La Vanguardia

“No iba a ponerme a llorar”

Xavi Porras fue perdiendo la vista de forma progresiva: el atletismo le ayudó a superarlo

- Sergio Heredia

Los ojos no son más que unas lentes, como un objetivo, es el cerebro quien realmente ve

José Saramago, Ensayo sobre la ceguera

Dice Xavi Porras:

–Al final, la luz se fue.

Como mal menor, había tenido tiempo de hacerse a la idea.

Cuando se quedó definitiva­mente ciego, Xavi Porras tenía 16 años. La luz se había ido apagando poco a poco. Había nacido con una enfermedad degenerati­va en la vista: retinosis pigmentari­a.

Cuando era pequeño tenía más visión. Leía, jugaba a fútbol, iba en skate y en bici.

–Pero los médicos me fueron avisando: ‘Este es un proceso degenerati­vo –me decían–. Conforme se desarrolle tu cuerpo, la vista se irá apagando’. Así que fui preparándo­me, aprendiend­o a leer y a escribir en Braille.

–Dura preparació­n.

–Me recuerdo en la adolescenc­ia. Tenía catorce años. Mis amigos empezaban a llevar motos de 49 cc. Me dolía ser consciente de que nunca podría llevar una. A los 18, la época del carnet de coche, ya no me afectó tanto. Ya lo había asumido. Tuve suerte con los amigos. Y con mis padres. Cuando decidí salir de Olot y venir a Barcelona, a mis 16 años, nunca me sobreprote­gieron. Me dejaron ir, entrar en la Once.

–Y ahora, ¿no hay solución? –Hablan de avances e historias. De realidad virtual a través de gafas. Pero nada... –¿Y cómo es? ¿Usted no ve nada?

–A veces me entra algo de claridad por los laterales. Un poco de luz. Puedo distinguir el día de la noche. O si hay una bombilla encendida por ahí. Nada más.

Nos hemos citado en las pistas de atletismo de l’Hospitalet Nord. El lugar acoge mañana una nueva edición del Meeting Internacio­nal para Atletas con Discapacid­ad. La reunión (desde 11.30 h) ya cumple trece años. Por allí han pasado los mejores especialis­tas del mundo. Entre ellos, Oscar Pistorius, hoy un apestado que cumple condena en prisión.

Este año compite Markus Rehm, un alemán de 29 años que salta 8,40 m en longitud pese a que lo hace descompens­ado: le falta una pierna, así que utiliza una prótesis de titanio. Hay atletas de quince países.

En l’Hospitalet, Xavi Porras se enfrentará a Rehm.

Le pido a su entrenador, Miguel Ángel Torralba, una sesión práctica: ¿Cómo demonios lo hace Porras? ¿Cómo salta en el foso, en su oscuridad?

Torralba asiente. Me dice:

–Lo primero que hay que hacer es callar al público. Y luego... Espere, ahora lo verá.

Porras baja a la pista y se planta al fondo del pasillo. Torralba se coloca enfrente, a 25 metros en línea recta. Vocea:

–Venga, Xavi, el pasillo está limpio. Salimos a la de tres, dos, uno...

Porras arranca. Va disparado, en perfecta línea recta. Torralba le cuenta los pasos. Trece, catorce, quince... Al 18, vocea: –¡Arriba!

Y Porras vuela.

Invierte un puñado de metros en el aire. Me deja boquiabier­to.

Saltando así, en plena competició­n, se ha ido hasta 6,40 m. En el 2006 fue campeón del mundo en los Mundiales paralímpic­os. En el 2008, bronce olímpico. En el 2016, campeón de Europa de longitud... Ya suma cuatro Juegos Paralímpic­os. Confía en sumar los quintos en Tokio en el 2020.

Últimament­e ha decidido especializ­arse en los saltos. Pero también fue un excelente velocista. Corría el 100 (11s79) y el 200 (24s61). Cuando corre, le guían Enric Martín o Agustín Chicón. El último le acompaña hoy, en la foto que les toma Àlex Garcia.

Tras atendernos, Porras se entrenará. Tiene ficha con el Barça.

Porras se entrena cada día, de lunes a viernes, cuando sale del trabajo. Dice que se le ha complicado la vida. Tiene dos criaturas (seis años y 18 meses), pero se está separando. Así que ha tenido que dejar l’Hospitalet y mudarse a Calafell.

Dice que amanece muy pronto. Se sube al tren y viaja hasta el centro de Barcelona. Desde hace doce años, trabaja en los servicios centrales de CaixaBank, en la Diagonal. Es teleoperad­or.

–¿Va solo en el tren? –Pues claro. Cojo el bastón y salgo a la calle. Me subo a Renfe, al metro, al tranvía... Al fin y al cabo, se trata de conocer el entorno. ¿Sabe qué...?

–¿...?

–Las hostias más fuertes me las he dado en los trayectos que conozco. En los otros voy más despacio.

–¿Y cómo llegó al atletismo? –Recuerdo Barcelona’92. Yo tenía once años. Y aún veía. Recuerdo a Carl Lewis. ¡Cómo volaba aquel hombre! El atletismo ha hecho mucho por mí. Evitó que me quedara en la habitación, llorando. Lo fácil hubiera sido decir que todo es una mierda. –Escogió una disciplina complicada. –Peor es el fútbol para ciegos. Se dan unos tortazos tremendos.

–¿Y no se desorienta? ¿Se siente amparado ahí fuera?

–Cuando voy en el tren, disfruto de la compañía. Converso con quienes me acompañan. También me gusta compartir un café en el trabajo. Procuro buscar momentos para vivir la vida.

Lo cuenta en xaviporras.com.

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ÀLEX GARCIA Xavi Porras (derecha) corre junto a Agustín Chicón, en l’Hospitalet Nord
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