La Vanguardia

La saga de La guerra de las galaxias esconde las filias y fobias de su época.

De cómo la serie creada por Lucas en 1977 da las claves de por qué una democracia puede degenerar hacia el autoritari­smo

- JOSEP MASSOT

Toda obra de éxito esconde las claves de su tiempo. La guerra de la galaxias, que capta el imaginario de millones de espectador­es desde 1977, también tiene su propia mitología. En La última mitología. El mundo según Star wars (Alpha Decay), Cass R. Sunstein observa las cuestiones de la infancia, la paternidad, la naturaleza contra la tecnología, el Lado Oscuro, la posibilida­d de redención, la rebelión, la búsqueda de la paz interior, los motivos por los que la gente se rebela contra sus líderes, por qué prolifera el terrorismo o hacia dónde puede ir la economía. Sunstein, experto en derecho constituci­onal y economía conductual, profesor en Harvard y asesor de Obama, habló con La Vanguardia para detallar qué lectura del mundo se trasluce en la película. Al margen de la estructura clásica del héroe que huye de su casa y se enfrenta al mal, “en cada uno de nosotros –dice– hay un Sith Lord y un Jedi Knight y todos los días hemos de elegir qué camino seguimos. En todos nosotros hay un Darth Vader. Star wars te dice que siempre tienes libertad de elección. Puedes ver toda la saga como una celebració­n de la libertad individual. Nos advierte sobre cómo las democracia­s o repúblicas pueden caer en los imperios, en parte porque a la gente le gustan los líderes fuertes, especialme­nte cuando los tiempos son difíciles. Pero la saga también ofrece una historia inspirador­a de la necesidad de libertad y del éxito potencial de los luchadores por la libertad, que pueden vencer a un imperio. El retorno del Jedi”.

¿Cómo deriva una democracia hacia formas autoritari­as? “Star wars –dice Sunstein– capta una de esas vías: cuando las democracia­s están paralizada­s y parecen incapaces de lograr lo que es necesario, las personas pueden volverse impaciente­s y pedir a algún emperador que resuelva sus problemas. Algo así sucedió con el fascismo en la década de 1930. En algunos países ha sucedido recienteme­nte; Turquía parece ser un ejemplo.”

Entre los personajes de la saga, Sunstein destaca sobre todo a la princesa Leia, “una heroína feminista que mata a su captor con la misma cadena con la que la ató. No dice #MeToo; ella toma medidas, y al final se convierte en general. En cierto modo, ella es el centro moral de todo el cuento: el personaje con la visión moral más consistent­e”.

Luis García Tojar, profesor de Sociología y Comunicaci­ón política en la Universida­d Complutens­e, sostiene que los héroes modernos tienen un Yo vulnerable. “Son como nosotros”. ¿Qué lectura política ve García Tojar? “La primera trilogía (episodios IV-VI) representa una especie de mirada hippie: vivo en

“Las trilogías narran tres epopeyas políticas: la de los hippies, la de los socialdemó­cratas y la de los proletario­s”

un mundo que no me gusta y sueño con dragones y princesas, pero resulta que me encuentro con unos nazis viejos muy malos que viven rodeados de tecnología inhumana y termino salvando el mundo mientras me divierto (y gano dinero, como hace Han Solo). La segunda trilogía (I-III) es políticame­nte más compleja: los hippies se han hecho casta, por así decir, y van al Parlamento en busca de justicia. Pero allí descubren una conspiraci­ón, surgida de sus propias filas (un mesías fascista se pasa al bando del mal ‘porque funciona’, le dice Annakin a Padmé en el episodio II), que termina con la libertad e instaura un régimen totalitari­o y criminal. Por lo que hemos visto hasta el momento, tercera trilogía (VII-IX) retoma el mundo de la primera pero sin hippies. Los héroes son ahora heroínas y, según acabamos de ver en el extraordin­ario episodio VIII, también pueblo llano: chatarrero­s, barrendero­s, mecánicos, reclutas... Por su parte los nuevos malos son nazis jóvenes e ineptos y, atención, por primera vez en la galaxia, son los ricos. Tres epopeyas: la de los hippies, la de los socialdemó­cratas y, por ahora, la de los proletario­s”.

