Surfeando en la calle Ludlow del Lower East
ANueva York, el mes de abril se lo ha robado la meteorología. Que lo sepas, Sabina. En este invernal mes de abril, equiparable a un febrero benigno, pero febrero, a cualquiera le entraban ganas de nada salvo de soñar en mares de agua turquesa, cocoteros, chiringuitos y piñas coladas.
Si hace falta, incluso con algunos mosquitos para darle un toque terrenal al despertar de la siesta tropical.
Esa conexión con el paraíso que, creyente o no, cada cual lleva dentro, cobra fuerza en la calle Ludlow del Lower East Side de Manhattan, que no es precisamente una postal caribeña. Y sin embargo, en el escaparate de la galería Anastasia luce una foto panorámica de alguien haciendo surf en la playa de El Quemao, en la isla canaria de Lanzarote.
Hasta el próximo 31 de mayo, en esta sala cuelgan las imágenes realizadas por Guillermo Cervera. A este fotorreportero, acostumbrado a lidiar en guerras y zonas de conflicto –memorables instantáneas afganas, por ejemplo, publicadas en La Vanguardia–, también le gusta meterse en el agua y pasar horas en busca de ese clic que capte la mejor ola.
Asegura que el agua tiene un efecto purificador, que le permite descargar tanta tensión acumulada y “limpiarme de todo lo chungo”.
Y lo plantea como un trabajo reivindicativo: el fotógrafo de guerra puede convivir con el de surf. No es igual pero disfruta de idéntica pasión.