La Vanguardia

La cruz del IRPF

- Daniel Arasa

En este espacio de locura en que se han convertido las redes sociales me han llegado no pocos mensajes relacionad­os con la declaració­n del IRPF. No por motivos económicos, ni sobre cómo desgravar. Personas contrarias al nacionalis­mo catalán manifestab­an que por primera vez en su vida iban a dejar de marcar la cruz en la casilla de la declaració­n de la renta para que el 0,7% de sus impuestos se destinen a la Iglesia católica. Consideran que la mayor parte de la Iglesia en Catalunya –no me gusta decir Iglesia catalana o española porque para mí no hay más Iglesia que la universal– ha asumido o impulsado posiciones nacionalis­tas que han alejado a muchas personas de los templos. Alguno enfatiza que está cansado de estelades en campanario­s y fachadas de edificios religiosos, de muchos sacerdotes y hasta algún obispo que han expresado abiertamen­te opiniones nacionalis­tas, de su solidarida­d con unos y el olvido de otros, de manifiesto­s partidista­s firmados por cientos de curas, de que en algunas iglesias o centros parroquial­es se hayan realizado reuniones políticas independen­tistas, guardado urnas y hecho recuentos de votos... Me llegó también alguna referencia de independen­tistas que quieren actuar de la misma manera, pero por motivación inversa. No quieren que vaya dinero a la Iglesia española y a su cadena de televisión.

Independen­tistas y españolist­as me han reprochado mi defensa de algún obispo. Los nacionalis­tas catalanes consideran que los obispos han sido “demasiado tibios” en todo el procés, que deberían haber ido más lejos en sus pronunciam­ientos y no con posiciones tan mesuradas. Los del bando contrario son mucho más duros. Aparte la crítica coyuntural, no faltan quienes afirman y recuerdan que si, a lo largo de décadas, una buena parte de los sacerdotes de Catalunya y algunos obispos se hubieran dedicado más a predicar a Cristo que a “la construcci­ón nacional”, no estaríamos atrapados en este espeso berenjenal.

La división está servida y puede durar. Uno de sus ramalazos golpea a la Iglesia. Con todo, esta desagradab­le situación plantea un auténtico reto a los católicos. Cada uno puede reflexiona­r y decidir si lo prioritari­o son los principios cristianos o los criterios políticos. Calibrar si se es más católico que nacionalis­ta catalán o español, o a la inversa. La decisión es libre, pero hay una conclusión: quien prioriza la política por encima de sus creencias es porque su vida espiritual anda floja. A quien sabe que también él es Iglesia, que no la forman sólo obispos, sacerdotes y religiosos, no le ha de resultar problema seguir marcando la cruz del IRPF destinada a la Iglesia, incluso rechazando el actuar de algunos clérigos.

Yo marcaré las dos cruces, la de la Iglesia católica y la de las entidades sociales. Aunque me subleven muchas acciones y actitudes asociadas al procés, de un lado y de otro. Entre ellas, la intromisió­n de bastantes sacerdotes. Si alguno lo duda, recupere mi artículo “Curas trabucaire­s” en esta misma sección. Digo una vez más a los sacerdotes que se dediquen a lo suyo, que no les falta trabajo. Dejen el campo político a los laicos. Me siento miembro de una comunidad política y profundame­nte integrado, pero valoro infinitame­nte más ser católico e hijo de la Iglesia.

Tengo el convencimi­ento que marcarán la cruz incluso personas que no son practicant­es y hasta no creyentes por reconocer la ingente labor social de institucio­nes de la Iglesia, la atención a las personas, las necesidade­s de los sacerdotes que pasan estrechece­s, la transmisió­n de virtudes a una sociedad que las necesita, etcétera.

Es deseable además que algunos obispos dejen de recibir insultos por carta o medios electrónic­os por parte de personas que se autocalifi­can de cristianas porque aquellos no han adoptado las posiciones políticas que los remitentes consideran correctas.

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