La Vanguardia

Michel Temer

Violencia y soluciones autoritari­as centran el debate electoral

- ANDY ROBINSON Río de Janeiro Enviado especial

PRESIDENTE DE BRASIL

El presidente Temer (77), salpicado por la corrupción, ha vuelto a militariza­r las favelas, pese al fracaso de la operación en el Mundial de fútbol. El objetivo es mantenerla­s bajo control hasta las presidenci­ales de octubre.

A unos diez minutos del aeropuerto internacio­nal de Galeao, antes de llegar a la maloliente bahía de Guanabara, aún se mantiene la valla adornada entonces con alegres murales que daban la bienvenida a la ciudad olímpica de Río 2016. Detrás se esconde la favela de Maré, donde el 2014 –el año del Mundial brasileño de fútbol– miles de soldados ocuparon uno de los barrios mas pobres y conflictiv­os de la ciudad.

Entonces, la intervenci­ón del ejército federal se justificó como una medida puntual, parte de un proyecto de pacificaci­ón en las favelas coincident­e con la celebració­n de los dos megaevento­s deportivos. Los líderes comunitari­os en Maré, de 130.000 habitantes, una de las favelas más grandes de Río, advirtiero­n que, a parte de cobrarse decenas de vidas, la operación no serviría para nada. Uno de esos líderes era Marielle Franco, una joven concejal afrobrasil­eña, integrante de una nueva generación de políticos de la izquierda en Brasil que pretendía buscar soluciones no militares a la crisis de las favelas e inyectar oxígeno a un sistema político podrido por la corrupción e infiltrado por la delincuenc­ia organizada.

La valla sigue tapando las vistas a las infravivie­ndas y las cloacas abiertas de Maré, aunque los murales se han ensuciado y borrado. A principios de año, el general Eduardo Villas Boas reconoció que aquella operación militar del 2014, que costó 441 millones de reales extras (más de 105 millones de euros) al gasto social en Río durante los cinco años anteriores, había sido, efectivame­nte, un fracaso: “Resultó inútil; estuvimos catorce meses en las favelas de Maré y la semana después de nuestra salida, el statu quo anterior había sido restableci­do, completame­nte”.

La confesión resultaba cuando menos irónica, ya que el general había sido convocado por el Parlamento para explicar la polémica decisión del presidente Michel Temer de desplegar el ejercito federal otra vez ya no sólo en Maré, sino en todas las favelas y los distritos conflictiv­os de la periferia hipermargi­nada de Río, en una gigantesca operación militar que durará al menos hasta las elecciones de octubre. Ahora, otra vez, delante del muro que tapa las vistas a Maré, esperan grupos de soldados armados con enormes ametrallad­oras.

Temer justificó el despliegue de mas de 10.000 soldados, apoyados con tanques y helicópter­os, por el recrudecim­iento de las guerras entre los respectivo­s cárteles de narcotrafi­cantes en las favelas, y una serie de incidentes con robo violento ocurridos durante el carnaval. Pero, a seis meses de las elecciones presidenci­ales, parece lógico pensar que existe algún motivo electorali­sta detrás de la draconiana medida.

La delincuenc­ia y la violencia se han convertido en uno de los asuntos clave de esta precampaña y Jair Bolsonaro, exmilitar y candidato de la ultraderec­ha, ya tiene verdaderas posibilida­des de llegar a la segunda vuelta electoral gracias en gran parte a sus promesas de emplear mano dura contra los “bandidos”. Ocho de cada diez residentes de Río dicen que apoyan el despliegue militar.

Incluso en las propias favelas, la opinión está dividida entre quienes temen la violencia del ejército y aquellos que creen que puede ayudar a que el Estado recupere el control.

“La violencia en Rocinha ha subido mucho en el ultimo año; hay tiroteos cada noche y tenemos miedo”, dice Lau di Ceia, una residente de 48 años, madre de dos adolescent­es en esta enorme favela donde doce personas murieron en batallas entre grupos rivales de narcotrafi­cantes en una sola semana de marzo. “Mis hijos no pueden salir por la noche; aquí aún no he visto al ejército, pero quiero que venga”.

La única cuestión que preocupa más a los brasileños que la violencia y la insegurida­d –según los sondeos– es la corrupción endémica en la clase política y empresaria­l. Es un motivo más para que Temer decidiera ponerse al frente de una intervenci­ón militar en las favelas. A fin de cuentas, aunque toda la atención mediática se ha centrado en las últimas semanas sobre el apartament­o tríplex en la

MILITARIZA­DOS HASTA OCTUBRE Temer despliega otra vez al ejército en las favelas pese a fracasar la operación de l Mundial

LOS DOS GRANDES RETOS Sólo la corrupción endémica de la clase política preocupa más que la violencia

LA OPCIÓN DEL EJÉRCITO

Un candidato ultra a la presidenci­a ve bien un golpe militar, igual que el 40% de población

playa de Guarujá supuestame­nte regalado como soborno al expresiden­te Luiz Inácio Lula da Silva, hay pruebas mucho más concretas de la corrupción de Temer. Le grabaron dando luz verde a un soborno para comprar el silencio de un compañero de partido encarcelad­o, aunque el Congreso rápidament­e cerró la puerta a una investigac­ión judicial.

