Polen y camisetas
De repente el cielo barcelonés se puso negro, negrísimo, y un viento tormentoso comenzó a alborotar, a zarandear las copas de los plátanos de sombra, árbol que abunda mucho en nuestras ciudades y, desde luego, también en Barcelona. O sea, que mientras en la pista central del Real Club de Tenis Barcelona, Rafael Nadal cogía su raqueta y miraba al cielo, a todos los aborígenes y turistas que transitábamos en aquellos mismos momentos por el paseo de Gràcia nos dio por estornudar y toser al mismo tiempo y por frotarnos los ojos con gran desasosiego. Observar cómo suecos, estadounidenses, italianos, aragoneses, barceloneses y más de doscientos chinos estornudan, tosen y se frotan los ojos al mismo tiempo es un espectáculo ecuménico del que no pude disfrutar plenamente porque yo también sufría en aquellos mismos instantes las consecuencias del polen del plátano de sombra.
Aquello se merecía una buena fotografía que nadie intentó tomar marginados o estrafalarios que tanto gustan a las gentes exquisitas o pequeñoburguesas, que, como algunos diseñadores gráficos y fotógrafos con mensaje, suelen ser, quizá afortunadamente, solo revolucionarios de salón. Hablo aquí de prostitutas callejeras, exhibicionistas, ladrones líricos, pandilleros, drogadictos y ciertas catástrofes humanas que es lo que acabamos siendo todos si llegada la edad de la discreción nos da por seguir mostrando lo que ya debemos tapar y por abusar de los tintes, las pelucas, los collares de oro, determinados bañadores, etcétera.
En una de las fotografías del libro aparecen Ada Colau y su compañero Adrià Alemany, disfrazados de superhéroes de la llamada Plataforma de Afectados por la Hipoteca y posando o dando brincos en la plaza de Sant Jaume, ante el Ayuntamiento de Barcelona. Mallas amarillas, antifaz negro, capa y sonrisas de eterno parvulario. Qué felices son los tiempos de la irresponsabilidad. Y qué caros, también económicamente, los