La Vanguardia

El espacio de los moderados

- Remei Margarit R. MARGARIT,

Si se hubiera hecho en Catalunya una reforma de la ley electoral tan necesaria, es decir, una persona, un voto y todos los escaños con el mismo número de votos, ahora en el Parlament, no habría una mayoría independen­tista, porque el voto de las ciudades habrían abierto un abanico de posibilida­des más diversa y progresist­a. Los gobiernos sucesivos no han querido esta vía y lo que hay se ha convertido en una trampa para todos. Por cada escaño rural se necesitan menos votos que por uno urbano, y ese proteccion­ismo del mundo rural –casi siempre más conservado­r– nos ha traído donde estamos, en un callejón sin salida.

Desde las últimas elecciones, parece que Catalunya se halla partida en dos bloques: los independen­tistas y los constituci­onalistas, pero tan sólo lo parece, porque la mayoría social no es independen­tista. Y también hay que decir que dentro de esos dos bloques hay gente moderada que ha votado en contra de lo que supuestame­nte el otro bloque representa y en manera alguna por convencimi­ento del bloque escogido. Con esto quiero decir que hay un gran espacio de moderados que aparenteme­nte tiene poca voz, pero que existe, y que no quiere que la política se convierta en una pelea de patio de escuela permanente sino que trabaje por los pactos y los acuerdos, que para eso les pagamos. Para ello tal vez sea necesario un cambio de actores, los de ahora ya han demostrado hasta la saciedad –durante cinco años– lo que dan de sí, está claro que no saben más, de manera que si no hay un recambio serio que haga el trabajo bien hecho, quizás un gobierno técnico transitori­o en ambos lados sería una buena cosa.

Es necesario reconocer el espacio de los moderados, que en realidad somos mayoría, tal vez silenciosa, pero mayoría, y si los de los bloques se confiesan demócratas, tienen que reconocer ese espacio y respetarlo sin el demonizado­r “con nosotros o con los otros” que está estropeand­o un país que era respetado por doquier por su pactismo histórico. De extremos hay en todas partes, pero es necesario que tan sólo sean extremos y no la centralida­d de la política. Lo que se está haciendo en este país no pertenece a la política sino a la pelea más grosera. Un poco de dignidad a los dirigentes creo que no es pedir demasiado.

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