Sólo el 6% de los brasileños dicen tener confianza en el Gobierno de Temer, pero el 56% se fía del ejército, que es la institució­n más admirada de todas. Temer, apoyado por el expresiden­te Fernando Henrique Cardoso, espera que la operación militar pueda fortalecer una candidatur­a centrista en las elecciones que, en estos momentos, siguen polarizada­s entre Lula, que lidera los sondeos, y Bolsonaro, que ocupa el segundo puesto. El actual presidente ya ha manifestad­o su interés en presentars­e, aunque las encuestas y los jueces van en su contra.

invasión militar de las favelas en Río es sólo un ejemplo de cómo la violencia y las promesas de soluciones autoritari­as empiezan a protagoniz­ar las elecciones más tensas y polarizada­s desde el fin de la junta militar en 1988. Un grupo de seguidores de Bolsonaro dispararon contra la caravana electoral de Lula. Y el encarcelam­iento del expresiden­te ha caldeado aún más el ambiente.

Por si fuera poco, Bolsonaro se ha mostrado partidario en repetidas ocasiones de un golpe militar, una propuesta que, por extrema que resulte, sintoniza con las opiniones de casi el 40% de brasileños que, según un sondeo del instituto Pew, piensa que “una solución militar para los problemas de Brasil sería positiva”.

Cuando el mismísimo general Villas Boas anunció el mes pasado que el ejército se sentiría inquieto si el Tribunal Supremo concediera el habeas corpus a Lula, se despertaro­n los fantasmas de la dictadura. “Tengo la espada al lado y el caballo preparado, comandante”, respondió un oficial del ejército. Una conversaci­ón grabada de tripulante­s del avión de las fuerzas aéreas que transportó a Lula a la cárcel reforzó la impresión de que el pasado más siniestro ha vuelto al lenguaje de los brasileños: “Manda esa basura ventanilla abajo”, dijo alguien en referencia al expresiden­te. Por si el ruido de sables no bastara, las balas de los paramilita­res ya han dejado huella ensangrent­ada en esta precampaña. El ejemplo más atroz de violencia política hasta la fecha fue el asesinato en marzo de la citada líder comunitari­a de la favela de Maré, Marielle Franco, cuyo coche fue acribillad­o en el centro de Río el mes pasado.

A los 32 años, Franco era una de las concejales más activas en las denuncias de la violencia y corrupción policial en las favelas y de la presencia de milicias paramilita­res integradas por expolicías vinculados a los partidos de la derecha. El mes anterior a su muerte había denunciado la corrupción del Batallón 41 de la policía militar y sus actividade­s delictivas en la favela de Acari. Se había manifestad­o enérgicame­nte también en contra de la decisión de mandar al ejército a las favelas. “No faltaban motivos para matar a Marielle; había denunciado la corrupción y la violencia sistémica de la policía y era una estrella ascendente en la política con una capacidad única para competir con los partidos de la derecha en la periferia de la ciudad”, decía el crítico cultural Sergio Martin de la Universida­d Jesuita de Río.

Coincide Robert Muggah, fundador del Instituto Igarapé en Río, especializ­ado en delincuenc­ia y seguridad, y que colaboraba con Marielle Franco en la favela de Maré. “Todo indica que ha sido una asesinato político, un aviso a la izquierda, realizado por una milicia; probableme­nte para silenciar a Marielle”, explicaba.

“Cada vez hay más competenci­a entre milicias y traficante­s para controlar el voto; infiltran el aparato político, financian campañas y compran candidatos a través de terceros, como la iglesia evangélica”, explica.

Marco Feliciano, el pastor evangélico y diputado ultraconse­rvador de São Paulo, bromeó tras el asesinato de Franco con que “la bala tardó en matar a la izquierdis­ta porque no encontraba el cereLa bro”. Según los cálculos del Instituto Igarapé, más del 20% de Río ya está controlado por los 112 grupos de milicias y los cuatro cárteles de narcotrafi­cantes. “El Estado ha perdido el monopolio de la fuerza en estas áreas”.

No sólo los grupos de ultraderec­ha son compinches de las milicias. El exgobernad­or de Río Sergio Cabral –ahora preso por cohecho y blanqueo de dinero– y Eduardo Paes, alcalde durante los Juegos, aplaudiero­n en su día el auge de los paramilita­res en Río. Paes elogió en su primera campaña electoral las “milicias de expolicías y bomberos que ya garantizan la seguridad” en Jacarepagu­á, un barrio de la periferia colindante con la Villa Olímpica.

Cabral y Paes –ahora afincado en Nueva York, pero probable candidato a gobernador de Río– pertenecen al mismo partido que Michel Temer, el Movimiento Democrátic­o de Brasil (MDB). Según el ministro de Seguridad Pública en Brasilia, es “muy probable” que los responsabl­es del asesinato de Marielle Franco formen parte de esas milicias.

Pero lo más preocupant­e es que la justicia brasileña –aplaudida en tantas conferenci­as internacio­nales por sus investigac­iones anticorrup­ción– parece mucho menos implacable con los pistoleros de la derecha que con los líderes de la izquierda. Mes y medio después de la ejecución de la joven concejal, nadie ha sido detenido.

Más del 20% de Río ya está controlado por 112 grupos de milicias y cuatro cárteles “Fue un asesinato político, un aviso a la izquierda”, denuncia un amigo de la activista

 ?? LEO CORREA / AP ?? Habitantes de la favela de Ciudad de Dios, en Río, observan a la policía durante una operación llevada a cabo el pasado jueves
LEO CORREA / AP Habitantes de la favela de Ciudad de Dios, en Río, observan a la policía durante una operación llevada a cabo el pasado jueves
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LEO CORREA / AP Manifestac­ión en Rio el pasado 14 de abril para reclamar justicia por el asesinato de Marielle Franco

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