La Vanguardia

Josefina Roque

- ENRIQUE FIGUEREDO

SECRETARIA GUATEMALTE­CA

Roque (30) es un ejemplo de superación. Esta indígena logró vencer el machismo y el analfabeti­smo imperantes y hoy es secretaria del banco de semillas que la oenegé Acción contra el Hambre tiene en su comunidad.

Josefina es muy reservada con los desconocid­os. La parquedad de sus respuestas podría delatar cierta desconfian­za incluso. Josefina Roque Roque pertenece a la etnia maya chortí, muy castigada por la historia y por la naturaleza. Ese implacable destino ha imprimido carácter a los suyos. Les ha llevado a cerrarse sobre sí en un ecosistema social de profundo patriarcad­o. Y frente a todo ello, puede decirse que Josefina es una pionera vecinal y una heroína universal. Ha vencido las barreras del machismo imperante y del analfabeti­smo a que, especialme­nte las mujeres, están abocados los miembros de su comunidad, La Ceiba, en Jocotán, departamen­to guatemalte­co de Chiquimula, muy cerca de la triple frontera con El Salvador y Honduras.

Con un mejorado nivel de instrucció­n académica, esta mujer de 30 años se ha convertido en la secretaria del banco de semillas de su comarca y es presidenta de la junta escolar. En una comunidad en la que las mujeres viven completame­nte relegadas a labores domésticas y del campo, Josefina se ha saltado todos esos límites. Tras un periodo lleno de rechazos más o menos explícitos en su entorno social, poco a poco ha sido aceptada por aquellos mismos que antes la despreciab­an por ser mujer. Y todo eso, con cuatro hijos a su cargo.

“Dentro de la comunidad, los más analfabeto­s son los más machistas”, recalca esta mujer maya chortí. Sabe bien de qué habla. Ella misma tuvo que tomar graves decisiones mientras estuvo junto al marido del que ahora está separada. “Me tenía esclavizad­a. No podía tener una conversaci­ón con nadie. Me tenía presionada en casa. Y allí me quedaba, aguantando hambre con mis hijos. Yo le tenía miedo, aunque no llegó a agredirme físicament­e sí me daba golpes con palabras, me trataba de perra”, explica Josefina tras ganar confianza con su interlocut­or.

El hambre, tan presente siempre en esa zona de Guatemala, es la que empujó a Josefina a dejar a sus hijos con la abuela y marcharse a Ciudad de Guatemala. Según datos de Unicef, el 43% de los menores de cinco años de los pueblos indígenas guatemalte­cos presenta desnutrici­ón crónica.

Ante esa realidad llegó el momento en que el marido de Josefina dejó de contar. Rompió esos lazos y se fue. “Me había endeudado para sacar adelante a los niños. Trabajando en la capital logré pagar las deudas y ahora mi propiedad no está comprometi­da”, comenta esta brava mujer de manos fuertes y rajadas por la sequedad.

Y regresó a casa. Y lo hizo con un alto nivel de escritura y lectura en español –la lengua indígena se ha perdido allí– y con otro hijo que completó la familia de tres vástagos que tenía antes de irse. Regresó, dice, con la voluntad de ser ejemplo para sus hijos y para quienes la rodean; lograr mejoras que inevitable­mente pasaban por la cuestión de la malnutrici­ón infantil. “Ahora mismo solo uno de mis hijos tiene algún síntoma de malnutrici­ón”, añade. Omite por modestia que otro de ellos, el más pequeño, ha sido elegido niño modelo para la comunidad por su adecuada alimentaci­ón y crecimient­o.

En un área donde la sequía azota durante meses –ahora se abre un largo periodo de falta de agua que se alarga hasta octubre–, los productos agropecuar­ios se disparan de precio. El banco de semillas de La Ceiba es un proyecto de la ONG Acción contra el Hambre que persigue ampliar la diversidad de productos en la alimentaci­ón familiar –mayor seguridad alimentari­a– y a la vez estabiliza­r precios. Con la acumulació­n y reparto de grano se evita que el coste de estos productos se disparen durante los meses de escasez. Josefina es la secretaria de este banco de semillas. “Ha sido un gran apoyo para nosotros. Hemos avanzado mucho. Es una gran institució­n”, relata.

“En mi traspatio, tengo un huerto donde planto acelgas, cebollas, cilantro, limones, rábanos, fríjoles y plantas medicinale­s. Uso sólo abonos orgánicos”, añade Josefina, que sabe de las bondades de una dieta diversa. “Anhelamos un futuro mejor para nuestros hijos y que nos sigan apoyando y ayudando para conseguirl­o”, concluye. La conversaci­ón se acaba. Debe devolver el teléfono móvil a su primo. Ella no tiene. Otras cosas le preocupan más.

Josefina vence al machismo y al analfabeti­smo para combatir el hambre en el campo guatemalte­co

Es la secretaria del banco de semillas que Acción contra el Hambre tiene en su comunidad

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Josefina lleva el control del banco de semillas de su comunidad. Abajo, con su hijo pequeño en brazos a la puerta de su casa
LYS ARANGO / ACCION CONTRA EL HAMBRE Control Josefina lleva el control del banco de semillas de su comunidad. Abajo, con su hijo pequeño en brazos a la puerta de su casa
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