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La importancia de Macron en la política europea, y la necesidad de reconocer como víctimas a todas las personas afectadas por el atentado de Hipercor, acontecido en 1987.
NO sólo Francia sino la Unión Europea en su conjunto necesita que el presidente Emmanuel Macron tenga éxito en sus propuestas políticas y económicas. Hace falta una Francia más dinámica, capaz de desarrollar todo su potencial y de reforzar la economía europea junto con Alemania en la era post-Brexit. Y resulta imprescindible, asimismo, devolver la confianza y el entusiasmo de los europeos en el proyecto comunitario como vacuna frente al crecimiento de los movimientos euroescépticos en el continente, ahora también en Italia. Para todo ello Macron es la gran esperanza frente a una Alemania en la que el liderazgo de Angela Merkel se ha debilitado tras los pobres resultados que obtuvo en las últimas elecciones.
El presidente Macron tiene cuatro años por delante para ejecutar su programa, pero tiene prisa por llevarlo a cabo. Las próximas semanas son claves porque está en juego la batalla por la transformación de los ferrocarriles franceses, una de sus reformas más emblemáticas, en las que se juega su credibilidad, y porque asimismo debe acordar con una reticente Alemania sus planes para consolidar el proyecto comunitario que deben debatirse en la próxima cumbre de junio.
En el ámbito nacional, tras un año de reformas aceleradas que han sacudido la sociedad francesa, especialmente la que ha flexibilizado el mercado laboral, Macron ha perdido parte del apoyo popular que tenía cuando ganó las elecciones a la ultraderechista Marine Le Pen con el 64% de los votos. Pero, pese a ello, conserva un respaldo mucho mayor del que obtuvieron otros presidentes en el mismo plazo de tiempo: un 45% de los franceses considera todavía positivo el balance de su gestión.
Cuenta Macron a su favor con dos hechos clave. El primero es que la oposición se halla fragmentada y dividida. El segundo es que su primer año en el poder ha coincidido con un ciclo favorable de la economía. Ha bajado el paro, el crecimiento de la economía es vigoroso y, por primera vez en un decenio, el déficit público se ha situado por debajo del 3 por ciento.
Las protestas de los franceses en laca lleno han asustado a Macron, que se muestra convencido de hacer lo correcto. Su lema es liberar las anquilosadas estructuras francesas, para despertar el máximo potencial de crecimiento de la economía, y proteger a los más débiles. De momento, sin embargo, las medidas liberalizadoras y las reformas fiscales llevadas a cabo favorecen a las grandes empresas y patrimonios, lo que le ha hecho acreedor del título de “presidente de los ricos”. Pero él insiste en que se equilibrará la situación en los próximos dos años con medidas de carácter social. Sin embargo, su programa de gobierno centrista, por el momento, parece haber virado hacia la derecha.
Macron, que esta semana ha recibido el prestigioso premio Carlomagno por su visión para una nueva Europa, ha exhortado a Alemania para que esté a la altura en el apoyo a las reformas que necesita la Unión Europea. A su juicio, el periodo que ahora se abre representa la mayor oportunidad de hacer avanzar la Unión Europea desde 1990. Pero sus ideas de crear un presupuesto de la zona euro, con su propio ministro de Finanzas, despiertan los recelos alemanesdetener que asumirlos gastos de otros países, especialmente los del sur.
Es evidente, en cualquier caso, como dice Macron, que Europa debe reforzarse tanto internamente, para lograr una mayor integración, como de cara al exterior, para asumir los nuevos retos globales tras la creciente retirada del multilateralismo por parte de Estados Unidos.