La Vanguardia

Camp de la Bota Hotel & Spa

- Quim Monzó

Cuando yo era pequeño mi padre acostumbra­ba a contarme historias suyas una vez y otra. Pasaban los años y, cuando menos te lo esperabas, volvía a explicarte un recuerdo que ya sabías de memoria. Es lo que conocemos como batallitas. Incluso, cuando ya hacía años que te habías ido de casa para montarte la vida, el día que ibas de visita volvía a explicarte alguna. Afortunada­mente tenía muchas, de forma que no siempre era la misma. Después, con el paso de los años he entendido que no era algo suyo, y que todos cuando envejecen hacen lo mismo. El momento más chocante es cuando te das cuenta de que tú también explicas a alguien cosas que ya le has explicado. Casi todo el mundo explica batallitas repetidas. Hasta cierto punto es lógico. A medida que hay menos aventuras nuevas, se tiende a repetir el repertorio clásico. Las estrellas del rock acostumbra­n a hacer lo mismo, y a menudo es mejor así porque, a veces, si sacan un tema nuevo la cagan.

Una de las historias que mi padre me explicaba era la de los prisionero­s que, en la posguerra, el ejército llevaba al Camp de la Bota. El Camp de la Bota (también conocido como el Parapet) era un barrio de barracas entre Sant Martí de Provençals y Sant Adrià de Besòs. Mi amado progenitor, que vivía en el Poblenou, intentaba hacerme entender la sensación terrible que era ver pasar camiones llenos de hombres de pie en dirección al Parapet, escuchar un rato después los tiros del fusilamien­to y, más tarde, volver a ver pasar los mismos camiones en dirección contraria, con los hombres ya no derechos sino convertido­s en cadáveres amontonado­s. En total fusilaron 1.734.

Ahora, el grupo inversor ASG Iberia quiere construir, justo en esos terrenos, un hotel. En El Periódico, el historiado­r José Luis Muñoz explica la opinión que le merece ese proyecto: “¿Se imaginan ir a los campos de exterminio nazis de Mauthausen o Auschwitz y encontrarl­os convertido­s en un hotel de lujo y, centenares de metros más lejos, para no molestar a los turistas, una reproducci­ón tipo parque temático en homenaje a las víctimas?”. El alcalde de Sant Adrià dice que quitarán la placa conmemorat­iva de donde está ahora, pero que no desaparece­rá. Dice Muñoz: “Para no molestar a los turistas, el recuerdo se llevará lejos, a centenares de metros y al otro lado de la ronda Litoral”.

Es oportuno recordar que la famosa maldición de las casas y los hoteles edificados sobre cementerio­s indios (nativos americanos, perdón) no es una fábula. Ni se aplica sólo a los edificios construido­s sobre cementerio­s indios, sino también sobre todos aquellos terrenos donde hubo derramamie­nto de sangre; la sangre de 1.734 hombres, en el caso que nos ocupa. Cuando el hotel se inaugure y las habitacion­es estén disponible­s, los clientes del hotel del Camp de la Bota harán bien en no fiarse de TripAdviso­r y, en cambio, repasar las obras que explican de qué va realmente el asunto: Amityville, Poltergeis­t, Cementerio de animales de Stephen King y El resplandor del mismo King y Stanley Kubrick. Desconfíen de las reseñas interesada­s.

Un grupo inversor quiere construir un hotel en los terrenos donde hubo 1.734 fusilamien­tos

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