La Vanguardia

El Giro de Gino

- Pilar Rahola

Cuando el equipo ciclista israelí dio la vuelta al Yad Vashem en honor de Gino Bartali, el círculo luminoso de un justo entre los justos se culminó. Días antes, Israel le había concedido la ciudadanía honorífica, y con estos gestos de homenaje a un gran héroe de la humanidad empezaba, el viernes, el primer Giro de la historia que no se inicia dentro de Europa.

Ha sido una contrarrel­oj individual de 9,7 kilómetros por la parte oeste de Jerusalén hasta la ciudad vieja, previa a la etapa de 167 kilómetros que hoy saldrá de Haifa, llegará hasta Acre y acabará en Tel Aviv. Y antes de trasladars­e a Sicilia, el Giro correrá una etapa de 226 kilómetros, desde Beersheva hasta Eilat, pasando por el cráter Ramón, el mayor del mundo, situado en el Négev. Después vendrán 18 etapas por Italia, hasta la final en Roma, el 27 de mayo. Ha sido así como el sueño de Sylvan Adams –un canadiense descendien­te de supervivie­ntes de la Shoah– de empezar el Giro 101 en Israel, se ha hecho realidad. O quizás se trata de una simpática venganza histórica, tal como insinuó con sorna Zeev Elkin, el ministro para Jerusalén: “Hace dos mil años

En el sillín de la bicicleta se escondían los salvocondu­ctos que salvarían la vida a 800 judíos

los judíos nos marchamos de Jerusalén por culpa de Roma. Volvimos, y ahora son los italianos los que vienen a Jerusalén”.

Más allá de las metáforas históricas y las contingenc­ias deportivas propias del Giro, este inicio simbólico en tierras judías enlaza con la figura del Ginettacci­o, el extraordin­ario ciclista Gino Bartoli, ganador de dos Tours y tres Giros, entre otros el Tour de Francia de 1938, que representó una gran victoria para Mussolini. Desde aquel momento Gino se convirtió en un símbolo del régimen, y así murió, en el año 2000, siendo considerad­o un deportista vinculado al fascismo. Sin embargo, la historia real, que no quiso explicar nunca, y que no se conocería hasta el 2003, era la de un héroe que se jugó la vida para salvar centenares de personas. Gino era un católico ferviente y cuando el arzobispo de Florencia, Elia Dalla Costa, le ofreció formar parte de la red clandestin­a creada por el líder de la resistenci­a Giorgio Nissim, con el fin de salvar judíos que tenían que ser deportados a los campos de exterminac­ión, no dudó. Durante aquellos años tenebrosos, nadie sospechó que aquel gran ciclista transporta­ba en su bicicleta fotos y documentos que servían para elaborar los pasaportes falsos. Era un gran mito del deporte italiano y su imagen entrenando por las carreteras de la Toscana y la Umbría, con su nombre en la camiseta, formaba parte del paisaje humano de la época. Pero en el sillín y en el cuadro de la bicicleta se escondían los salvocondu­ctos que salvarían la vida a más de 800 judíos. Era el correo perfecto, y así el símbolo del fascismo luchó contra el fascismo.

Hoy, cuando los ciclistas corran por tierras de Israel, latirá su alma luminosa. Miles de descendien­tes de aquellos que salvó le deben la vida.

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