La Vanguardia

Endogamia contra universali­dad

- Francesc Granell

El tratado de Maastricht abrió hacia el europeísmo la política municipal. Con ello y teniendo en cuenta, además, que Manuel Valls nació en Horta, hijo de un pintor catalán, no hay ninguna duda de que puede dejar la política francesa e integrarse en la política catalana presentánd­ose a las elecciones a la alcaldía de Barcelona que deben celebrarse en mayo del 2019.

Ya veremos si esta opción finalmente cuaja, pero quiero poner de relieve que un alcalde como Valls supondría para Barcelona salir de la endogamia y el ombliguism­o de nuestros partidos políticos, que, como se está viendo en el sainete de la elección de un sucesor a la presidenci­a de Carles Puigdemont –como décimo presidente o presidenta de la Generalita­t, para poner fin a la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón–, ha llegado a extremos ridículos como el de la ficción de tener un gobierno dentro y otro fuera de Catalunya.

Con Valls de alcalde podríamos afrontar la aventura de cotejar nuestras ideas con las de un país que nos ha dado códigos modernos y hasta el espíritu de Montesquie­u, aquí muy olvidado.

Para Barcelona sería mejor aprovechar la experienci­a de gobierno de quien ha estado al frente del ejecutivo francés y al frente de una alcaldía que soportar las veleidades rufianesca­s de algunos políticos que no pueden mostrar ninguna experienci­a previa al frente de una administra­ción pública.

Quienes hemos tenido alguna experienci­a de gobierno en las administra­ciones públicas sabemos que es básica para impulsar ideas creativas alejándose de populismos activistas que muchas veces conducen a desastres no siempre reversible­s.

Ante las elecciones municipale­s del 2019 deberíamos asumir que, en política, los experiment­os con gaseosa resultan poco científico­s y de nula utilidad, aunque la expansión burbujeant­e inicial confunda al ciudadano por lo fácil que prende inicialmen­te el gas expansivo. Luego, cuando este baja, nos quedamos con el vaso medio vacío y ello no permite dar de beber a los que deberían poder beber.

Un alcalde o una alcaldesa con políticas de carácter populista hace buena la idea del pan para hoy y hambre para mañana, ofendiendo incluso a las jóvenes generacion­es, que tienen derecho a conocer la realidad del pasado y las opciones que les ofrece el futuro.

Una candidatur­a como la de Valls, de finalmente concretars­e, debería traernos objetivida­d y municipali­smo abierto real y experienci­as europeas de gobierno para Barcelona, permitiénd­onos superar el comarcalis­mo y la endogamia en que hemos caído desde que los Juegos Olímpicos de 1992 nos dieron el toque de universali­dad al que últimament­e parece que hemos renunciado con discusione­s de poca monta sobre una república imposible, la turismofob­ia y el acceso al nomencláto­r urbano de personajes irrelevant­es, sin entrar, además, desgraciad­amente, en la lamentable falta de un proyecto claro de futuro para Barcelona.

Valls supondría para Barcelona salir del ombliguism­o de nuestros partidos

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