¿Felicidades, Karl?
A los 200 años del nacimiento de Marx, un alud de novedades editoriales y varios pensadores que reivindican su legado certifican la vigencia de unas teorías con luces y sombras
Ayer se cumplieron 200 años del nacimiento en Tréveris, la ciudad más antigua de Alemania, de Karl Heinrich Marx (1818-1883), un pensador decimonónico cuyas ideas iban a cambiar –revolucionar– la faz del siglo XX. Si, a partir de la caída del muro de Berlín en 1989, sus teorías parecieron superadas por los tiempos, las recientes crisis han revivido su pensamiento. Pero, ¿qué significa ser marxista hoy?
Los libros de Marx y sobre Marx siguen vendiéndose bien. Lo certifican en las librerías y también el editor Tomás Rodríguez, responsable de Akal, que tiene en su catálogo las obras del pensador y las de numerosos marxistas: “Nunca ha dejado de vender aunque no sea ya como en los setenta y ochenta, cuando se vendían libros que no se leían, reservados hoy a estudiantes de último curso de Ciencias Políticas”. Entre las novedades editoriales, destaca la biografía Karl Marx (Taurus), del británico Gareth Stedman Jones, que se suma a la del estadounidense Jonathan Sperber (Galaxia Gutenberg) o a la del británico Francis Wheen (Debate).
En El capital (1867), Marx explicaba las características del modo de producción capitalista, visto como un sistema de explotación y alienación que genera crisis cíclicas. Rodríguez lamenta que, a pesar de las cuatro ediciones canónicas en castellano de El capital (FCE, Akal, Siglo XXI y la inacabada de Manuel Sacristán en Grijalbo) “no hay ningún proyecto de nueva edición crítica con teóricos actuales. En Alemania sí siguen revisándolo”.
Joan Subirats, catedrático en Ciencia Política y comisionado de Cultura de Barcelona, opina que “hay gente que sigue proclamándose marxista. Yo no lo acabo de ver, porque lo que entendíamos por un marxista en el siglo XX implicaba una concepción más global, unas ideas muy claras sobre el futuro de la sociedad”. En cambio, sí cree que en el campo de la historiografía la visión de Marx es válida: “Su gran contribución es el análisis materialista de la historia, muestra cómo la evolución del sistema económico determina el conjunto. Mucha gente que no se proclamaría marxista utiliza sin saberlo sus herramientas, que ya son parte del legado europeo como Kant o Aristóteles”. “La parte que menos resiste el paso del tiempo son las soluciones. Él ofrecía una alternativa muy estatalista, y eso ge- nera hoy muchas dudas. Su análisis debería actualizarse con elementos como el capitalismo global de plataformas (Google, Amazon, Facebook) que no pudo imaginar”. Si bien “el siglo XXI mantiene esas bases de explotación que él denunció, cada vez con mayor precariedad y peores condiciones laborales”.
Justamente el sociólogo César Rendueles opina que “se ha producido un cierto retorno a Marx tras décadas de repudio de su obra” porque “el modelo de acumulación que ha dominado desde los setenta está agotado y muchas personas buscan alternativas en las tradiciones que diagnosticaron los límites del capitalismo en su gestación”. Para Rendueles, “la obra de Marx es bastante caótica y casi todos sus escritos tienen elementos valiosos y otros poco recomendables”, pero recuerda que “en los últimos años ha tenido muchísimo impacto su análisis pionero de los procesos de mercantilización a través de estrategias coactivas de desposesión. Mucha gente ve réplicas hoy: la privatización de recursos públicos, el capitalismo de plataforma, el extractivismo financiero... Además, su teoría de la explotación es insustituible para entender los procesos de desigualdad económica contemporánea”.
En ese sentido, el crítico literario David Becerra, que aplica el marxismo al análisis de textos –la literatura, recuerda, “no es un discurso inocente y autónomo al margen de la historia, sino que participa, consciente o inconscientemente en las tensiones políticas y sociales de la época”–, subraya que “el objeto de análisis y de crítica del marxismo es el capitalismo, por lo que seguirá siendo una herramienta útil y necesaria mientras el capitalismo exista. Pero no debe ser un fósil sino mantener un continuo diálogo crítico consigo mismo y los discursos que persiguen una sociedad más justa”.
El marxismo cuenta hoy con focos de irradiación tan diversos como el college Goldsmith, de la Universidad de Londres, el seminario catalán de economía crítica Taifa, filósofos como el francés Étienne Balibar, historiadores como el catalán Josep Fontana o el pakistaní Tariq Ali, economistas como el egipcio Samir Amin, sociólogos como los estadounidenses Immanuel Wallerstein o James Petras, editores como Gonzalo Pontón, activistas como el músico Pau Llonch... Y, por supuesto, la revista (y colectivo)
Mientras Tanto, fundada en 1979 por Giulia Adinolfi y Manuel Sacristán y uno de cuyos miembros, el economista Albert Recio, explica que, para ver si Marx sirve para el siglo XXI, hay dos métodos: “Uno,
analizar en qué medida sus análisis ayudan a entender el mundo actual. Otro, ver su influencia en el pensamiento social moderno”. Entre las ideas vigentes de El capital cita “el concepto de ejército industrial de reserva (en lenguaje moderno, la combinación de paro y empleo precario), el de reproducción económica, el reconocimiento del carácter espasmódico del capitalismo, las tendencias a la concentración y centralización del capital…”. En cuanto a su impronta en el pensamiento de hoy, destaca “una tradición de economistas que tratan de analizar el capitalismo con los mismos métodos y preguntas que Marx (el pakistaní Anwar Shaikh es el más representativo)” y sobre todo “a los científicos sociales que incorporan sus ideas base a otras tradiciones intelectuales o que aplican el análisis marxista a problemáticas poco presentes en el primer marxismo. En el primer caso destacan la nueva generación de economistas postkeynesianos, como el canadiense Marc Lavoie y el australiano Steve Keen, o los estudiosos de segmentación del mercado laboral, como los alemanes Steffen Lehndorff y Gerhard Bosch y la británica Jill Rubery. En la otra perspectiva destaca tanto el maridaje con el ecologismo, con los estadounidenses James O’Connor (1930-2017), Barry Commoner (1917-2012) o John Bellamy Foster, y con el feminismo, con la catalana Lourdes Beneria. Más que de una escuela de pensamiento podemos hablar de una tradición de análisis”. Subirats cita también al sociólogo estadounidense Erik Olin Wright, a los italianos Toni Negri y Luca Casarini, al irlandés John Holloway o al portugués Boaventura de Sousa Santos. Tomás Rodríguez añade a los españoles Carlos Fernández Liria o Clara Ramas San Miguel.
El sociólogo francés Michel Wiewiorka añade que filósofos como Nancy Fraser, Slavoj Zizek o Alain Badiou y economistas como Thomas Piketty o Michel Aglietta “muestran que el pensamiento marxista ha conservado cierto vigor”. Y concluye que Marx fue un gigante del pensamiento que ha inspirado “la búsqueda de la justicia social, pero que también ha servido para justificar derivas totalitarias, el comunismo real, guerrillas, terrorismo... si bien hay que decir que ¡Marx no era marxista!”