El expremier portugués Sócrates abandona el PS
Antiguos casos de corrupción sacuden el Gobierno Costa
El caso José Sócrates ha explotado esta semana en Portugal como una potente bomba política dotada de una espoleta de acción retardada que sacude al Gobierno de su viejo amigo y pupilo, el socialista António Costa, más de seis meses después de que el antiguo primer ministro fuese procesado por 31 presuntos delitos de corrupción, por la presunta acumulación de 24 millones de euros en Suiza procedentes de comisiones ilegales, y cuando ya han pasado tres años y medio desde su temporal ingreso en la prisión de Évora. El supuesto cobro de mordidas de más de un millón por parte de Manuel Pinho, exministro de Economía de Sócrates y compañero de gabinete de Costa, ha provocado el estallido de una tormenta que el Partido Socialista (PS) ya no logra controlar, lo que le ha llevado a romper amarras con su antiguo líder, quien, a su vez, anunció con estruendo su baja como militante del partido.
La gran noticia con la que comenzaba la jornada de ayer en Portugal resultaba más que llamativa, no tanto por su contenido, sino por la fecha, ya que parecía propia de noviembre del 2014, cuando el ex primer ministro José Sócrates fue detenido en el aeropuerto de Lisboa, o de octubre del 2017, cuando la Fiscalía hizo público un durísimo escrito de acusación, en el que atribuye al antiguo gobernante el haber amasado en Suiza entre el 2006 y el 2009 una fortuna de 24 millones. Pero para los medios lusos la novedad de ayer era que Sócrates anunció en un artículo de Jornal de Notícias que pone fin a 37 años de militancia y después de liderar entre el 2005 y el 2011 un PS al que condujo a su única mayoría absoluta. Lo hace por la “injusticia” que considera que la actual dirección comete con él al sumarse a la “criminalización” de su gestión por parte de la derecha.
El hecho de que haya sido Sócrates quien tramitase su propia baja con tal demora muestra la manera con la que el PS del siempre hábil Costa ha manejado esta explosiva cuestión. Si bien tuvo un efecto considerable en las elecciones legislativas del 2015, al alejarle de la mayoría absoluta a la que se encaminaba antes de la detención y dejarle en segunda posición tras la derecha de Passos Coelho, no le impidió llegar al poder y consolidarse brillantemente como una de las escasas esperanzas de las alicaídas fuerzas progresistas del continente. Mientras el ya fallecido histórico Mario Soares defendía a Sócrates a capa y espada con sus tempestuosas visitas a la cárcel de Évora, Costa mantuvo una posición templada, con el respeto a la justicia y la amistad personal como parapetos, pero sin dejar de hacer una visita al preso, con quien no cortó relaciones, aunque en los últimos meses fuese notorio el distanciamiento.
El paisaje cambió de forma radical en los últimos días, a raíz del escándalo de las presuntas comisiones que el exministro Pinho habría cobrado de la eléctrica EDP y del quebrado Banco Espírito Santo, cuyo antiguo dueño, Ricardo Salgado, aparece también como supuesto corruptor de Sócrates. El presidente del PS, Carlos César, dijo la semana pasada que tanto el caso de Pinho “como otros” provocan bochorno. Era el primer aviso al exlíder, sobre cuyo escándalo dijo el miércoles que “da más vergüenza porque era primer ministro”. Hubo toda una cascada de declaraciones de dirigentes socialistas, coronadas por Costa, que desde Canadá declaró que “si esas ilegalidades se confirman, serán ciertamente una deshonra para nuestra democracia”.
Ahora Costa tiene enfrente a su antiguo jefe de filas, Sócrates, que en el poder alimentó toda una leyenda de “animal feroz” a la que honró en sus declaraciones como imputado ante el fiscal, al que gritó y abroncó, según se ha visto en los vídeos divulgados en las últimas semanas por la televisión SIC Noticias.
El presunto cobro de comisiones por un exministro socialista resucita el escándalo Sócrates