arquitectónica, que puede expresarse, como es el caso, a menudo: por ejemplo en una espaciosa terraza comunitaria, agradable y bien ordenada, en la que incluso se ha previsto un lugar para que los aparatos de aire acondicionado no desentonen.
En todas las urbes hay unos pocos edificios singulares y una proporción infinitamente superior de construcciones sin demasiados posibles. Pero son también estas, y no sólo aquellos, las que a base de esfuerzo, discreción y buen hacer profesional sostienen y elevan el tono arquitectónico de la ciudad.