Puigdemont apuesta por Rajoy
Cuando Carles Puigdemont tomó posesión de la presidencia de la Generalitat se encontró con un Govern cerrado, pactado por Artur Mas y Oriol Junqueras, y una estructura en el Palau diseñada por el expresident para garantizarse desde fuera cierto control en la toma de decisiones del Govern. Fue un paso al lado con un retorno en el horizonte. Lo mismo que se plantea ahora desde Berlín. Nunca como ahora Puigdemont se pareció tanto a Mas.
Puigdemont era un president transitorio pero trazó su propio plan de vuelo y ahora, cesado por el 155 y pendiente del tribunal de Schleswig-Holstein, quiere dibujar el de su “president provisional”. Mas tenía el timón de su abuelo y Puigdemont Instagram y Twitter. Pero los likes no reducen el riesgo de accidente de una legislatura excepcional, con cinco diputados encarcelados y dos pendientes de resoluciones de extradición en Alemania y Bélgica que no garantizan la continuidad de la mayoría de JxCat y ERC para formar Govern.
Hay prisa entre los socios independentistas pero Puigdemont no siente la urgencia del calendario que fija el dead line en el 22 de mayo. Está decidido a evitar las elecciones a pesar de lo que considera alicientes políticos pero no renuncia a mantener el juego de estrategia abierto.
La reforma de la ley de Presidència que permite una investidura a distancia se aprobó el viernes en el Parlament y no ha sido publicada en el Diari Oficial de la Generalitat. Desde la intervención de la Generalitat por la vía del 155, el DOGC lo controla la Moncloa y el plazo para publicar las leyes es de quince días, así que la reforma no está en vigor y el presidente del Parlament, Roger Torrent, no puede proponer la candidatura de Puigdemont sin estrenarse en el terreno de la desobediencia.
No obstante, se alimenta el discurso de la restitución. La Assemblea Nacional Catalana reclama una investidura de Puigdemont que el Tribunal Constitucional ha prohibido en todas sus variantes y que ERC no se atreve a rechazar en público. Pero Puigdemont mantiene la apuesta, pone la legislatura en manos del Gobierno central convencido de que Mariano Rajoy es quien no tiene interés alguno en que se repitan las elecciones en Catalunya. Rajoy decide cuándo se publica la ley y cuándo se recurre, así que JxCat confía en que lo hagan el martes y, sin cerrarse puertas, Puigdemont dispondrá de una semana para apuntalar su elección de nuevo candidato que se someta a un debate de investidura el día 14, con una votación en segunda ronda el 16.
La vehemencia de Elsa Artadi en su negativa a ocupar la presidencia va acompañada de una reflexión de Puigdemont sobre la conveniencia de no quemar futuros liderazgos, y el de la portavoz de JxCat es uno de ellos. Las opciones de Puigdemont son limitadas y estudia con su equipo de cabecera pros y contras –el elegido debe comprometerse a renunciar antes o después–, mientras ERC está en el “ya dirá” y el PDECat, en el “que diga ya”.
En paralelo, la próxima semana aumenta el riesgo de descarrilamiento de la mayoría independentista. Los cinco diputados encarcelados (Junqueras, Romeva, Turull, Rull y Sànchez) pueden ser suspendidos como diputados si el Tribunal Supremo confirma el auto de procesamiento, lo que obligaría a renuncias y sustituciones de escaños para garantizar sus cinco votos; y hasta una buena noticia para Puigdemont del tribunal alemán que instruye la demanda de su extradición podría truncar sus planes si llega a destiempo.
Mientras, va tomando decisiones de gobierno, sin Govern. Crear un comisionado para atender a los afectados por el 155 y “resembrar” las instituciones catalanas. Hasta impulsar una comisión de investigación parlamentaria sobre la actuación del Gobierno de Rajoy durante los últimos seis meses, algo que las propias disposiciones del 155 prohíbe.