Vinos de Tenerife
Hace tiempo que a la Casa del Vino, en una antigua hacienda al norte de Tenerife, empezaron a llegar expertos de todo el mundo interesados en una zona vitivinícola que en la última década pasó de una dudosa reputación (de la que se libraron los malvasías) a estar de moda y recibir los elogios de los gurús. El año pasado en esta isla crearon un sello propio, Tenerife Wine, para dar visibilidad al interesante trabajo que se está haciendo desde muchas bodegas.
Aunque el nombre pueda sonar a marketing, en realidad es una reivindicación de la propia historia: los vinos de Tenerife fueron en su día un producto estratégico para las campañas militares y garantía para la supervivencia de marineros y soldados. Aquel producto que viajaba sin problema fue la gasolina del Atlántico que cargaban todas las armadas, del bando que fueran, para conquistar el mundo. George Washington lo bebía por prescripción médica; la British Navy no partía sin sus enormes barricas de Tenerife Wine; fue la bebida favorita de los padres de Estados Unidos, Benjamin Franklin y Robert Morris; acompañó al capitán Cook en sus conquistas en el Pacífico y fue el comercio más importante de la incipiente gran potencia estadounidense. Carlos Cologan, investigador descendiente de uno de los grandes exportadores, narra estas historias y muchas más en su libro Tenerife Wine, que editó el Cabildo (¿sabían que a Shakespeare le pagaban parte de su salario con un barril anual de Tenerife Wine?).
Su auge actual se debe en buena parte a la variedad de los paisajes de sus cinco denominaciones de origen y a esas variedades autóctonas de uvas prefiloxéricas que han preservado. Son vinos que seducen con su frescura, su delicadeza y su mineralidad. Y sobre todo son vinos auténticos que vuelven a ser estratégicos en la gastronomía de una isla que tiene mucho que mostrar.