El espacio de los moderados
Si se hubiera hecho en Catalunya una reforma de la ley electoral tan necesaria, es decir, una persona, un voto y todos los escaños con el mismo número de votos, ahora en el Parlament, no habría una mayoría independentista, porque el voto de las ciudades habrían abierto un abanico de posibilidades más diversa y progresista. Los gobiernos sucesivos no han querido esta vía y lo que hay se ha convertido en una trampa para todos. Por cada escaño rural se necesitan menos votos que por uno urbano, y ese proteccionismo del mundo rural –casi siempre más conservador– nos ha traído donde estamos, en un callejón sin salida.
Desde las últimas elecciones, parece que Catalunya se halla partida en dos bloques: los independentistas y los constitucionalistas, pero tan sólo lo parece, porque la mayoría social no es independentista. Y también hay que decir que dentro de esos dos bloques hay gente moderada que ha votado en contra de lo que supuestamente el otro bloque representa y en manera alguna por convencimiento del bloque escogido. Con esto quiero decir que hay un gran espacio de moderados que aparentemente tiene poca voz, pero que existe, y que no quiere que la política se convierta en una pelea de patio de escuela permanente sino que trabaje por los pactos y los acuerdos, que para eso les pagamos. Para ello tal vez sea necesario un cambio de actores, los de ahora ya han demostrado hasta la saciedad –durante cinco años– lo que dan de sí, está claro que no saben más, de manera que si no hay un recambio serio que haga el trabajo bien hecho, quizás un gobierno técnico transitorio en ambos lados sería una buena cosa.
Es necesario reconocer el espacio de los moderados, que en realidad somos mayoría, tal vez silenciosa, pero mayoría, y si los de los bloques se confiesan demócratas, tienen que reconocer ese espacio y respetarlo sin el demonizador “con nosotros o con los otros” que está estropeando un país que era respetado por doquier por su pactismo histórico. De extremos hay en todas partes, pero es necesario que tan sólo sean extremos y no la centralidad de la política. Lo que se está haciendo en este país no pertenece a la política sino a la pelea más grosera. Un poco de dignidad a los dirigentes creo que no es pedir demasiado.