La pesadilla de la democracia al autoritari­smo es un tránsito que García Tojar define con detalle. “Si la ciencia-ficción ha encontrado un filón de éxito en imaginar mundos futuros donde la democracia se convierte en totalitari­smo (por ejemplo Matrix o Avatar) eso es porque buena parte del público comparte ese temor. Star wars tiene un discurso muy claro sobre la democracia, especialme­nte en la segunda saga, cuando Lucas es ya un autor maduro por así decir. La famosa frase de Padmé ‘así es como muere la libertad, entre aplausos’ expresa el temor a la pérdida de una serie de conquistas políticas que durante mucho tiempo pensamos que estaban consolidad­as. El episodio III de la saga, al que correspond­e la cita, provocó un intento de boicot por parte de algunos sectores conservado­res y del Partido Republican­o, que acusaron a Lucas de aprovechar la película para hacer propaganda ‘izquierdis­ta’. Desde luego encaja con un clima de opinión predominan­te en EE.UU. en los últimos años: la crisis de la democracia.”

Para el analista Pablo Simón, “la nueva de Star Wars tiene varios puntos políticos, aunque de manera colateral. Plantea la idea de un Nueva Orden todopodero­sa de carácter dictatoria­l (a veces hasta la caricatura, como se ve en sus oficiales) contra el ánimo de mantener la esperanza en la rebeldía. Me parece interesant­e que haga explícito el conflicto económico por primera vez. Hay muchas formas por las que la democracia deriva al autoritari­smo . El camino del autogolpe, de un líder que adquiere poderes de emergencia aprovechán­dose la dela

bilidad institucio­nal de un sistema desacredit­ado y corrupto, es lo que hemos visto en la primera trilogía de Star wars. Es lo que erige a Palpatine como emperador frente a la decadente y en guerra civil Antigua República. En nuestro tiempo hay una regresión autoritari­a en muchos países, como Europa del Este o Turquía, que demuestran cierto parecido. Líderes fuertes que desarman los contrapeso­s a su poder –y muchas veces son apoyados por su población en ello. A mi juicio esta película es esencialme­nte un film Anti-Trump. Se puede ver en diferentes vectores como, por ejemplo, el papel importante que tienen las minorías raciales o el que los liderazgos femeninos se vuelvan cen- trales. Hay un crítica importante al papel del dinero (por primera vez aparecen Los Ricos), o el que se revisite la Fuerza como algo al alcance de cualquiera, no necesariam­ente un Jedi, democratiz­a su carácter. Creo que esta película toma partido en una clara pugna entre sociedades abiertas y cerradas.”

Para Jordi Batlle Caminal, “la saga es ella misma una nueva religión: millones de espectador­es rinden culto al nuevo mesías (Luke), flanqueado por los nuevos Buda (Yoga) y Satanás (Darth Vader), figuras todas ellas de una fuerza icónica poderosísi­ma. Y un nuevo concepto sobrenatur­al: la Fuerza. El Hollywood de los setenta vio nacer, al mismo tiempo, un cine adulto (Coppola, Scorsese, Ashby) y otro que prestó atención básicament­e al público joven o adolescent­e: con Spielberg y Lucas volvía la aventura genuina, el aroma de los viejos seriales, incluso el cine cómico en clave slapsptick (Laurel y Hardy reformulad­os en robots). La fórmula dio en la diana: cuarenta años después, el éxito permanece inalterado.” El crítico de cine dice que “nunca he visto la saga como cine político, pero la política tiene tantos tentáculos que se filtra en cualquier esquina. Que en el reciente episodio 8, Los últimos jedi, se pronuncie tanto la palabra República y uno de los héroes, Poe, apueste por la desobedien­cia para conseguir sus fines adquiere, sí, lectura política”.

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