Con la firma de Bernad
Una exposición en el Palau Robert reúne 390 fotografías, que alternan los retratos con imágenes de moda
El Palau Robert acoge una retrospectiva del fotógrafo Antoni Bernad, con un total de 390 imágenes sin orden cronológico, donde se mezclan retratos de personajes con imágenes de sesiones de moda.
Tras más de cincuenta años en la profesión, ahora estoy retirado, ya he trabajado bastante, hace dos años que no hago fotos”. Antoni Bernad (Barcelona, 1944) se expresa con toda naturalidad, sin el cliché narcisista del artista y con una ligera nostalgia sobre un pasado que fue más glamuroso, mientras repasa una a una las 390 fotos que expone en el Palau Robert de Barcelona.
La retrospectiva, abierta hasta el 26 de agosto y comisariada por su amigo el artista Antoni Llena, presenta una amplia selección de fotografías, sin orden cronológico, donde se mezclan retratos de personajes con imágenes de sesiones de moda. Asegura que se especializó en la fotografía publicitaria de moda por culpa del franquismo, pero allí encontró también unos recursos y una libertad de movimientos que le hicieron sentirse cómodo. Tanto en esas fotos de moda como en los retratos prima una obsesión por la perfección, busca la luz, el perfil psicológico, una situación. “Mi trabajo es vampiresco, pretendo absorber el alma de la gente que fotografío... He huido de la frivolidad. He tratado con el mismo respeto a artistas, intelectuales y modelos”.
La arquitecta Gae Aulenti, de quien ahora recuerda sus gin-tonics siempre que iba a visitarla a su casa de Italia, dijo que “Antoni Bernad es de estas personas que parecen que hayan nacido para hacer felices a los demás”.
Bernad asegura del excéntrico Salvador Dalí que era “un buen amigo, encantador, sencillo, tierno”. Lo había acompañado al circo, a la zarzuela, incluso al estreno de la Scala de Barcelona. “Ese día estábamos sentados en primera fila y cuando apareció un mago que hacía desaparecer objetos me dijo: ‘Bernad, tú vigila que no me robe este broche de brillantes’. Y me agarró con fuerza el brazo”. Y a lo que parece el mago se le acercó y mientras le hablaba le hizo desaparecer el reloj, la corbata y el pañuelo, pero le dejó el broche en la solapa.
La confianza que se ganaba le permitía pasar desapercibido. “De Josep Pla recuerdo que hablaba
SOBRE SALVADOR DALÍ “Le busqué un modelo joven, guapo, que aguantó sobre su falda. No estaba incómodo, sólo pidió que no tardase porque pesaba”
y hablaba, ni se fijaba si le tomaba fotos. Lo recuerdo en Llofriu, donde nos recibió con un pantalón de pijama agujereado por la ceniza de los cigarrillos”. Otros podían ser reticentes de entrada. Como el arquitecto José
SOBRE JORDI PUJOL “Sentado en una butaca, parecía Napoleón. De todos modos no le gustaba que lo dirigiesen ni le dijesen lo que tenía que hacer”
Antonio Coderch, que quiso cerrarle la puerta de su casa al verlo. Pero luego cuando vio la foto que le hizo le confesó: “Me has sacado igual que un perro rabioso”, una forma de reconocer su carácter más bien huraño. O la escritora
SOBRE JOSEP TARRADELLAS “Para hacerse la foto en la Generalitat se cambió de arriba abajo. Incluso se puso un pañuelo. Era muy presumido”
Mercè Rodoreda, a quien fotografió en su casa de Romanyà, tendida sobre una piel de vaca o recostada en un puf comprado en Marruecos. “Luego se arrepintió, llamó al editor, Josep Maria Castellet, y le dijo textualmente: ‘És un ximple que m’ha humiliat’. Le pidió que destruyera los negativos, pero luego cuando se los mandé estuvo encantada. Y hoy, lo que son las cosas, unas de estas fotos se ha utilizado para un sello en Andorra”.
Muchos de estos personajes formaron parte del libro Catalans. Retrats, editado por primera vez por el Ayuntamiento de Barcelona en 1984.
Su relación con las top-model fue más compleja. “Eran espantosas, hacían unos movimientos de cabellos y unas posturitas que no me interesaban. Yo quería que saliesen tal como eran, las prefería sin maquillaje, sin peinados. Y además eran muy aburridas. Pese a que ganaban un dineral, pronto se cansaban. Pero lo más chocantes de esas pepas es que al acabar me abrazaban, me daban besos o se ponían a llorar, era como si tuvieran un orgasmo al acabar”. Bernad respondía con la ironía: una modelo al lado de unas gallinas, otra con un vaso de plástico en la mano, junto a un cochecito de bebé o al lado de una montaña de libros. Pero no era igual con todas. Laura Ponte era su modelo favorita, “una chica muy tímida”, que aparece en numerosas fotos, incluso disfrazada de Dalí o Gala en Portlligat.