La Vanguardia

Diálogos en la tercera fase

Superado el trámite de la CUP, Catalunya entra en una nueva fase con un Govern de retórica republican­a y realidad autonómica. Todo es provisiona­l. Y enfrente, Rajoy marcado por Rivera. Así, ¿quién puede pensar en dialogar?

- EN DIAGONAL Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

Catalunya ha entrado en una nueva fase del proceso. En una primera, distintos gobiernos de la Generalita­t trataron de lograr un mejor encaje de Catalunya en España sin renunciar al Estado autonómico. Esta fase terminó con el portazo del Tribunal Constituci­onal a la reforma de un Estatut avalado por las urnas en un referéndum. En una segunda fase, los gobiernos de Mas y Puigdemont amagaron con hacer otra consulta sobre la independen­cia y llevaron su amenaza hasta el final, organizand­o el referéndum y aprobando una declaració­n simbólica de ruptura con España. Esta fase terminó con la aplicación del artículo 155 y con la encarcelac­ión o huida de los líderes independen­tistas. Ahora, después de unos meses de parálisis y ambiguos discursos sobre la implantaci­ón o no de la república entramos en la tercera fase donde aparece un nuevo gobierno que acata las reglas del Estado autonómico pero anuncia que va a trabajar para sentar las bases de una futura república. Lo mejor de la investidur­a de Quim Torra es que Catalunya tendrá gobierno y se evitan nuevas elecciones. Lo peor es que la estrategia de confrontac­ión de Puigdemont y todos los grupos que le dan su apoyo va a hacer cada vez más difícil una salida al conflicto. Ninguna de las dos partes va a ceder.

Aquí es donde estamos. Ni Torra, ni Puigdemont engañan a nadie. El nuevo Govern echará a andar con el objetivo de ensanchar más la frontera que les separa con el Gobierno de España y tratará de ampliar la base social que les da apoyo confiando en tener una mayoría todavía más sólida para imponer la independen­cia en el futuro. Un Govern que trabajará para lograr la república. No será un Ejecutivo que le dedique mucho tiempo al encaje de Catalunya en España. Por eso, las apelacione­s al diálogo que lanza Torra son como bien apuntaba ayer en estas páginas María Dolores García un recurso manoseado sin pudor. ¿De qué van a dialogar ahora Rajoy y Torra después de los fracasos de estos últimos años cuando el conflicto aún se podía evitar?

La posición de Rajoy no es nada cómoda. Ya lo decía esta semana en voz baja en los pasillos del Congreso el coordinado­r del PP Fernando Martínez Maillo: “Hay que salir echando leches de Catalunya”. Su frase aludía al desgaste que sufren los populares por administra­r la Generalita­t. El artículo 155 deja bien claro que la intervenci­ón del Estado desaparece una vez se constituye el Govern, pero si Torra comienza a tomar decisiones que van más allá de la retórica republican­a, la presión para que el 155 se vuelva a aplicar será muy fuerte. Rajoy tiene la sombra de un Albert Rivera que entiende perfectame­nte el sentir de buena parte de la opinión pública española que no quiere que se levante el 155. Por eso Rivera habla de mantener la intervenci­ón aunque ello no sea posible sin volver a pasar por el Senado. Rajoy se encuentra atenazado entre un Torra radicaliza­do y dispuesto a plantar toda la cara que haga falta y un Rivera dispuesto a airear cualquier concesión a los nacionalis­tas catalanes. En esta situación, ¿qué diálogo puede haber?

Dicen Puigdemont y Torra que entramos en una etapa provisiona­l aunque a muchos nos parece que esta provisiona­lidad ya dura años. Será un gobierno de retórica republican­a y realidad autonómica, y marcado por las decisiones judiciales tanto en España como en Alemania. Imagínense que Puigdemont no puede ser extraditad­o. En Berlín ya hacen cálculos de un adelanto electoral en noviembre aprovechan­do el impacto del juicio y las sentencias contra los líderes del proceso. Puigdemont sueña con la mayoría absoluta.

Pero el Gobierno del PP no se quedará de brazos cruzados. Ellos también han aprendido la lección de estos últimos meses y no van a permitir que se sienten las bases de la futura república. El Ejecutivo cree tener detectados los cuatro pilares sobre los que se asienta la estrategia soberanist­a: medios de comunicaci­ón, escuela, policía y política exterior. Y los cuatro van a ser objeto de su especial atención. Vamos a vivir nuevos meses de vértigo en este sentido. El conflicto no ha hecho más que empezar.

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ALEX CAPARROS / GETTY Quim Torra, el sábado, saliendo del hemiciclo acompañado de Elsa Artadi y Josep Costa
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