Tocada por la varita de Isabel Coixet
LA JOVEN ACTRIZ BARCELONESA, HIJA Y APRENDIZ DE EDUARD FERNÁNDEZ, SE DISPONE A DAR EL SALTO A LOS PERSONAJES PROTAGONISTAS
Tiene 23 años, pero a la vista se diría que no pasa de 17, mientras que al oído puede aparentar 30; basta con escucharle un par de frases sobre cómo se plantea la profesión y la vida. Como actriz, en todo caso, Greta Fernández está en plena primavera. Hasta ahora hemos podido verla sobre todo en papeles secundarios en la tele y el cine; primero en las series de TV3 La Riera y Olor de colònia ,y después en películas como La propera pell, Amar o La enfermedad del domingo. En el teatro, acaba de bajar el telón de Amanda T en el Fernán Gómez de Madrid tras un mes de funciones de la obra que, inspirada en el trágico caso de ciberacoso de la canadiense Amanda Todd, se estrenó a finales de 2016 en la sala Atrium de Barcelona. Después de esta aparición en Madrid, Greta Fernández pronto volverá a la ya mal llamada pequeña pantalla con un papel no desdeñable en Matar al
padre, producción de Movistar+ dirigida por Mar Coll y protagonizada por Gonzalo de Castro.
Pero el salto de la actriz barcelonesa al primer plano va a venir con la película que Isabel Coixet, la gran triunfadora de los últimos Goya con
La librería, empezará a rodar la semana que viene para Netflix. Se trata de Elisa y Marcela, drama romántico donde la joven intérprete hará su primer papel protagonista, mano a mano con Natalia de Molina. La película se basa en la historia de amor de dos gallegas que, en el año 1901, decidieron casarse por la iglesia bajo engaño y disfraz pero sobre todo con ingenio. Elisa (De Molina) se cortó el pelo, se disfrazó de hombre, se hizo pasar por Mario y hasta se inventó un pasado. Ella y Marcela (Fernández) dieron el pego ante el párroco de San Jorge (A Coruña), pero luego fueron descubiertas y tuvieron que huir a Portugal. Aunque las detuvieron en Oporto a petición de las autoridades españolas, allí recibieron un apoyo masivo de la prensa y parte de la ciudadanía, y tras un juicio local que también les fue favorable, marcharon a Buenos Aires antes de que la extradición pudiera ejecutarse.
Señala Greta Fernández, sin que se le pregunte, que Coixet la eligió para hacer de Marcela después de que la actriz María Valverde, convocada en primera instancia, cayera del cartel inicial por otros compromisos. Una de esas carambolas del oficio que hay que aprovechar. El ascenso de Greta era de todos modos cuestión de tiempo, pues en setiembre próximo rodará otro filme como protagonista, esta vez junto a su padre y mentor, Eduard Fernández: la que será ópera prima de Belén Funes, La hija del ladrón.
De su progenitor, Greta Fernández ha aprendido que la profesión de intérprete, a la que piensa dedicar toda la vida, es “una carrera de fondo”. Y que es preciso “tener cuidado al elegir papeles”. De ahí que, desde que empezó a actuar en la tele a los 16, haya rechazado ya un par de ofertas: en Demonios tus ojos y JeanFrançois i el sentit de la vida. “No me veía. Decir no a un papel es difícil y arriesgado, pero a veces tienes que hacerlo. Lo que eliges debe tener un sentido. Por eso tampoco puedes rodar tres series y una peli en un sólo año”, dice, aunque matiza que ella nunca para: “Siempre hay algo que hacer”. Y rechaza la excesiva tendencia al lamento, hoy día: “Menos quejarse y más trabajar”.
El objetivo del esfuerzo es obviamente que la crean cuando hace aquello que, por influjo de su padre actor pero también de su madre escritora, Esmeralda Berbel, ella siempre quiso: “Fabular, contar historias, crear ficción”. Algo que prefiere ejercitar en el cine porque “en general te da más espacio creativo” que la tele. Eso sin desdeñar nada. Tampoco el teatro, que le ayuda a “ejercitar los huesos de la interpretación” y le recuerda de manera especialmente intensa lo que desde fuera nos resulta patente: “¡Cuánto me gusta ser actriz!”.
“Este oficio es una carrera de fondo, y hay que saber elegir los papeles para que tu carrera tenga sentido”