Devaluación de las excusas
Siguiendo las infalibles recomendaciones de la tecnófoba Milena Dolz, me he enganchado a Seven types of ambiguity . Se trata de un drama australiano, de seis capítulos, con niños fugazmente desaparecidos, secretos matrimoniales, intrigas y acusaciones y culpabilidades magníficamente trenzadas. Cada capítulo cuenta el punto de vista de uno de los personajes. El argumento destila una reflexiva intimidad que, con una precisión insólita en la ficción televisiva, retrata la debilidad de los fuertes y la fortaleza de los débiles. Todo transcurre en una Melbourne impersonal y oscura y la intriga convierte al espectador en una especie de detective más sentimental que policial, que conecta, con menos adrenalina pero idéntica eficacia, con el deteriorado universo de las relaciones sentimentales y sociales que vimos en la espléndida The slap, que ya nos descubrió la manera australiana de entender la ficción.
DEVALUACIÓN. Sumándose al desprestigio general de las excusas, que sirven cada vez más como justificante de escandalosas impunidades, Paz Padilla ha pedido perdón a los colaboradores de Sálvame. Afirma que a menudo le ha tocado ser demasiado cruel y que cuando llegaba a su casa se sentía fatal. Los colaboradores han aceptado sus disculpas con el histrionismo habitual, idóneo para crear un momento televisivo de introspección autocrítica y melodramática. La crueldad es una de las materias primas más importantes del programa. De vez en cuando produce colapsos emocionales que conviene reconvertir a través de una terapia que, como todo lo que pasa en Sálvame, debe ser retransmitida en directo. Si los atletas se rompen muscularmente y tienen que hacer rehabilitación, los tertulianos de Sálvame también se lesionan cuando se les somete a un caníbal, excesivo y prolongado estrés. Esta es la gracia del programa: que no haya límites para la crueldad, que la posibilidad de huir se entienda más como un acto de cobardía que de dignidad y que la resistencia y la supervivencia se valoren como actos de lealtad a una audiencia que no sólo reclama sangre pero también reclama sangre. Estas treguas de pausa emocional forman parte del infinito repertorio del programa. Cada pelea inducida es correspondida con un ritual de reconciliación y cada confesión de debilidad, que de entrada se entiende como un signo de humanidad, será utilizada, cuando llegue el momento, en contra de quien se confiesa.
Pedir excusas sirve cada vez más como justificante de escandalosas impunidades
MARIDO. Primer capítulo de The Split y de nuevo la exhibición de las mejores virtudes de las series inglesas. Metraje corto, actuales, inteligentes y con actores tan fiables como la protagonista, Nicola Walker, que ya habíamos visto en las extraordinarias Collateral y Unforgotten. Uno de los encantos de estas series son los maridos, que siempre se sitúan a la sombra de grandes protagonistas femeninas. Destilan una resignación, una sabiduría y una elegancia que reconforta. Lo admito: de mayor me gustaría ser el marido de una de estas grandes protagonistas femeninas de serie inglesa, como el marido de Walker en The Split o como el marido de Archie Panjabi en Next of Kin.