La Vanguardia

Vidas paralelas en Cannes

Cómo es la maquinaria financiera que se esconde tras la vida chic que rige el festival

- ÓSCAR CABALLERO

Cannes está de cine, en mayo. Pero la multitud que la invade –4.000 periodista­s, por ejemplo– lleva vidas paralelas. Cinéfilos en salas desde las 8 de la mañana, un desayuno fuerte como única comida. Compra venta en el que presume de ser el mayor mercado internacio­nal de filmes. Y grandes joyeros, como Chopard, que convierten a estrellas en árbol de navidad con fulgor prestado.

Aquel festival doméstico en el que Michèle Morgan se podía bañar en el Mediterrán­eo –antes del móvil y esas selfies prohibidas este año en la alfombra roja– es hoy máquina financiera y festiva. Con personajes como Nelly Vaillant, farmacéuti­ca frente al palacio de festivales. Desde hace

27 años no sólo vende lo propio del oficio, sino también “esparadrap­o para realzar discretame­nte unos senos”.

En Cannes a veces se duerme, pero se come y se bebe. Basten las cifras de un solo hotel, el Majestic. Duplica personal para disponer 8.000 rosas en las habitacion­es, cambiar 15.000 sábanas, limpiar o planchar 6.000 ropajes, hacer 25.000 comidas, 40 toneladas de frutas y verduras, 3 toneladas de pescado, 2 de bogavante, 800 kilos de langosta, 350 de foie gras, 50 de caviar, 250 de chocolate. Y 20.000 macarons, esa pasta creada presumible­mente por una monja española de Saint-Emilion, convertida en estrella de cine gracias al María Antonieta, de Sofia Coppola.

De la bodega del hotel saldrán unas 9.250 botellas de vino y el equivalent­e de botellas de champán.

A propósito, Piper Heidsieck es desde 1993 burbuja oficial del festival (también y hasta 2020 de los Oscars de Hollywood) y Éric Nebot, 41 años, francés instalado en Los Ángeles, el responsabl­e de que se beba ese champán en Café Society , de Woody Allen. O de que en Ready player one, el filme de Spielberg ambientado en el 2045, aparezca un Renault Twizy. Y de que Spiderman arañe una publicidad de Evian.

Su empresa cobró 40 millones de euros a Heineken para que James Bond bebiera cerveza en Skyfall .Y su cinefilia lo hará productor, este año, en homenaje a un abuelo que produjo, entre otros clásicos, Hiroshima mon amour o Noche y niebla.

Gourmet confeso, Nébot está invitado segurament­e a la playa Nespresso, con las cocinas efímeras de la ex periodista Julia Sammut o de Tatiana Lehva (Le Servan, París). Como la ley de costas se cargó Têtou et Nounou, el chiringuit­o de Golfe Juan que congregaba festivaler­os, quienes disponen de nombre o cara conocida procuran que Dimitri Vankerm, director del Fouquet’s Cannes, les invente una mesa.

“The place to be?” El Club by Albane de Albane Cleret. En 17 años esta morena bajita y dinámica ganó el título de reina de la noche. Y plantó su paraíso en la azotea del JW Marriott, con vistas a la Croisette.

La noche es de quien se la trabaja: la Cleret es Albane Communicat­ion, dos millones y medio de euros de volumen de negocio y entre sus clientes, Chanel, Dior, Chopard, Renault, los perfumes de Givenchy. Para el Club by Albane, la semana de Cannes empieza en abril: coordinar viajes de 20 camiones y 4 grúas, el trabajo de 120 artesanos. Y en París, un cóctel o cena programado­s por Albane abren la puerta del Automobile Club de France o del palacete Salomon de Rothschild.

Cada mañana, mientras el cinéfilo lee Variety (nació en 1905 en Nueva York) o The Hollywood reporter (Los Ángeles, 1930), deslocaliz­ados en Cannes con edición gratuita durante el festival, el festivaler­o aprende que la flor 2018 de Cannes es la de acacia. O celebra que el mítico hotel Martinez (1929) haya reabierto tras una reforma millonaria de la suite Penthouse, con sus 1.670 m2 una de las más grandes de Europa, y creación del comedor Version Original. Sin olvidar su restaurant­e Palme d’Or, con Christian Sinocropi, dos estrellas Michelin.

Más recoleta es la vida del millonario del cine, personajes de Scott Fitzgerald que reservan torres. El vulgo puede visitar Villa Kérylos, en Beaulieu-sur-Mer (11 € la entrada) o la Villa Ephrussi de Rotshschil­d, en Saint-Jean Cap Ferrat (14,50 €), que acaba de dedicar una rosa de su jardín a la mecenas Sylvia Pastor.

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COLIN MATTHIEU / AFP Una vista del mítico hotel Martinez

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