La Vanguardia

Los temas del día

- Joaquín Luna

El discurso de investidur­a de Joaquim Torra ante el Parlament de Catalunya.

Los domingos me tengo prohibido escribir de asuntos trascenden­tes –hoy más que nunca–, de modo que les voy a soltar un monólogo sobre las mujeres, que es de lo que hablamos los amigos antes o después de hablar de política. De negocios, nunca. ¡Yo soy un mal negocio!

Tengo una duda. Muy grande. ¿Es ético acostarse con una lectora? ¿Puede despedirme la empresa si tengo tratos carnales con una suscriptor­a aunque sea daliniana? ¿Qué diría la magistratu­ra laboral ante la demanda de una lectora defraudada porque escribo una cosa y hago otra?

Las mujeres me atraen porque son fenomenale­s. ¡Esos matices, esos “por cierto”, ese descubrir ángulos insospecha­dos a la vida! Fútbol de tiqui-taca! A nosotros, en cambio, nos cae un balón suelto en el círculo central y de cabeza a barraca sin pensar en los pivotes defensivos, el juez de linea y los compañeros desmarcado­s...

El caso es que a uno le llegan, de tanto en tanto, expresione­s de simpatía de algunas lectoras, que manifiesta­n incluso curiosidad personal y predisposi­ción

Una cosa es escribir tonterías y otra es hacerlas con alguien que te imagina un poligonero de las letras

a propuestas lúdicas. Ya sé lo que debería hacer, justo lo que no siempre hago: agradecer su interés y desearles lo mejor, como, por ejemplo, que lean cosas más instructiv­as o practiquen yoga. ¿Y qué se me ocurre? Nada bueno. Where is the beef?, como diría un castizo.

Ahí es dónde quería llegar y ustedes conmigo. Me pregunto si es ético rentabiliz­ar con fines privados unos textos por los que ya cobro a fin de mes y citarme con lectoras fuera de las horas de trabajo, lo que, en algunos casos, puede dar pie a equívocos porque una cosa es escribir tonterías y otra es hacerlas con alguien que fantasea y te imagina un golfo, un bendito o un poligonero de las letras.

Estas lectoras esperan algo de uno, como yo de ellas. Son un peligro. Un peligro para el periodismo. ¿Alguien recuerda un episodio en el que el reportero Tintín aprovechas­e sus aventuras para seducir a alguna mujer? (Bueno, tampoco consta que enviase ninguna crónica pero era el mejor). –¡No me saques en tus columnas! Esto me dicen a veces lectoras muy simpáticas que, sin embargo, tampoco dan argumentos para ello.

Con esto, no quiero decir que yo rife columnas por las noches porque es un espacio del lector en cuyo nombre me aprovecho pero lo justo. –¡Usted es un jeta!

Alto ahí. Si uno yace con algunas lectoras no es sólo porque los hipotético­s contactos carnales sucedan fuera del horario y el ámbito laboral –¡el día que les cuente cosas que pasan en los hospitales!– sino porque se trata de material informativ­o de primera mano. Milongas aparte, uno es infiel a la ética periodísti­ca pero no al lector.

Al soci del Barça y al lector no se les puede engañar: esta semana, ni una rosca. Las musas y ciertas lectoras han pasado de mi.

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