Endogamia contra universalidad
El tratado de Maastricht abrió hacia el europeísmo la política municipal. Con ello y teniendo en cuenta, además, que Manuel Valls nació en Horta, hijo de un pintor catalán, no hay ninguna duda de que puede dejar la política francesa e integrarse en la política catalana presentándose a las elecciones a la alcaldía de Barcelona que deben celebrarse en mayo del 2019.
Ya veremos si esta opción finalmente cuaja, pero quiero poner de relieve que un alcalde como Valls supondría para Barcelona salir de la endogamia y el ombliguismo de nuestros partidos políticos, que, como se está viendo en el sainete de la elección de un sucesor a la presidencia de Carles Puigdemont –como décimo presidente o presidenta de la Generalitat, para poner fin a la aplicación del artículo 155 de la Constitución–, ha llegado a extremos ridículos como el de la ficción de tener un gobierno dentro y otro fuera de Catalunya.
Con Valls de alcalde podríamos afrontar la aventura de cotejar nuestras ideas con las de un país que nos ha dado códigos modernos y hasta el espíritu de Montesquieu, aquí muy olvidado.
Para Barcelona sería mejor aprovechar la experiencia de gobierno de quien ha estado al frente del ejecutivo francés y al frente de una alcaldía que soportar las veleidades rufianescas de algunos políticos que no pueden mostrar ninguna experiencia previa al frente de una administración pública.
Quienes hemos tenido alguna experiencia de gobierno en las administraciones públicas sabemos que es básica para impulsar ideas creativas alejándose de populismos activistas que muchas veces conducen a desastres no siempre reversibles.
Ante las elecciones municipales del 2019 deberíamos asumir que, en política, los experimentos con gaseosa resultan poco científicos y de nula utilidad, aunque la expansión burbujeante inicial confunda al ciudadano por lo fácil que prende inicialmente el gas expansivo. Luego, cuando este baja, nos quedamos con el vaso medio vacío y ello no permite dar de beber a los que deberían poder beber.
Un alcalde o una alcaldesa con políticas de carácter populista hace buena la idea del pan para hoy y hambre para mañana, ofendiendo incluso a las jóvenes generaciones, que tienen derecho a conocer la realidad del pasado y las opciones que les ofrece el futuro.
Una candidatura como la de Valls, de finalmente concretarse, debería traernos objetividad y municipalismo abierto real y experiencias europeas de gobierno para Barcelona, permitiéndonos superar el comarcalismo y la endogamia en que hemos caído desde que los Juegos Olímpicos de 1992 nos dieron el toque de universalidad al que últimamente parece que hemos renunciado con discusiones de poca monta sobre una república imposible, la turismofobia y el acceso al nomenclátor urbano de personajes irrelevantes, sin entrar, además, desgraciadamente, en la lamentable falta de un proyecto claro de futuro para Barcelona.
Valls supondría para Barcelona salir del ombliguismo de nuestros partidos