El Poblenou celebra el resopón de Sant Jordi
Sant Martí revive el 23 de abril con una fiesta en una biblioteca: autores, libros y barra libre de fartons y de horchata de El Tío Che
El Poblenou volvió a ser ayer el barrio más literario de Barcelona. Sólo una fiesta sabe a poco. Como esos pueblos que antes o después de Nochevieja celebran un ensayo o un epílogo, este vecindario del distrito de Sant Martí, cuna del cooperativismo en Catalunya, ha convertido ya en una tradición el resopón de Sant Jordi.
El 23 de abril de hace tres años llovió a cántaros. Muchos amantes se quedaron sin rosa, sin paseo y sin ver a sus escritores. La librería Etcètera (Llull, 203) decidió resarcirlos y organizar otro Sant Jordi. Un segundo Sant Jordi, que no un segundo día del Libro, porque todos los días del año son el día del Libro. Desde entonces, la celebración se ha consolidado, gracias a la complicidad de otros motores del barrio, como la horchatería de El Tío Che, el Arxiu Històric del Poblenou o la biblioteca Manuel Arranz. Esta joya municipal ha dado una nueva vida a la antigua fábrica de Can Saladrigas, en la calle Joncar, que muchos aún conocen como el prat dels gitanos, porque aquí hubo un asentamiento romaní.
De todo eso –de la literatura y de la memoria sentimental– se habló ayer. De los tiempos de pintadas como “Barcelona és prou gran, Poblenou independent!” o “Visca el Poblenou lliure i tropical!”. El acto ha tenido varios nombres, pero parece que “la fiesta del libro y la horchata” será el definitivo. Hubo barra libre de fartons y de horchata. Como siempre, Etcètera invitó a autores de éxito. Este año le tocó a Julià Guillamon, que en El barri de la Plata, reconstruye la historia de los vecinos de la calle Doctor Trueta, entre Badajoz y Ciutat de Granada. “Esta obra es tan buena como otra suya, Jamás me verá nadie en un ring”, explicaba una admiradora. Cerca de este barrio dentro de un barrio que era la Plata estaba la vaquería La Granja, que dio pie a una divertida polémica. Jordi Fossas, que presentó la tercera edición de un libro coral, Fet al Poblenou, todo un superventas local, dijo que esta fue la última vaquería de Barcelona.
“¡No señor! Fue la de la calle Torrijos, en Gràcia”, le corrigió un espontáneo. Antoni Bassas, autor de Bon dia, són les vuit!, pidió perdón por ser de Gràcia y dio la razón al apuntador: la vaquería de la calle Torrijos es su magdalena de Proust. El poder de convocatoria del periodista Nando Zanoguera (Fora de la galàxia )yde la escritora Najat El Hachmi (Mare de llet i mel) también contribuyó al éxito del acto de Can Saladrigas. Desde ayer, cada edición recordará a un autor ya fallecido, si es que los clásicos mueren algún día. Àlex Lerís, una de las almas de Etcètera, junto a Xon Pagès y Pedro Touzón, sobrecogió a la parroquia cuando leyó un párrafo de Acte de violència ,de Manuel de Pedrolo, que parece escrito hoy, y no en 1961. La clarividencia de la escritura, sobre todo de la poesía, que hizo recordar a muchos que vate y vaticinio son palabras de la misma familia.
Un acto en homenaje a la literatura deriva en una divertida polémica sobre las vaquerías urbanas