La cruz del IRPF
En este espacio de locura en que se han convertido las redes sociales me han llegado no pocos mensajes relacionados con la declaración del IRPF. No por motivos económicos, ni sobre cómo desgravar. Personas contrarias al nacionalismo catalán manifestaban que por primera vez en su vida iban a dejar de marcar la cruz en la casilla de la declaración de la renta para que el 0,7% de sus impuestos se destinen a la Iglesia católica. Consideran que la mayor parte de la Iglesia en Catalunya –no me gusta decir Iglesia catalana o española porque para mí no hay más Iglesia que la universal– ha asumido o impulsado posiciones nacionalistas que han alejado a muchas personas de los templos. Alguno enfatiza que está cansado de estelades en campanarios y fachadas de edificios religiosos, de muchos sacerdotes y hasta algún obispo que han expresado abiertamente opiniones nacionalistas, de su solidaridad con unos y el olvido de otros, de manifiestos partidistas firmados por cientos de curas, de que en algunas iglesias o centros parroquiales se hayan realizado reuniones políticas independentistas, guardado urnas y hecho recuentos de votos... Me llegó también alguna referencia de independentistas que quieren actuar de la misma manera, pero por motivación inversa. No quieren que vaya dinero a la Iglesia española y a su cadena de televisión.
Independentistas y españolistas me han reprochado mi defensa de algún obispo. Los nacionalistas catalanes consideran que los obispos han sido “demasiado tibios” en todo el procés, que deberían haber ido más lejos en sus pronunciamientos y no con posiciones tan mesuradas. Los del bando contrario son mucho más duros. Aparte la crítica coyuntural, no faltan quienes afirman y recuerdan que si, a lo largo de décadas, una buena parte de los sacerdotes de Catalunya y algunos obispos se hubieran dedicado más a predicar a Cristo que a “la construcción nacional”, no estaríamos atrapados en este espeso berenjenal.
La división está servida y puede durar. Uno de sus ramalazos golpea a la Iglesia. Con todo, esta desagradable situación plantea un auténtico reto a los católicos. Cada uno puede reflexionar y decidir si lo prioritario son los principios cristianos o los criterios políticos. Calibrar si se es más católico que nacionalista catalán o español, o a la inversa. La decisión es libre, pero hay una conclusión: quien prioriza la política por encima de sus creencias es porque su vida espiritual anda floja. A quien sabe que también él es Iglesia, que no la forman sólo obispos, sacerdotes y religiosos, no le ha de resultar problema seguir marcando la cruz del IRPF destinada a la Iglesia, incluso rechazando el actuar de algunos clérigos.
Yo marcaré las dos cruces, la de la Iglesia católica y la de las entidades sociales. Aunque me subleven muchas acciones y actitudes asociadas al procés, de un lado y de otro. Entre ellas, la intromisión de bastantes sacerdotes. Si alguno lo duda, recupere mi artículo “Curas trabucaires” en esta misma sección. Digo una vez más a los sacerdotes que se dediquen a lo suyo, que no les falta trabajo. Dejen el campo político a los laicos. Me siento miembro de una comunidad política y profundamente integrado, pero valoro infinitamente más ser católico e hijo de la Iglesia.
Tengo el convencimiento que marcarán la cruz incluso personas que no son practicantes y hasta no creyentes por reconocer la ingente labor social de instituciones de la Iglesia, la atención a las personas, las necesidades de los sacerdotes que pasan estrecheces, la transmisión de virtudes a una sociedad que las necesita, etcétera.
Es deseable además que algunos obispos dejen de recibir insultos por carta o medios electrónicos por parte de personas que se autocalifican de cristianas porque aquellos no han adoptado las posiciones políticas que los remitentes consideran correctas.