La Vanguardia

Enfriando

- Pedro Nueno

Entramos en mayo, se acerca el verano, algunos días hace ya una temperatur­a agradable y muchos restaurant­es, naturalmen­te, enchufan el aire acondicion­ado. Si eres un camarero, te mueves arriba y abajo llevando platos llenos y retirando platos vacíos, llevando botellas de agua, de vino (si tienes suerte), de cerveza, tomando nota de cosas, escuchando al que te mira con la mano levantada, pasas calor. El aire acondicion­ado te ayuda a vivir sumergido en aquel ejercicio durante horas. Pero si eres un cliente que has ido allí a comer, te sientan en un sitio al que llega el chorro de aire frío de un aparato que está encima de ese sitio, o desde una rejilla y está enfocada hacia ti, cuando llevas unos minutos y has movido la silla en todas direccione­s para minimizar el impacto del chorro sin éxito, te has puesto otra vez la chaqueta, te sientes congelado, incómodo y, si aquello se ha llenado, no te puedes cambiar y no sabes qué hacer.

A veces hay quien dice: “¿Podrían bajar un poco el chorro de aire frío?”. Pero los camareros ajetreados y sudando intentan quedar bien diciéndole uno a otro: “Baja un poco el aire, compañero. Es que le viene a este señor”. El otro le contesta: “Enseguida”. Pero no lo apaga. Y eso no pasa sólo en Barcelona. Vivimos en un mundo global y lo mismo pasa en muchos otros países (un poco menos en EE.UU., quizás porque fueron los primeros en tener aire acondicion­ado y han aprendido algo más sobre cómo utilizarlo).

Cuando yo estudié arquitectu­ra e ingeniería no recuerdo ningún curso sobre aire acondicion­ado. Si lo tienen ahora, no parece que se lo estudien bien porque el fenómeno pasa en locales relativame­nte nuevos. Aquí hay una oportunida­d para empresas de arquitectu­ra, construcci­ón, ingeniería, decoración y, sobre todo, es algo que se debería enseñar a quienes van a dedicar una parte de su vida a producir zonas con aire acondicion­ado.

El problema llega más lejos. A veces subes a un taxi, lógicament­e te sientas en los asientos detrás

Enfriar cuesta dinero, y enfriar más de la cuenta es tirar dinero; tenemos una oportunida­d para optimizar nuestro entorno

del taxista, y al poco rato notas un chorro de aire frío que sale de la parte delantera y te da en la cara. Piensas si será que quien viajó en el servicio anterior le pidió al taxista aire frío. Pero cuando te pasa taxi sí, taxi no, quiere decir que, como en los restaurant­es, muchos taxistas piensan que mejor tener un ambiente frío. Y no hablemos de los aviones. Todos tienen unos grifos de aire encima de los asientos que, cuando los abren, sueltan el chorro sobre la cabeza del pasajero, pero que según cómo se ponga el pasajero de la lado te puede dar en la cara a ti. Ves gente, sobre todo en vuelos internacio­nales, que sube al avión y se pone una bufanda o, si puede, pide una manta.

Enfriar cuesta dinero, y enfriar más de la cuenta es tirar dinero. Es evidente que no todos nos sentimos a gusto con la misma temperatur­a. A veces entras en un despacho lleno de gente y con una temperatur­a bajísima. Eso quiere decir que la gente que trabaja allí, la mayoría ha decidido estar en un ambiente de baja temperatur­a. Y en otras ocasiones pasa lo contrario. No tenemos casos de huelgas por ambiente demasiado frío o demasiado caliente (no querría estar dando ideas).

Alguna vez, cuando hay en un sitio del mundo una epidemia, al llegar desde ese sitio a otro país, tienes que pasar un control de temperatur­a. Pasas por un arco que te mide la temperatur­a al pasar. A mí siempre me suena, pero porque mi temperatur­a habitual es algo más fría que la del promedio de los seres humanos. Este es otro aspecto. Si tenemos en nuestro cuerpo una temperatur­a más alta quizás necesitemo­s un ambiente más frío, o lo contrario. Es evidente que tenemos una oportunida­d para optimizar nuestro entorno desde economía hasta salud pasando por la comodidad.

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