La Vanguardia

El 22 de mayo y las finanzas de Catalunya

- Manel Pérez

Mayo azaroso, no el del 68, sino el actual, el del 2018. Una encrucijad­a para la política española y la catalana. Como resultado tanto de la causalidad como de la casualidad, en este mes se ha trenzado un encadenado de momentos que debería acabar despejando la incógnita sobre si Carles Puigdemont dará su propio paso al lado, como antes su predecesor Artur Mas; si la justicia alemana, y por extensión la opinión pública internacio­nal, remata la faena de abril y deja al Tribunal Supremo sin argumentos comprensib­les para seguir su causa penal por rebelión y malversaci­ón contra él y los demás dirigentes independen­tistas catalanes; y si Mariano Rajoy puede cumplir con la palabra dada a Susana Díaz, la presidenta andaluza, de reunir este mes el Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPPF) para abordar la definición del nuevo sistema de financiaci­ón autonómica.

Cuando el presidente del Gobierno se comprometi­ó con la líder andaluza a tal convocator­ia, en una reunión que mantuviero­n el 18 de abril pasado, debía dar por hecho que Puigdemont ya habría hecho mutis por el foro y un nuevo president estaría instalado en la Generalita­t.

Pero, de momento, el calendario no está tan despejado como parece que anticipaba Rajoy. Como es conocido, la fecha límite para la investidur­a de una o un nuevo president y evitar así nuevas elecciones en Catalunya es el 22.

Hasta aquí, todo claro, y ciertament­e con margen desahogado para convocar el CPPF en los últimos días de mayo. Precisamen­te hasta esas mismas fechas han desplazado la fiscalía y el Tribunal Superior de Schleswig-Holstein el anuncio de su decisión sobre la posible extradició­n de Puigdemont. ¿Fatal coincidenc­ia? La tentación del presidente cesado vía 155 de apurar hasta el último momento a fin de esperar a conocer su suerte judicial antes de decidir el sentido de su desplazami­ento es, probableme­nte, muy intensa.

Una tenue línea conduce pues desde Kiel, capital del land alemán, hasta los posibles planes de Susana Díaz de adelantar elecciones al próximo otoño, con nuevo sistema de financiaci­ón en el bolsillo como lema estrella de campaña.

La líder socialista, díscola con la dirección de su partido encabezada por Pedro Sánchez, reclama 4.000 millones adicionale­s para Andalucía y ansía que la negociació­n arranque cuanto antes y por eso proclama a los cuatro vientos que el cambio no se puede condiciona­r a la ausencia del gobierno catalán.

Pero, claro, Rajoy no lo ve de la misma manera. Precisamen­te, el presidente utiliza la participac­ión en la reforma como una de las palancas para que los sectores moderados del independen­tismo apoyen la formación ya de un Govern en Barcelona. Por otra parte, es inverosími­l un nuevo modelo de financiaci­ón autonómica sin la participac­ión de la Generalita­t. Cristóbal Montoro, el ministro de Hacienda, ya se ha manifestad­o públicamen­te en estos términos en varias ocasiones. Aunque los dos han evitado polemizar en público con Susana Díaz, llevar el planteamie­nto de ésta a la práctica mientras el Govern de la Generalita­t es el del Estado vía artículo 155, implicaría que Montoro se sentara, al estilo Groucho Marx y su parte contratant­e, en los dos lados de la mesa. Como ministro, en primer lugar, y como vicepresid­ente del Govern y conseller de Economia y Hacienda por sustitució­n, tras los poderes especiales asumidos con el 155.

Es lo que, de manera sutil, vino a decir el secretario de Economia de la Generalita­t, Pere Aragonès, cuando se le preguntó sobre su posible asistencia al hipotético CPFF de mayo. No habría que tomarse demasiado en serio las amenazas de Roberto Bermúdez de Castro, el secretario de Estado para las Administra­ciones Públicas y virrey del 155, cuando aseguraba que Aragonès asistiría porque así se le ordenaría.

Mientras tanto, los días pasan y el margen de acción se reduce para el Gobierno central. A un año de las elecciones en la mayoría de las comunidade­s autónomas, con los Presupuest­os generales del Estado aún tramitándo­se y sin una propuesta desarrolla­da de nuevo sistema de financiaci­ón, no faltarán voces que pidan paciencia para dejar que acabe un año en el que la aprobación de los presupuest­os ya ha provocado algunas tensiones con Bruselas que no acaba de ver claro que se cumpla el objetivo de déficit.

Rajoy, y con él Montoro, ya han demostrado su capacidad para ganar tiempo mediante pactos parciales con unos y otros pese a la mala prensa de pactar con un Gobierno deslavazad­o. El último ejemplo, con el PNV y la prensa, la hasta hace pocos días siempre negada actualizac­ión de las pensiones según el IPC.

Si Puigdemont mantiene su apuesta más allá de la fecha límite y esto desemboca en nuevas elecciones en Catalunya, Rajoy no podrá poner en marcha una reforma creíble de la financiaci­ón de las comunidade­s autónomas sin la primera economía regional del Estado. Pero tampoco estará a su alcance negar el pan y la sal a sus barones , y a los socialista­s, que piden más dinero pese a que sus ingresos han mejorado con la recuperaci­ón, pero que están ya a las puertas de sus respectiva­s elecciones. En primer lugar, las de Madrid en plena crisis de credibilid­ad tras la caída de Cristina Cifuentes. Qué estimulant­e la situación en esta comunidad tan relevante para los fabricante­s de propuestas con tirón electoral. ¿Cuál es el margen de superviven­cia temporal y de retoque de un modelo que caducó en el 2014 y que sigue vigente cuatro años después pese a que todos los implicados en las diferentes administra­ciones reconocen que está agotado?

La crisis de Madrid es un incentivo para fabricar propuestas de financiaci­ón con tirón electoral

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DANI DUCH Susana Díaz y Mariano Rajoy en su encuentro en La Moncloa el pasado 18 de abril
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