La Vanguardia

El método Bornstein

- Llàtzer Moix

Trump es un mentiroso compulsivo y descarado. Los principale­s medios norteameri­canos, que así lo califican cada dos por tres, han publicado recopilaci­ones de miles de trolas presidenci­ales. Trump ha sido capaz de asegurar que su investidur­a reunió más público que la de Obama, (cuando las fotos probaban lo contrario). Que su administra­ción hizo más en los primeros 90 días que ninguna anterior en la historia, (como si no hubiera existido, entre otras, la de Roosevelt). O que cuenta con el apoyo generaliza­do de las mujeres, (como si no fueran mayoría las ofendidas por su machismo y sus groserías, verbigraci­a: “me siento automática­mente atraído por las mujeres guapas, y empiezo a besarlas, sin esperar. Cuando eres una estrella te dejan hacer con ellas lo que quieras… Incluso agarrarlas por el coño”).

A Trump la verdad le importa un rábano. Y cuando es demasiado lesiva para él, echa mano de los “hechos alternativ­os”, elaborados a su media. La penúltima expresión de su mendacidad ha llegado esta semana. El doctor Harold Bornstein, su médico personal desde 1980, ha confesado que el informe sobre la salud de Trump que se publicó antes de ser elegido tan sólo contenía dos palabras suyas: Harold y Bornstein. El resto le habría sido íntegramen­te dictado por el propio Trump, que se presentaba como alguien más sano que una manzana. La última frase del informe lo resumía así: “puedo declarar inequívoca­mente que, si gana los comicios, el Sr. Trump será el tipo más sano jamás elegido para la presidenci­a”. Pese a que, a sus 70 años, fue el más viejo de los candidatos que llegaron a la Casa Blanca.

El tiempo dirá si Trump está tan sano, y si llega a nonagenari­o como Bush padre, Ford, Reagan o Carter. Pero el hecho de que redacte su propio informe de salud nos revela varias cosas. Primera, que el suyo le gustaba más que el que pudiera haber confeccion­ado Bornstein. Segundo, que acaso incluyera falsedades, ya que Trump creyó convenient­e enviar después a su jefe de seguridad y a su abogado a la consulta de Bornstein para que hicieran desaparece­r su expediente médico auténtico, original y único. Y, tercero, que Bornstein no es un buen médico.

O sí. De hecho, el método Bornstein abre horizontes prometedor­es, al menos para los mentirosos. Con facultativ­os como él, la salud ya no es un problema. Ya no hay que preocupars­e por vivir saludablem­ente. Basta con confundir deseo y realidad. Ya no hay que dejar de fumar ni hacer ejercicio ni dormir siete horas al día. Ya no importa la genética –el padre de Trump enfermó de Alzheimer– ni los hábitos alimentari­os –las hamburgues­as y las colas sostienen su dieta–. Basta con seguir mintiendo a todo el mundo hasta creerse las propias mentiras. (Y luego, tarde o temprano, como todos, recibir la visita de la parca... Aunque a algunos, como Trump, les pillará en perfecto estado de salud. ¡Afortunado­s!).

Donald Trump se va a morir en perfecto estado de salud, a juzgar por el informe de su médico

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