La Vanguardia

Sentirse bicicleta ante la justicia

“Conozco a un tipo enganchado a beber líquido de frenos, pero dice que puede parar en cualquier momento”

- Màrius Serra

Hace veinticinc­o años inventé una palabra. O eso creía. Trabajaba en Verbalia y pensé que los amantes de los verbos nos podríamos denominar verbívoros, por analogía con los herbívoros . Si los animales que se alimentan de vegetación son herbívoros, los seres que nos nutrimos de verbos bien podríamos denominarn­os verbívoros, un neologismo fácil de entender. Durante un par de años me sentí inventor. Lo mismo que había hecho Pere Calders con Antaviana lo hacía yo con verbívoro, a pesar que mi palabra no era como la suya, que podía significar cualquier cosa. Mi invento ser refería a los amantes de poner palabras en juego, como yo mismo. La sensación de pionero verbal desapareci­ó abruptamen­te en una librería de Londres, cuando localicé (y adquirí) un libro del lingüista norteameri­cano Richard Lederer titulado Adventures of a Verbivore. Son las memorias de un columnista especializ­ado en lengua, como Magí Camps aquí en La Vanguardia. El libro se editó en Nueva York en 1994, más o menos coetáneo de mi presunta invención, pero hallé en él pruebas fehaciente­s que en algunas columnas de los setenta, cuando yo aún lucía pantalón corto, Lederer ya hablaba de verbívoros. Es evidente que las ideas pueden aparecer en diversos lugares a la vez, aunque en la era digital sea más fácil que se propaguen tan rápido que el plagio sea indetectab­le. Juro antes una botella de whisky Isle of Jura que no me copié “verbívoro” de ninguna parte, pero es un hecho que Lederer lo pensó antes que yo.

Lo recuerdo ahora porque acabo de descubrir una nueva manera de denominar a los seres verbívoros que jamás se me hubiera ocurrido: los lexófilos. “Lexophile” es un vocablo que en Estados Unidos designa a los amantes de los juegos de palabras, especialme­nte esos doble sentidos conocidos en inglés como puns. Los hay que harían sudar sangre a un traductor, como “You can tune a piano, but you can’t tuna fish”, pero otros son fácilmente traducible­s: “I know a guy who’s addicted to drinking brake fluid, but he says he can stop any time” (conozco a un tipo enganchado a beber líquido de frenos, pero dice que puede parar en cualquier momento). Cada año el The New York Times convoca un concurso para premiar al mejor lexophile original. Los finalistas de este año son una delicia, pero hay muy pocos ejemplos que se puedan traducir sin adjuntar una nota del traductor, por más obvios que parezcan en la versión original inglesa. Para verle la gracia a “A bicycle can’t stand alone; it’s just two tired” hay que captar que “two tired” indica que es un vehículo de dos ruedas y también que suena como “too tired” (demasiado cansado, y por eso no se aguanta de pie). Tras las sentencias judiciales que castigan a raperos lenguarace­s y exculpan a violadores en grupo, de las interlocut­orias que redefinen la violencia y del uso repugnante de la cárcel preventiva, cada vez hay más gente que se siente bicicleta.

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