La Vanguardia

“No me endeudaré para tener un piso”

Un colectivo que contrata menos hipotecas y más créditos al consumo

- A. RODRÍGUEZ DE PAZ

Rebeca Escudero tiene 23 años y muchos proyectos: ampliar sus estudios secundario­s, buscar piso, sacarse el carnet de conducir, comprar quizás un coche... Sin embargo, estos días concentra todas sus energías en concluir con éxito el mes a prueba como camarera en un local de una de las plazas más populares del barrio de Chueca. “Tengo muchos planes, pero necesito dinero y sobre todo tiempo para llevarlos a cabo”, confiesa esta joven de un pequeño pueblo cercano a Ciudad Real que hace algo más de un año fue a probar suerte en Madrid.

Ya lleva encadenado­s trabajos de hostelería en tres sitios diferentes. Antes del bar de Chueca, pasó cuatro meses en uno de la zona del paseo del Prado, pero lo dejó porque, según cuenta, “el ritmo era frenético durante todo el día”. Ahora está contenta ya que, a falta de que se confirme su contrato, va a ganar más o menos lo mismo (sobre los 1.000 euros, más propinas) y además “valoran tu trabajo, respetan los descansos y no tienes que alargar la jornada gratis”. En el otro bar, trabajaba 10 horas diarias “y llegaba tan hecha polvo que no podía hacer nada más”.

Pese a haber tenido la “suerte” de trabajar siempre con contrato, su incipiente carrera laboral no le permite demasiadas alegrías financiera­s. “He ahorrado unos 2.000 euros. De momento no he encontrado una habitación en un piso compartido que cueste menos de 400 euros y entre la casa de mi abuela y la de mi novio me he ido apañando”. Rebeca no desentona si se compara con el retrato de su generación hecho por CaixaBank Research. El porcentaje de jóvenes de 22 a 33 años con vivienda propia (y en su mayoría, gracias a una hipoteca) cayó del 65,5% al 43,9% del 2002 al 2014. “¿Para qué comprar un piso? No lo veo necesario. Aparte de que los precios son inaccesibl­es, ¿de qué sirve endeudarte si no tienes claro que vaya a vivir en un mismo sitio?”, opina.

Por otra parte, han aumentado la cantidad de hogares jóvenes endeudados, sobre todo con créditos al consumo: los han contratado un tercio de los millennial­s sin vivienda propia, diez puntos más que sus homólogos de una década atrás. Para Rebeca Escudero, su economía doméstica se basa en un control “serio” del gasto. “Mis ‘caprichos’ son comer y salir de fiesta, no me da para más”, explica.

Y preguntada por el debate sobre el futuro de las pensiones, comenta sonriendo: “Se supone que los que van a salvar esto somos nosotros...”. La risa es la respuesta a su perspectiv­a de tener un plan de pensiones. “No me lo he planteado, la verdad”. Eso sí, en sus palabras no se aprecia rastro de preocupaci­ón sobre su futuro personal. “Me puedo buscar la vida en cualquier sitio”, asegura con confianza.

“Se supone que los que vamos a salvar las pensiones somos nosotros...”, ironiza una joven camarera

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